México y Egipto
Marco Antonio Aguilar Cortés
Ocho turistas mexicanos asesinados en Egipto y seis compatriotas heridos. El conocimiento de este hecho, por motivos internos y externos, sacudió a México. Ante ese deplorable acontecimiento el presidente Enrique Peña Nieto se observó, en inicio, acertado y presto.
Ojalá que, siempre, todos los mexicanos que legal o ilegalmente viajen al extranjero sintieran la protección y el apoyo firme y humano de nuestro gobierno.
Así, con instrucciones precisas y en el avión presidencial, viajó a Egipto la secretaria de Relaciones Exteriores, Claudia Ruiz Massieu; y en su mensaje leído se le notó poco segura de sí misma, y más en algunas entrevistas posteriores.
Esa indecisión es explicable en quien se siente sorprendida por un inesperado suceso de filosas aristas, pero no justificable para un México con una tradición diplomática que aún tiene embajadores de gran calidad y experiencia.
Nuestra canciller viajó miles de kilómetros para tratar con un gobierno que quedó sin parlamento desde 2012, sin tribunales independientes, con el presidente Adelfatá al Sisi producto del golpe de Estado de 2013, y con Samah Shoukry, canciller de un gabinete que hace días acaba de ser cambiado por tener altos grados de corrupción.
Ya ha regresado al país nuestra secretaria con los seis heridos, agradeciendo a las autoridades egipcias su colaboración, describiendo como productivas sus reuniones, pues ambos gobiernos han externado su pésame, decidiendo “dar vuelta a la página de hechos traumáticos”, y acordando esperar las conclusiones de la investigación, antes de tomar decisiones apropiadas.
Y es tal la corrupción en Egipto que el hecho de los mexicanos lo han clasificado como terrorismo, supuestamente análogo a los casos de narcotráfico y crimen organizado que padece nuestro país, en donde también hay efectos colaterales cuyas víctimas siendo inocentes pagan, como justos, lo que no pueden liquidar los pecadores.
Con cinismo, Yasser Shaban, embajador de Egipto en México, afirmó hace días: “No sabemos quién mató e hirió a los turistas mexicanos. Nadie puede probar que fue el ejército”.
Sería lamentable que ese hecho sólo quedará dándole “vuelta a la página”, pues igual se haría con otros problemas que el gobierno mexicano tiene que enfrentar, como el de los hijos de mexicanos nacidos en los Estados Unidos, a quienes ampara la enmienda 14 de la Constitución de aquel vecino país, y a quienes está negando Texas varios derechos humanos por carecer, sus padres, de pasaporte y visa.
¡Cuidado!; si todo se resuelve dándole vuelta a la página, pronto no habrá vuelta, ni página, ni México.
