Solamente votaron el 17.7 por ciento de los electores en la consulta del 10 de abril. No hay que darle vueltas, menos de 2 ciudadanos de cada 10 fueron a las urnas. Participaron 16 millones 502 mil 636 de un total de 92 millones 823 mil 216.Una inmensa mayoría no se tragó la farsa de la Consulta de Revocación, que fue en realidad una especie de referéndum para ratificar a Andrés Manuel López Obrador en la presidencia. Fue el mismo gobierno su promotor. Por medio de su partido recolectó las firmas para convocarla. NO fueron grupos de ciudadanos los convocantes.

El presidente puso toda la carne al asador para obtener el 40 por ciento, 37 millones, que se requería para que la consulta fuera obligatoria. Uso todo el aparato del Estado para lograrlo, solamente consiguió el 17,7 por ciento.

No escatimó el presidente usar a sus más importantes miembros del gabinete para promover la asistencia a las urnas, el secretario de gobernación, el jefe de la guardia nacional y el presidente de Morena encabezaron manifestaciones, prohibidas por la ley.

El gobierno presionó a los 21 millones de usuarios de los programas de subsidio para que asistieran a votar. El mismo 10 de abril el presidente de Morena acarreó públicamente a grupos de ciudadanos para llevarlos a votar. Lo hizo para provocar y exhibir a las autoridades electorales. En todo el país colocaron grandes anuncios espectaculares, pintaron bardas y muros, pegaron cientos de miles de carteles, distribuyeron millones de volantes, hicieron cientos de miles de llamadas telefónicas pidiendo nombres y números de la credencial del INE para presionarlos para acudir a las urnas.

El propio presidente promovió la consulta en sus mañaneras, en cualquier espacio posible. Le “valió” actuar contra la ley, dijo sin rubor alguno “no me vengan con el cuento de que la ley es la ley”.

Ese inmenso aparato de control de Estado no pudo conseguir más que un débil 17,7 por ciento de asistentes a las urnas.

No tiene mucho sentido especular si los 15 millones de votos obtenidos por AMLO son su piso y no su techo electoral. Simplemente porque no se trato de una contienda electoral la llamada consulta del 10 de abril.

Tampoco viene al caso descubrir el hilo negro, diciendo que la oposición partidista está “desdibujada”, no tiene programa y es incapaz de capitalizar el descontento contra AMLO.

Evidentemente que con esa oposición AMLO y sus aliados y subordinados tienen muy poco temor de ser derrotados en el 2024. Por ello sus principales ataques los dirige a los movimientos feminista, ecologista, de derechos humanos, a los huelguistas, a los estudiantes, a los trabajadores de la salud, la cultura y la ciencia. También a sus críticos en los medios masivos, llegando a extremos ilegales de uso de información obtenida por organismos estatales.

Me intriga la moderación de casi todos los medios, sobre todo la radio y televisión, ante los resultados de la consulta. No organizaron ningún Foro de análisis, como lo hacen siempre ante cada elección, no ocurrió ni el propio domingo en la noche ni tampoco el lunes 11. Los “analistas” se fueron por las ramas y evadieron llamar pan al pan y al vino, vino. Jamás señalaron el evidente fracaso. No creo que haya sido una “casualidad”. Se trató de una política de Estado para imponer el silencio en los grandes medios de comunicación.

Tanto la campaña promotora de la Consulta, como el comportamiento de los medios han sido producto de una política de Estado.

Estamos ante una situación muy grave. Se usó toda la capacidad de movilización, de presión, de control del Estado para lograr una Consulta exitosa y después toda la maquinaria de control estatal para esconder su fracaso.

La gran sorpresa es la actitud de la gente. Más del 80 por ciento le dio la espalda a la consulta. No se dejó engañar y solamente u pequeño porcentaje acudió a votar por la “revocación” de AMLO.

Es muy significativo el mapa de la asistencia a la Consulta. La más alta participación fue en Tabasco y ni ahí consiguió el 40 por ciento. El 60 por ciento de los votos que obtuvo AMLO los consiguió en las regiones más pobres. Se volvió a repetir el fenómeno del voto verde de la era priista. Hubo casillas en Chiapas con más del 99 por ciento de asistentes. Los mismos morenistas divulgaron, orgullosos, fotografías de pueblos enteros haciendo largas colas para votar en lugares muy apartados del país. Con lo que por cierto se derrumba el “argumento” de la baja votación debido a la instalación de solamente un tercio de las casillas y su ubicación alejada. Si eso hubiera sido el factor único de explicación de la baja votación, era en los lugares aislados donde menos votación se hubiera logrado.

Hay un desafío para las oposiciones extra partidistas y sociales del gobierno de AMLO. Cómo convertir el rechazo de un 80 por ciento de abstencionistas, en un movimiento con su propia identidad política y programática. Ese es el primer gran reto.

Además de construirlo se requiere también establecer puentes con las oposiciones de la derecha menos primitiva y la de la oposición partidista. Sin una gran alianza opositora, que incluya a todas las oposiciones, el gobierno de AMLO no sufrirá una derrota electoral en las próximas elecciones del 2022, las del 2023 y en las del 2024.

También es necesario entender el por qué de la existencia de una importante franja de ciudadanos que apoyan a AMLO y entre ellos un preocupante porcentaje de fanáticos.

Antes, durante y después de la consulta se manifiestan por todas partes expresiones de intolerancia fanática contra quienes no acudimos a votar.

Se usan los peores calificativos: traidor, vende patrias, reaccionario, fifi, conservador y otros semejantes.

La intolerancia y la persecución son expresiones de un totalitarismo que da sustento a las tiranías.

Los resultados de la consulta deben servir para analizar con mucho rigor lo que ocurre en México.

Ahora más que nunca se requiere defender la libertad y el derecho a la disidencia.