Sin pena ni gloria
El destino es el que juega las cartas,
pero nosotros los que las jugamos.
Amber Schopenhauer
Faltan exactamente tres semanas para la celebración de las elecciones en doce entidades de la república. Eso significa la continuación de la actual guerra sucia en las campañas, la que algunos llaman elegantemente “campañas de contraste”.
Aunque las elecciones de gobernadores, alcaldes y congresos locales son esencialmente locales, durante las cuales se confrontan los grupos locales de poder y, a la larga, se resuelven localmente, a dos años de la elección presidencial se realizan esfuerzos por atraer la atención nacional.
Ocasionalmente lo consiguen, pero, en la realidad, a la mayoría de los ciudadanos no les interesa distraerse de sus asuntos cotidianos por elecciones puramente locales. Vamos, ni siquiera la elección del llamado “constituyente” para la Ciudad de México ha logrado emocionar.
Esto suelen atribuírselo al descontento social, al hartazgo. Es posible, en ciertos sectores de la sociedad, pero la realidad es que la inmensa mayoría de los ciudadanos tienen asuntos más importantes que atender, como son sus cotidianas actividades, tan lejos del activismo político.
Dentro de tres semanas, al conocer los resultados de cada una de las elecciones estatales, averiguaremos cuánto del ruido mediático de hoy ha sido sólo la preparación del terreno para que los perdedores impugnen los resultados ante las autoridades electorales.
Tiene muchos caminos. Por ejemplo, insistentemente el Consejo General del Instituto Nacional Electoral ha advertido que la mayoría de los candidatos y partidos están en falta por no entregar en tiempo real sus informes de gastos de campaña, como determina la ley. Para algunos ésa sería una salida, forzar la anulación de una elección porque el adversario no entregó sus informes de campaña o por rebasar el tope legal de gastos.
Sería una formula indirecta de anular una elección particularmente reñida. No sería la primera vez que por esta causa u alguna otra se anula una elección de gobernador y se fuerza a repetirla. Otra campaña y otra oportunidad de ganar.
Después de todo, la premisa del complejo andamiaje jurídico y legal de nuestro sistema electoral es que los conflictos poselectorales sean resueltos por las dos instancias electorales, primero por el INE y luego por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
O sea, se judicializan las elecciones. Sí, pero siempre será preferible que los conflictos electorales sean diriman ante las autoridades electorales y no dirimidos mediante violencia callejera. Y eso, digan lo que digan, ya es ganancia.
jfonseca@cafepolitico.com
