Pueblo unido, sí
Por Marco Antonio Aguilar Cortés
Marcelo Ebrard manifestó: “El regreso del PRI sería una tragedia… Sería como volver a la Edad Media”.
Para entender su error expresivo le bastaría a Ebrard recordar a Heráclito: Nadie puede embarcarse en el mismo río, pues nuevas aguas vienen tras las aguas. Así que nadie regresará a la Edad Media; y el retorno del PRI sólo puede ser una tragedia para él, y para algunos que como él no comprendan el materialismo histórico y su dialéctica.
Días después, el mismo Marcelo expresó: “Gobierno de coalición o regreso al viejo régimen del PRI”, y con ingenio breve Beatriz Pagés editorializó: “¡Uyyy… qué miedo!”
Más tarde Ebrard suscribió, dentro de una junta de notables, un manifiesto titulado “Por una democracia constitucional”, olvidando que ya la tenemos, aunque teórica, inconclusa, carísima e imperfecta por su falta de exacta aplicación.
Conozco a la mayoría de los firmantes, y todos ellos son políticos que han probado las mieles del erario, y les ha gustado ese ejercer soberano de un poder que original y esencialmente radica en el pueblo.
Curiosamente ese manifiesto que circula como inserción pagada no va dirigido a nadie, pero los firmantes confiesan tener entre ellos “distintas posiciones políticas y doctrinarias”, compartiendo una firme decisión: “consolidar la democracia constitucional en México para dar respuestas a las exigencias de justicia, equidad, desarrollo y seguridad.” A esto se le llama retórica, y no es de la mejor.
Y aseguran en su documento, como presumiendo una labor personalísima: “Hemos construido el pluralismo democrático en el Congreso pero no en el gobierno. Debemos dar los pasos que faltan para superar esta contradicción y consolidar nuestra democracia constitucional. El ejercicio del poder en la pluralidad implica la cooperación de las fuerzas políticas”.
Su autoestima es elevada. A su decir, exclusivamente son los firmantes los que han construido el pluralismo democrático. Estos señores y señoras, si realmente son inteligentes y honestos, deben reconsiderar públicamente su actitud, o su equívoco. Ya que existen millones de mexicanos que han hecho más por el pluralismo democrático que todos ellos juntos y coaligados en ese manifiesto.
Cuando escriben que han construido el pluralismo democrático “en el Congreso pero no en el gobierno”, quién sabe en qué país piensen, porque en México y en nuestra carta magna, nuestro gobierno se establece en tres niveles: federal, estatal y municipal; y el gobierno federal y los 31 gobiernos estatales están constituidos por tres poderes, uno es el Legislativo representado por un Congreso, el otro es el Ejecutivo representado por un titular unipersonal, y el tercero es el Judicial representado por un cuerpo colegiado; pero todos ellos son gobierno. El Congreso es una parte del gobierno.
Obvio que tenemos muchas contradicciones, infinidad de problemas, pero el camino marcado por esa junta de notables no es el correcto, menos en víspera de elección presidencial. No se deben aprobar normas constitucionales, generales, para casos concretos y con dedicatoria. “El ejercicio del poder en la pluralidad”, siendo una herramienta que opera en ciertos tiempos y espacios, no es el instrumento para todo.
Basta de seguir destruyendo el Poder Ejecutivo. Desde los titulares de este poder, hasta sus enemigos, deben parar su torpe labor demoledora.
La “cooperación de las fuerzas políticas” debe encaminarse a que la ciudadanía escoja, como presidente de la república, a un mexicano capaz, honesto, trabajador, patriota, de firme sentido común, que llegue a ser el bien a todos, y no el mal. La democracia y la república son compatibles con un Ejecutivo inteligente, fuerte y honesto.
No por estar en contra de lo manifestado soy enemigo de los firmantes. Sólo pienso diferente de ellos. Y aun siendo tolerantes todos, estamos muy lejos de la democracia. Contrario a lo que afirman los manifestantes, el orden actual da libertad a los gobernantes y muchas responsabilidades a los gobernados.
Con esa coalición pretenden la unión de los políticos poderosos. No proponen la unión de los mexicanos, como pedía en su momento Melchor Ocampo.
Su equívoco está en pensar que algún partido debe “disponer de mayoría en la Presidencia y en el Congreso”, y que si ninguno lo logra, entonces “se requiere de una coalición de gobierno” basada en un acuerdo programático de los partidos, o de la junta de notables, cuando lo que debemos es suprimir la partidocracia y esas coaliciones de iluminados.
