Espectáculo que huele a negocio y política

Guillermo García Oropeza

Para Guadalajara, los Juegos Panamericanos fueron el evento más sonado en un sexenio que ha sido entre gris y pardo oscuro, después de mucho tiempo perdido, de salidas en falso, de fiascos espectaculares y de una frenética actividad a última hora.

Muy a la mexicana, llegó el momento esperado y estalló la inauguración con un despliegue de tecnología del espectáculo, de un orgasmo regionalista muy a la “¡ay Jalisco no te rajes!” del llorado e irremplazable Jorge Negrete, sólo que ahora con la voz de ese viejo profesional que es don Chente Fernández, quien se equivocó, como todos lo hubiéramos hecho, con la letra del Himno Nacional, y el desfile multitudinario de atletas, todo con la presencia diminuta de Felipe Calderón y del muy maltratado zar del deporte oficial.

Una inauguración que fue realizada, claro, por una compañía extranjera ya que parecería que en México no hubiéramos podido hacerla y que nos costó a los contribuyentes 25 millones de dólares que, si bien son muchos, son mucho menos que los cien millones que costó el show del Bicentenario con el que el gobierno panista celebró a querer y sin ganas esa Independencia y Revolución  tan ajenas a su ideología esencialmente reaccionaria, y si no me creen revisen los múltiples autores de la historia derechista desde don Lucas Alamán hasta las ignorancias de Vicente Fox.

Pero volviendo a los Panamericanos, a donde no habría que invitar a Estados Unidos y Canadá para que fueran más nuestros, se volvió a repetir lo de siempre: un carísimo sistema deportivo que sin embargo no compite con el de Cuba, que con muchos menos habitantes y recursos nos sigue superando y, sobre todo, con toda su atención puesta en un deporte de minorías especializadas y de eventos ruidosos que contrasta con la penuria del apoyo a la actividad deportiva de las mayorías, en un país que aparte de su endémico centralismo gasta tan poco para dar facilidades deportivas a las ciudades menores (no hablemos ya de los pueblos) donde las escasas instalaciones apenas si reciben mejorías y mantenimiento.

Como fue el caso de Guadalajara en que gracias a los Panamericanos se volvieron a acordar los políticos de todas esas caducas y abandonadas instalaciones para los ciudadanos normales. Instalaciones que por supuesto eran insuficientes y a las que hubo que añadir a toda prisa todos los edificios y superficies necesarias para el complejo menú del deporte contemporáneo y a la moda. A ver si a partir de ahora tenemos otro deporte, el de todos y no el del espectáculo medallero que huele tanto a negocio y a manipulación política. Y quiero terminar con un aplauso a las atletas mexicanas que vinieron a refrendar lo que decía el poeta sobre lo que México debe a “las virtudes de tu mujerío”.