Roberto Correa Wilson
Cuando los navegantes portugueses arribaron en el siglo XV a la cuenca del río Congo, el segundo de África y el más caudaloso, existían grupos étnicos que poseían notable organización en diversos campos de la vida social, en la política, la economía y estructura familiar que revelaban la potencia creadora de esas comunidades.
Los lusitanos, comandados por Diego Cao, llegaron a la enorme desembocadura del Congo en 1482. En un primer instante los europeos no mostraron interés en penetrar el interior del territorio y sólo entraron en contacto con tribus asentadas en las zonas costeras.
Uno de los pueblos que habitaban la Cuenca del Congo era los mbochi. A la interrogante de dónde y cuándo llegaron los diferentes grupos y subgrupos mbochi a la cuenca congolesa los investigadores responden que jamás estuvieron completamente aislados de otros pueblos de África Central y del Congo en general.
Los movimientos humanos son más complejos de lo que habitualmente se dice, afirman los estudiosos. La historia arcaica de los mbochi es inseparable de la historia recóndita del Congo, del paleolítico a las migraciones bantú.
Al igual que en la mayoría de las comunidades ancestrales, la tierra era el factor esencial de subsistencia. Otros grupos como los pigmeos de África Central y los bosquimanos en el sur continental eran cazadores y recolectores, los masai establecidos en Kenya y Tanzania, por sus creencias nunca cultivaban la tierra, y se dedicaban a la ganadería.
Entre los mbochi el suelo primitivamente ocupado por ancestros comunes, pertenecía de manera colectiva a los miembros de la familia reconocidos como originarios de los mismos ancestros fundadores del parentesco.
Cada miembro adulto y apto de la familia, en sentido amplio, explotaba las riquezas forestales (especias, fauna, vegetales comestibles), pesca en los ríos y lagunas, cultivaba libremente una porción de tierra heredada de los ancestros muertos. Pero esa heredad era sólo a título de usufructo, pues los derechos colectivos e inalienables pertenecían a toda la familia.
El kani o jefe no poseía la tierra de la comunidad local de manera privada: su papel radicaba en velar por el conjunto del patrimonio de las familias independientes, y de consumar los ritos necesarios para la fertilidad del suelo, para la abundancia de la caza.
Tenía atribuciones para arbitrar querellas por deslindes territoriales, y sus decisiones eran acatadas debido a su autoridad y sabiduría que se les atribuía colectivamente. En compensación a sus servicios realizados a título de hermano mayor y de representante de los ancestros muertos, recibía algunos regalos provenientes de la cosecha y de la pesca. Los recibía porque ejercía una función social aceptada por todos los miembros.
Al igual que en otros grupos étnicos subsaharianos, en la sociedad mbochi los dirigentes no estaban separados de su clan originario, ni de la comunidad local, no constituían una burocracia que acaparara de manera privada los medios de producción.
La inexistencia de la propiedad privada de la tierra, apropiación privada del suelo, resultaba importante en una sociedad en que la agricultura era lo esencial de la producción social.
La vida pacífica de los mbochi fue alterada por los conquistadores portugueses que implantaron el comercio de esclavos con destino a las plantaciones y minas de América y el Caribe.
Como otros grupos étnicos del África Occidental, los mbochi también fueron víctimas de la trata. Sin embargo, sus costumbres, tradiciones y laboriosidad sobrevivieron a la barbarie esclavista y colonial.


