Brutales consecuencias del hambre

La suerte de las naciones depende

de su manera de alimentarse.

Anthelme Brillat-Savarin

José Fonseca

Poco a poco el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto encaja las piezas para la cruzada contra el hambre.

La sola existencia de tal programa es el reconocimiento de un grave problema humano, de una tragedia nacional.

En el noticiero de Joaquín López Dóriga se transmitió una serie de reportajes sobre cómo afecta el hambre a las comunidades más pobres de la república.

Reportajes estrujantes, pues nos muestran las brutales consecuencias del hambre. Nos han mostrado cómo para millones de los mexicanos más pobres la sobrevivencia diaria es casi milagrosa.

Y el abatimiento y humillación a la dignidad humana a los padres y madres de familia ante la aplastante realidad de no poder alimentar a sus hijos.

Se requiere un gran cinismo para permanecer indiferente ante las tragedias individuales retratadas por la televisión. Imposible no calcular que esas tragedias individuales se multiplican en muchas comunidades de la república, no sólo rurales, también en las zonas más urbanizadas, en los cinturones de miseria que rodean a muchas de las grandes ciudades.

Hay quienes desde la opinión informada, desde las torres de marfil del altiplano, lanzan feroces críticas porque la Sedesol ha suscrito acuerdos con algunas empresas privadas, para obtener respaldo para el programa, pero también para aprovechar las eficientísimas redes de distribución de dichas empresas, capaces de llevar sus productos a los rincones más alejados de la república.

Ante la magnitud de la tragedia del hambre, muchos políticos se preocupan de que el programa pueda ser utilizado con fines político-electorales, como si cualquier programa gubernamental, si es eficaz, no se reflejara en la buena voluntad de los ciudadanos.

Pero, aun cuando fuera perversa la alianza con las empresas privadas, aunque el programa tuviera beneficios político-electorales para el gobierno peñista, ¿qué importa?

Son políticos y críticos mezquinos y miserables aquéllos que colocan y anteponen los intereses ideológicos o de partido a la obligación moral de aliviar la situación de millones de familias miserables.

Políticos y críticos con el alma seca, los bíblicos sepulcros blanqueados, pues sólo siendo mezquino y miserable se puede ser indiferente ante la tragedia de miles de niños mexicanos que se van a dormir con el estómago vacío.

 

jfonseca@cafepolitico.com