Por  Guillermo García Oropeza

Como un rayo en el azul apareció en Madrid hace unos meses el movimiento de los indignados quienes tomaron la céntrica Puerta del Sol comenzando con ello un movimiento que hoy es mundial y ha logrado penetrar incluso en Estados Unidos, el temible y desmesurado líder del capitalismo mundial.

Los indignados no pertenecen a ningún partido político y podríamos decir que están más allá de los partidos: “no somos de izquierda ni somos de derecha, somos de abajo”, dice una de sus consignas.

Y efectivamente, para empezar los indignados españoles propinaron un golpe terrible a los socialistas en el poder en la península rebasándolos absolutamente y acusando al aburguesado PSOE de haber olvidado su esencia y de hacer el juego a la oligarquía bancaria y de no haber podido parar el terrible desempleo que tiene en el paro a millones de trabajadores. Lo paradójico, en el caso particular de España, es que los socialistas no sólo fueron criticados por el movimiento de los indignados sino que, para colmo de males, fueron derrotados en las elecciones municipales y regionales por ese partido de derecha y heredero del franquismo que es el mal llamado Partido “Popular” con un doloroso voto de castigo.

Pero de España el ejemplo de los indignados saltó al mundo entero y simultáneamente se manifestó en cientos de ciudades que vienen a rechazar  ese siniestro ordo mundi del capitalismo globalizador y neoliberal que ha convertido a los gobiernos en lamentables protectores de la codicia infinita de esos cuantos financieros y oligarcas que se han dado ese sugerente nombre, en esa deliciosa novela que es The Bonfire of Vanities, de Masters of the Universe o sea Amos del Universo y cuyas capitales serían Nueva York y todavía, no sé por cuánto tiempo, el Londres de la City, pero que están presentes por todo el planeta.

Los indignados no parecen pertenecer a la izquierda tradicional quizá porque el capitalismo neoliberal y globalizador ya no sea el clásico capitalismo que allá en su mesa de la biblioteca del British Museum estudiara Carlos Marx y porque los indignados no corresponden tampoco al proletariado industrial que era el alma de los partidos comunistas.

El movimiento, además, no ha sido convocado por los conductores sociales tradicionales que también eran los partidos de izquierda sino que debe, al parecer, su aparición y crecimiento a las redes sociales que también tuvieron un papel similar en la llamada “primavera árabe”.

Pero en todos los casos, desde Madrid hasta Manhattan, los indignados claman, y no en el desierto, contra los obscenos abusos de la banca especulativa que ha perdido toda medida y todo sentido social y que ha convertido a los partidos en el poder en sus protectores incluyendo a los que son socialistas, aunque sea de nombre o al Partido Demócrata de Obama que se ha rendido vergonzosamente a Wall Street.

Pablo González Casanova ha encontrado al movimiento de los indignados como una verdadera esperanza de la humanidad y muchos quisiéramos que en el castigado México de hoy que está en manos de una derecha que no quiere abandonar el poder surja su liberador grito solidario.