Huracanes, corrupción, linchamientos…
Marco Antonio Aguilar Cortés
Hagamos del mexicano un ser humano de altas miras y amplios horizontes que, por su capacidad y trabajo organizado, transforme lo malo en bueno.
Si nos azota el huracán más destructor de lo que va del siglo XXI, con ráfagas de viento y devastadores torrentes de agua, tendríamos que estar preparados para aprovechar esa enorme energía, y almacenar ese valioso líquido.
De esa manera a los desastres les sacaríamos provecho, determinando que los bienes obtenidos, por nuestra capacidad para reconvertir, se repartieran en beneficio de todos.
Si hemos generado el crimen organizado, que tanto daño causa, la inteligencia del mexicano debería trocar esos esfuerzos ilícitos, portadores de un mal, en asociaciones ágiles de empresarios y obreros productivos que aceleraran el constante desarrollo nacional.
Hemos sido un pueblo con adversidades; y si éstas se han dado y se siguen presentando, tenemos que prepararnos para transfigurarlas en logros.
Más cuando muchas de esas desgracias han sido programadas, rápida y furiosamente, por la ambición de extranjeros poderosos, a quienes debemos neutralizar y vencer, devolviéndoles la maldad de sus propias fuerzas.
José Vasconcelos (1882-1959) en La raza cósmica, Samuel Ramos (1897-1959) con El perfil del hombre y la cultura en México, y Octavio paz (1914-1998) desde su Laberinto de la soledad, con sus respectivos estilos, nos hacen observar al mexicano.
Y muchos talentos extranjeros nos han analizado, desde lejos y sin conocernos directamente, ofreciéndonos cómo se ve externamente nuestro rasgo nacional.
Carlos Marx (1818-1883) y Federico Engels (1820-1895) nos vieron, en su interés revolucionario y comunista, como una apetitosa y fácil presa de Estados Unidos, de Inglaterra y Francia.
Esos agitadores con formación científica señalaban: “En los yanquis encontramos sentimientos de independencia y de valor individuales desarrollados a un grado mayor que en los mismos anglosajones”; “los mexicanos han sido formados con vicios del español: flojera, grandilocuencia, fanfarronería, quijotismo, y faltos de solidez”; y, con objetividad y sin ningún sentimentalismo, observaban que “México está bajo el reinado de la anarquía desde los últimos cuarenta años”.
Para Marx y Engels, Inglaterra, Francia y España fraguaron desunir Estados Unidos de América, alentando una guerra civil entre el norte industrial de libertad, y el sur esclavista y agrícola; y ambos veían como la mejor alternativa para México el que fuera asimilado por los estados del norte, ya que obtendría desarrollo educativo y económico, auxiliando además a éste a triunfar sobre el sur reaccionario. Marx publicó lo anterior como corresponsal del New York Tribune.
Educación y economía siguen siendo claves para reconvertir huracanes, corrupción, miseria y anexas en algo bueno para México.
¡Ojalá, para ese fin, se contara con el gobierno!
