Respeto ciego a la autoridad

Marco Antonio Aguilar Cortés

Michoacán.- Hace 100 años que se realizó en Bruselas, Bélgica, el primer Congreso Solvay. Para el mundo de aquel entonces generó revuelo, y expectativas; hoy, casi nadie lo recuerda.

Ernest Solvay (1838-1922) fue un joven belga a quien la enfermedad le impidió realizar estudios superiores. Desde los 21 años entró a trabajar como obrero en la industria química, en una fábrica de su tío. Su esfuerzo personal, y su autodidactismo, lo condujeron a ser dueño de muchas empresas, e inmensamente rico.

Patentó un sistema para producir sosa, excelente y barata. Se dedicó, en diversos países, a la fabricación del vidrio, a la industria metalúrgica, y a la producción de detergentes. Apreció la investigación científica, e invirtió en ella. Aplicó teorías sociales en sus empresas, inusitadas en la práctica de aquellos tiempos: jornada de ocho horas, sistema de seguridad social, en enfermedad y accidentes, incluyendo la pensión, vacaciones pagadas, y capacitación para sus trabajadores. Fue senador dos veces, y ministro de estado en su país.

Solvay a finales de 1911, con el perfil que he sintetizado, invitó a 20 científicos reconocidos de esa época a intercambiar conocimientos, con todos los gastos pagados, más una cantidad extra para cada asistente. La sede fue el Grand Hotel Metropole.

Asistieron, entre otros, Hendrik Lorentz, quien siendo el más destacado, en ese entonces, actuó como presidente en los debates; Max Plank, Henri Poincaré, Marie Curie, Ernest Rutherford, Wilhelm Wien, Walther Nernst, y el más joven, Ernest Einstein. El tema fue “el problema cuántico y la estructura atómica”, y quien inició las exposiciones fue Einstein, con teorías novedosas “sobre los calores específicos en los átomos que se presentan en forma de paquetes discretos”, teoría que todos los congresistas reprobaron.

De ahí salió enojado Einstein, calificando aquel encuentro como “aquelarre de brujas”. Empero, los reprobados hoy, en materia cuántica, son los reprobadores de ayer.

Al joven Einstein le asistía la razón, salvo que, habiendo obtenido conocimientos avanzados en la materia, era impulsivo y soberbio, y carecía de la humildad que debe acompañar al saber científico.

Al respecto, es muy informativa la carta que Einstein dirige a su amigo Michele Besso el 26 de diciembre del 1911: “Plank se aferra tercamente a presupuestos indudablemente erróneos… Poincaré simplemente adoptó una actitud negativa en general… pese a no estar de acuerdo con lo expuesto por mí, reconozco que Lorentz es ¡una obra de arte viviente! En mi opinión es el más inteligente de todos los teóricos presentes… El congreso de Bruselas parecía las lamentaciones por las ruinas de Jerusalén. Nada positivo ha salido de él”.

Cinco nuevas invitaciones formuló aquel multimillonario Solvay para encuentros científicos similares. Y, curiosamente, el público asistente a esos congresos era solamente él. Escuchaba y aprendía, tomando aquellos conocimientos para mejorar a sus empresas. Hombre de ocurrencia extravagante, pero con sentido práctico.

Por su parte, Einstein siguió tercamente predicando: “El respeto ciego por la autoridad es el mayor enemigo de la verdad”.

Y… ¿si esto lo aplicamos a la ciencia política?

Por ejemplo, a la autoridad política denominada Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, personalizada en este momento por Felipe Calderón Hinojosa: ¿le debemos respeto ciego a todos sus actos de autoridad, incluyendo sus omisiones?

No únicamente los michoacanos, sino muchas personas, nacional e internacionalmente, estamos atentos esperando en qué va a desembocar la conducta del Presidente en relación con los resultados electivos recientes en Michoacán.

Ha sido omiso, hasta el momento, respecto a felicitar a Michoacán por haber efectuado en paz, y sin derramamiento de sangre, la reciente elección de 113 ayuntamientos, 40 diputados al Congreso local, y un gobernador, cuando había voces que proponían la suspensión de todo proceso electoral, por la interesada y errónea suposición de que el clima era tan violento que era materialmente imposible llevar a cabo esa jornada.

De fuera del país, y del interior de México, abarrotaron los hoteles de la entidad para ser testigos ese 13 de noviembre próximo pasado de los esperados sucesos iracundos y arrebatados que se anunciaban. Muchos medios masivos de comunicación estuvieron atentos para contar los heridos y los muertos que decían iban a generar las horas furiosas del sufragio.

El Ejecutivo federal, con el fraternal sentimiento panista, y el Ejecutivo estatal con su innegable parcialidad perredista, establecieron al más alto nivel un “protocolo de seguridad” para blindar todo ese proceso y a todo Michoacán.

Y para satisfacción de todos, incluyendo a los candidatos perdedores y a los gobiernos garantes, ni un descalabrado hubo. El parte de las fuerzas armadas y de las policías fue: “sin novedad”.

Los michoacanos demostramos con nuestra participación, como pocas veces, el ánimo de nuestra voluntad soberana, y sólo porque no ganó la hermana del presidente Calderón, éste ha sido omiso en felicitar y reconocer a los michoacanos y, en cambio, nos vino a espetar: “No le debo nada a Michoacán”. Sólo le faltó agregar que Michoacán le debe.

Einstein tenía razón: “El respeto ciego por la autoridad es el mayor enemigo de la verdad”.