“El ejército de Acción Nacional —dijo Cocoa— cuidará las elecciones”
Marco Antonio Aguilar Cortés
Al iniciar la circulación de este ejemplar de la revista Siempre!, con número 3048, los ciudadanos de Michoacán estaremos acudiendo a las urnas para determinar el destino de nuestra entidad federativa, si es que la voluntad popular no es alterada por esas fuerzas económicas, clericales, empresariales y policiacas, que personifica el presidente Felipe Calderón Hinojosa en este proceso electivo.
La hermana del Presidente y candidata a la gubernatura por el PAN, Luisa María Calderón Hinojosa, en su cierre de campaña hizo suya, formalmente, la expresión utilizada por muchos en distintos tiempos y escenarios: “El voto es la única herramienta para la paz”, salvo que para ella el sentido de “el voto”, así en singular, no significa del todo el sufragio universal de los michoacanos, sino el del apoyo fraterno, haciendo uso de los recursos y del erario federal.
La ambigüedad en los conceptos es un denominador común dentro del lenguaje empleado por la Cocoa: “El ejército de Acción Nacional cuidará las elecciones”. Ante tal frase no sabe uno si le está faltando al respeto al Ejército Mexicano, endilgándole, a tan respetable institución, un propietario que ni le corresponde, y sí lo denigra.
O a lo mejor se refiere, metafóricamente, a esas brigadas que volantean y agitan sin ninguna convicción banderas del PAN en las esquinas de mayor tránsito en las ciudades de Michoacán, gente humilde, con hambre, sin ideología panista, y urgentemente necesitada de un trabajo.
Porque el gobierno federal, al igual que el estatal, quieren mucho a los pobres, por eso es que producen tantos.
Si no hubiera la enorme cantidad de pobres, no tendrían quien les hiciera ese duro trabajo de dar volantes, pegar engomados, con el encargo laboral de ir destruyendo la propaganda de los adversarios, y con el deber, laboral también, de entregar su credencial de elector al encargado de las oficinas en donde los concentran, como ese domicilio que se les descubrió recientemente en Morelia, en el número 51 de la calle Mártires Irlandeses en la Colonia Chapultepec Oriente.
Centenares de gente menesterosa, y con bajísimo nivel escolar, porque como escribiera puntillosamente sobre las malas autoridades B. Traven en su obra Gobierno: “Los gobiernos no ponen mucho empeño en la educación de los humildes, porque opinan que en cuanto saben algo, empiezan a sentir descontento por la vida que llevan, que es la que Dios, con la ayuda de la Iglesia y del Estado, les ha concedido y la que, siguiendo su deseo, deben aceptar.”
Y agregaba en su novela este extraordinario y misterioso escritor de la primera mitad del siglo XX, con una sinceridad carente de demagogia, descriptor de realidades crueles que, de suyo, adolecen de esperanza: “Educar a los pobres o a sus hijos, era considerado como un pecado en contra del Todopoderoso. Si El hubiera deseado que todos los hombres escribieran y leyeran, les habría dado, desde el momento de su nacimiento, la habilidad necesaria para hacerlo.”
Bajvilum es el pueblo del sudeste de México en donde se desarrolla esa trama novelesca, pero bien puede ser cualquier otro pueblo del país, sobre todo cualquier pueblo de las cuatro etnias que se ubican en Michoacán: la otomí, la mazahua, la purépecha, o la náhuatl, porque aparte de ser pobres, su miseria se hace más miserable por su condición de indígenas.
Y el grotesco proyecto en marcha de comprar votos, por parte del gobierno federal y su candidata, ha llegado a todos los rincones de Michoacán, incluyendo a esas etnias.
Por eso la exactitud y pertinencia de las observaciones de Beatriz Pagés sobre la intervención presidencial en Michoacán, calificándola de “obscena”, y previniendo que “La Cocoa ni ganando, gana”.
Obvio, resulta de sentido común, de lógica elemental; cualquiera que sea el resultado de la elección el día de hoy, los dos hermanos Calderón Hinojosa, Felipe, el presidente de México, y Luisa María, la candidata, saldrán perdiendo.
Lo cierto, con toda la crudeza de la verdad, es que el sentimiento mayoritario de los michoacanos es echar fuera del gobierno del estado al PRD; pero, también, por ningún motivo dejar que llegue el PAN al Solio de Ocampo.
Ese sentimiento michoacano se lo tienen bien ganado ambos partidos. El PRD en 10 años de pésimos gobiernos perredistas ha destrozado a Michoacán. El PAN en aproximadamente 12 años acrecentó el desempleo, con el autollamado “presidente del empleo”; con la generación de cerca de 50 mil muertos, y más de100 mil desaparecidos, en una guerra tan absurda como sangrienta; con la dolorosa pérdida de soberanía en todas las áreas; con un pésimo manejo administrativo y económico; con él que nos iba “ir muy bien, requete bien” a los michoacanos. Y esto, y más de esto, tendríamos con la hermana presidencial Luisa María.
Así que el sentimiento michoacano está a favor del PRI y de Fausto Vallejo Figueroa; y el sentimiento moreliano está a favor del PRI y de Wilfrido Lázaro Medina.
