Burlón escepticismo
Guillermo García Oropeza
La muerte del secretario Blake Mora, a la que el presidente Calderón se apresuró a imputar a la neblina, viene a renovar entre la mayoría de los mexicanos la falta de confianza en el régimen y aunque al momento de escribir estas líneas todavía no se inician las grandes investigaciones sobre el hecho y a las cuales acudirán, aparentemente. expertos extranjeros, la reacción espontánea de muchos, entre los que me cuento, es de preocupado o burlón escepticismo.
Después de todo es difícil de creer que una aeronave tan cara y manejada por un oficial de alto rango y gran experiencia (se supone) se haya caído en el archiconocido trayecto a Cuernavaca . Si hubiera ocurrido el incidente (me niego a llamarlo accidente) en la sierra de Durango en medio de un mal tiempo otra hubiera sido la reacción de los mexicanos.
Pero nuestro escepticismo y burla arranca de muchas preguntas que el gobierno de Calderón tendrá que contestar de forma creíble y transparente si es que quiere llegar al difícil año electoral con un mínimo de credibilidad y confianza.
Preguntas que incluirían una inocente duda científica: ¿que probabilidades matemáticas existen de que dos secretarios del interior de un país normal perezcan en un accidente de aviación con tan poco tiempo de distancia?
¿Es posible creer que los expertos militares, porque no se trataba de alguna improvisada empresa privada, no hayan dado un perfecto mantenimiento a un aparato encargado de transportar a altas figuras del gobierno? ¿Si Blake Mora era una de las figuras claves en la conducción de la guerra de Calderón contra el amplio y poderoso crimen organizado resulta lógico descartar a priori la posibilidad de un atentado?
¿O es que no tienen los cárteles las posibilidades técnicas o de otro tipo para armar un ataque exitoso contra el malhadado secretario? Y si descartamos el crimen organizado como autor del atentado, aún nos queda por saber si a algún grupo político no le hubiera convenido la desaparición del funcionario, lo que claro, multiplica a los posibles culpables. Y así, se podrían crecer ad infinitum nuestras dudas y sospechas.
Y lo terrible del asunto es que nos hagamos tantas preguntas porque simplemente el gobierno de Calderón (como en su momento el de Fox) no supo ganar nuestra confianza y credibilidad. Lo que sucede en medio de una situación nacional nerviosa por las dudas en esa guerra a la que nadie le ve el final próximo o victorioso.
Una guerra muy insólita en la que el gobierno se apunta una gran victoria a la semana, apresando a un alto jefe del enemigo, pero donde no disminuye la presencia y acción de ese crimen organizado que, al parecer, se ha trasladado muy exitosamente a otros países latinoamericanos y que controla, según fuentes mismas norteamericanas, importantes ciudades de los Estados Unidos. Ojalá que Calderón nos explique (y le creamos) que es lo que sucede.
