Cumbre de tres cancilleres
Claudia Ruiz Massieu, Stephane Dion y John Kerry, representantes de la política exterior de México, Canadá y Estados Unidos, respectivamente, se reunieron en Quebec, en días recientes.
Los tres cancilleres son clave para la buena marcha del Tratado de Libre Comercio vigente desde 1994; documento integrador proyectado para ir más allá de regular aranceles y facilitar intercambios mercantiles.
En el fondo, el plan era, entre otras cosas, enfrentar la boyante marcha de la Unidad Europa por parte de Norteamérica; sin embargo, sólo se ha quedado para abrirse esas naciones entre sí, bajo la última palabra y decisión de los dos más poderosos.
No puede marchar excelentemente, desde el inicio, un tratado de igualdad entre tres desiguales. Los dos más fuertes siempre resultan con mejores ganancias.
México ha tenido algunas ventajas con ese tratado, pero sus niveles de corrupción y la apertura ante los poderosos lo hizo más vulnerable.
El discurso diplomático de cada uno revela sus sentires. Kerry: “La relación con México es de absoluta importancia”. Dion: “El visado de Canadá para la población de nuestro socios será eliminado, finito, kaput”. Ruiz Massieu: “Los líderes norteamericanos son conscientes de que esta integración económica tiene que estar acompañada no sólo de facilidades al comercio sino también de una mayor movilidad de la población”.
Interpretamos en esencia las anteriores expresiones: México está unido a nosotros, por amor o por fuerza; requerimos buena y barata mano de obra de los mexicanos; si en el comercio nos aventajan, auxílienos admitiendo más migrantes mexicanos.
En energéticos, nuestros dos socios y vecinos del norte nos han afectado con su política. Por su planeación monetaria, los dólares gringos y canadienses han dejado en franca devaluación el peso mexicano, y otras monedas.
Ni siquiera podemos reclamar frente al presidente Enrique Peña Nieto, como se hacía con anteriores presidentes: quien devalúa se devalúa, pues hoy por hoy las devaluaciones de nuestra moneda han dejado de realizarse por decreto presidencial, y ahora se efectúan desde Estados Unidos.
Seguimos sujetos, desde el 27 de septiembre de 1821 que nacimos como país independiente, a nuestros inmediatos vecinos del norte, pero en 2016 dependemos más que nunca.
La economía mexicana es vagón “de absoluta importancia” para el moderno tren capitalista comandado por Estados Unidos. ¿Cómo frenar la devaluación del peso, si el dueño del dinero y de esa maquinaria que se rige por ambiciones especulativas y ganancias, por costos y beneficios, dispone el valor de nuestra moneda?
Ni siquiera tenemos bancos mexicanos; acaso Banorte. Nunca ha podido frenar el gobierno mexicano la salida de dinero, menos abiertos totalmente, con sedes centrales en el extranjero.
México, Estados Unidos y Canadá son los tres eslabones de una cadena económica, y la fuerza de la cadena se prueba en el eslabón más débil.
