Los aparejos de guerra son los nervios de la paz. Joaquín Setantí

Al inaugurar la sesión ordinaria de trabajos de la XVII Legislatura constitucional, el presidente Carranza centró su discurso en el valor de la paz, no solo en el interior del país sino con las naciones amigas de México y, en particular, con Estados Unidos.

El mandatario que logró restablecer el constitucionalismo mexicano tras la barbarie de Huerta, al visualizar el agravamiento del conflicto bélico en los países europeos, acordó refrendar una vez más la neutralidad del Estado mexicano, asumida por Díaz en 1907, ante los países miembros de la Conferencia Internacional de La Haya, determinación soberana que, hace un siglo, Carranza asumió como propia en su escrito del 11 de febrero de 1917, enviando así un mensaje conciliador al gobierno de Estados Unidos, receloso de la filtración del telegrama Zimmermann, mensaje cifrado en el que el canciller alemán instruía a sus embajadores en Washington y México a proponer una alianza al gobierno de Carranza para recuperar los territorios arrebatados en 1847 y para enfrentar al vecino del norte a una guerra en su propio continente.

El gobierno preconstitucionalista de Carranza tuvo que resolver el gravísimo inconveniente que representó tal ofrecimiento —casualmente descifrado por la inteligencia británica y compartido inmediatamente a los norteamericanos— y, en consecuencia, no solo ratificó el carácter neutral del Estado ante los organismos internacionales, sino que vertebró su discurso en torno al irrenunciable compromiso mexicano de sostener la paz con sus vecinos continentales y con los países del resto del orbe.

En su rendición de cuentas, Carranza destaca que el gobierno argentino había accedido a ser sede de una reunión continental en Buenos Aires “para coordinar los esfuerzos de todas las naciones hispanoamericanas en favor de la paz y sin menoscabo de la dignidad ni de los derechos de los beligerantes”, invitación que fue aceptada por los gobiernos de Brasil, Chile, Uruguay, Perú, Colombia, Ecuador, Guatemala, San Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Haití.

El presidente precisó que el propósito del Congreso no era otro que el “estudiar los incidentes suscitados por la conflagración, tratando la situación planteada a los neutrales por la guerra para todas las naciones”.

Pese a los esfuerzos mexicanos, el Congreso de Neutrales fue aplazado; no obstante la derrota diplomática, Carranza no se amilanó y en su discurso expresó la convicción mexicana de “sentirse dichoso al prestar su desinteresado concurso para el restablecimiento de la armonía universal, y deseoso de contribuir a esta obra humanitaria”.

Nunca mejor aplicado el aforismo del militar catalán Joaquín Setantí que al hacer diplomático del astuto Carranza, pues, de modo ejemplar, él rehuyó la guerra en los aparejos de la paz.