Aviso oportuno
Marco Antonio Aguilar Cortés
Ojalá tanto en México como en el mundo todos los problemas se fueran solucionando. Externo lo anterior como un deseo sincero, dispuesto a seguir trabajando personalmente para obtener este logro.
Sin embargo, se avizora que en nuestra realidad se agravan los viejos conflictos y se generan nuevas dificultades. En cambio, y en contrapartida, no se vislumbra ni el talento ni el trabajo organizado para hacer frente de manera eficaz a esos aprietos peligrosos a la vista.
Las economías mundiales, y la nuestra inserta en ellas, están a punto de desavenirse y disparatarse.
Las veinte familias mexicanas que, asociadas con capitales transnacionales, tienen en sus manos la mayor parte de la movilidad económica del país han venido jugando a vivir en el primer mundo, produciendo cada vez más gente en la miseria.
Hace unas semanas aprecié con mucho interés los recuadros caricaturizados que, bajo el título de La Familia Pulgón, publica en la revista Siempre! RRUIZTE, presentando diálogos atrayentes y simpáticos, de tipo humano, a través de una imaginada convivencia entre los insectos: “¿Dónde queda el primer mundo?”, cuestiona interesado uno de ellos; y el otro le contesta: “Debe estar junto a Macondo o cerca de la tierra de Peter Pan”.
Es decir, ese primer mundo para México está únicamente junto al realismo mágico, o cerca de la tierra de nunca jamás; pero por mi parte agregaría, permitiéndomelo el caricaturista, si es que proseguimos por el camino económico que marca la actual política oficial.
Ese modelo que hemos seguido nos lleva a que 60 millones de connacionales sean pobres sin ninguna esperanza de ascenso social; y ante esas dos decenas de familias mexicanas que cada día son más ricas, las que ya ni siquiera viven en México sino que tienen su residencia principal en el extranjero, nuestra miseria avanza.
Ese patrón de política económica vigente y generoso para la macroeconomía y para los macromillonarios es la gran fábrica de la corrupción, del crimen organizado, del narcotráfico, de los problemas políticos y educativos, y de gran parte de nuestros males.
Podría presentar datos duros de nuestras aprietos económicos, pero la lectura sería aburrida por los tecnicismos obligados.
Recurro, por ende, a lo recientemente afirmado por el papa Francisco desde Kenia, en relación con el mismo tema: “La violencia, los conflictos y el terrorismo, que se alimentan del miedo, la desconfianza y la desesperación nacen de la pobreza y la frustración”.
Y ese concepto nace del pueblo, y es bueno que el papa lo haya hecho suyo. ¿Quién no recuerda a Chespirito, en el escenario, cruzándose de manera impertinente ante los demás actores, quienes con terrible enojo de espetaban: “¡qué trais tú!”, y él respondía con cara consternada: “Mucha hambre”.
Sea, ése, un aviso oportuno: México y el mundo están atormentados por la miseria, en todos los sentido de esta frase.
