Sistema Nacional Anticorrupción

 

 

Todos quieren ser amos y ninguno

el dueño de sí mismo.

Ugo Foscolo

Está muy cerca el Senado de culminar las negociaciones que permitirán la aprobación de las leyes reglamentarias que, de alguna manera, permitirán aplicar en la realidad nacional el Sistema Nacional Anticorrupción.

Debe reconocerse que se logró hace meses la aprobación de la ley general que establece el Sistema Nacional Anticorrupción porque muchas organizaciones no gubernamentales han estudiado, diagnosticado y hecho propuestas para combatir la corrupción.

Justo es reconocer también que los partidos políticos representados en el Congreso han retomado muchas de esas propuestas, como la secuela natural al esfuerzo de la ONG, lo cual ha propiciado la aprobación de la ley general y la discusiones actuales para conseguir la aprobación de las leyes reglamentarias.

Sin embargo, el proceso legislativo es un proceso político, el cual, como en toda democracia, debe conducirse en el órgano político por excelencia, en el Congreso de la Unión.

En una democracia con tanta pluralidad como la nuestra, en la cual coexisten puntos de vista e intereses distintos, con frecuencia contradictorios, los cuales deben reconciliarse cuando se trata de legislar.

Lograrlo exige el reconocimiento de las limitaciones de la política, las cuales están precisamente en la conciliación y reconciliación de todos los puntos de vista, de todos los intereses.

Por eso ayuda poco al éxito de las negociaciones en el Senado para aprobar las leyes reglamentarias del Sistema Anticorrupción que tantas organizaciones no gubernamentales presionen a los legisladores para imponer sus puntos de vista.

Cada ONG tiene objetivos limitados, los legisladores no pueden constreñirse a ellos, su visión tiene que ser más general, como corresponde a una nación con 120 millones de habitantes.

Los directivos de las ONG no deben confundirse. Tienen un rol específico en la sociedad, el rol de los fines de cada organización. Pero a ellos nadie los eligió para legislar.

No deben confundirse los papeles. El poder para aprobar las leyes no se les otorgó a ninguno de los dirigentes o miembros de las ONG. Ese poder, por medio del voto, sólo lo tienen los senadores y diputados.

Como sociedad democrática no podemos, no debemos aceptar ser sometidos al poder de los no elegidos.

 

                                            jfonseca@cafepolitico.com