Visto el actual estado de cosas es factible que para el 2024, los empresarios organizados intenten pelear la presidencia de la República; esa es una posibilidad. La otra es que traten de influir en la política de quienes contiendan por ella, a fin de que se produzca un cambio en el estado de cosas que prevalece.
Los empresarios saben que por sí no están en posibilidad de alcanzar la presidencia y que, para lograrlo, requieren de las franquicias partidistas vigentes y que éstas, en algún sentido, se han convertido en patentes de corso a disposición de quienes pueden pagar su apoyo o complicidad.
Es evidente que, si AMLO y Morena pretenden cambiar las instituciones electorales, es por cuanto a que prevén que el proceso electoral, en las actuales circunstancias, está fuera de su control y que el resultado de los comicios de 2024 les será adverso. Intentan, con las reformas, controlar el INE y el Tribunal Electoral y así lograr el registro de sus candidatos, a pesar de que ellos están impedidos legalmente para contender. De alcanzar la reforma electoral saben, además, que estarán en posibilidad de alterar el resultado de los comicios. No temen a la alternancia; le tienen pavor al hecho de tener que rendir cuentas de su fracaso.
Los empresarios tienen conciencia de que, si bien cuentan con líderes que los encabecen, estos no son carismáticos o no lo son mucho; ello implica, que en este momento no tienen a alguien que sepa transmitir un mensaje a la ciudadanía de manera ella lo entienda y acepte; que tenga un discurso que sea digerible para el grueso de la población; y, sobre todo, que esté dispuesto a acercarse a convencer a las clases bajas y hacerse entender por ellas. En una palabra, que sepa hablar a la gente de la manera que ella lo entienda, tomando en consideración su nivel cultural y que también esté dispuesto a hacer campaña a ras de tierra en todo el país.
Independientemente de lo anterior, los líderes empresariales, si bien pudieran contar con un programa económico, carecen de una propuesta política que ofrecer. Necesitan elaborarla, depurarla y consensuarla entre ellos. Ello implica muchos problemas. Una vez elaborada la plataforma política y económica intentar que sea aceptada por ellos. Hecho lo anterior, que sea difundida y aprobada por el grueso de los empresarios; enseguida debe ser dada a conocer a los líderes de opinión y de los partidos políticos susceptibles de ser invitados a participar en el esfuerzo común. El siguiente paso sería hacerla entender el grueso de la ciudadanía. Desde luego la propuesta debe ser diferente al que presentan los partidos en activo.
Comprometer a los líderes de los partidos políticos tradicionales con un proyecto consensuado representa muchas dificultades. Éstos tienen conciencia de que a la larga o a la corta, de triunfar el movimiento empresarial, serán desplazados del poder y que muy pocos de ellos sobrevivirán o podrán incrustarse en la nueva clase gobernante. Esta circunstancia inhibirá su participación, limitará su colaboración o dosificará su entrega a la causa.
Lo anterior implicaría, de inicio, algo imposible: que los políticos tradicionales y los líderes de los partidos políticos, reconozcan que su momento ha pasado; que a cambio de nada o de muy poco, deben renunciar a las posiciones más importantes y que se resignen a desempeñar un papel secundario o sin importancia. Los líderes del PRI, hallándose en un honroso cuarto lugar en la preferencia de los electores, después de Morena, PAN, Movimiento Ciudadano, pretenden imponer a la coalición de partidos candidatos a la presidencia de la República, al gobierno de la Ciudad de México, a las gubernaturas del Estado de México y Coahuila. Beatriz Paredes ha declarado, incluso, estar dispuesta a poner a disposición su experiencia. Eso indica que no tienen idea del estado de cosas político en que se encuentran; pone en evidencia el grado de mezquindad de que son capaces.
Para estar en posibilidad de contender, los empresarios, en forma paralela, deben recabar las pruebas que acrediten que los candidatos de Morena están incurriendo en actos anticipados de campaña, con vistas a impedir su registro o de impugnar los que se hagan. De la misma manera, deben recabar toda la información, buena y mala, respecto de quienes son mencionados como posibles candidatos de Morena, no solo para la presidencia de la República, sino también para las gubernaturas, senadurías y diputaciones en juego.
Esos políticos deben ser exhibidos por el apoyo que han brindado a: la militarización, al endeudamiento público, al derroche de los fondos públicos; por su negligencia en el combate a la delincuencia organizada, por la elevada tasa de homicidios dolosos e la irresponsabilidad con que se condujeron frente a la pandemia de COVID. Los errores y deficiencias de la 4T no pueden quedar impunes y sin ninguna consecuencia política para sus autores.
De integrarse la coalición y de llegar a un consenso respecto de un candidato común, ambos actos deben hacerse con la mayor publicidad, a fin de contrarrestar la promoción anticipada que Morena está llevando a cabo a favor de Claudia Sheinbaum y Adán Augusto López Hernández. La publicidad que se haga a la celebración de los acuerdos preliminares y a la designación del candidato común, difícilmente pudiera ser encuadrados en actos de precampaña prohibidos por la Ley.
Siguiendo el consejo de Maquiavelo, los empresarios saben que tienen que acreditar ante la ciudadanía a dos o más prospectos propios, que sean susceptibles de ser presentados como candidatos a la coalición de partidos que se forme, en la inteligencia de que los líderes de ellos insistirán en que tiene candidatos propios que pueden ser ganadores. Es en esta etapa donde las negociaciones se pueden dificultar y, eventualmente, romper. De inicio los empresarios tienen dos buenos candidatos: Claudio X González y Gustavo de Hoyos.
Dados los ataques provenientes de AMLO y Morena, los mensajes contenidos en los editoriales y en las caricaturas políticas, todo parece indicar que esos sectores ven como el más viable, con beligerancia y programa a Claudio X González; éste tiene mucho que ofrecer: sabe derecho, tiene conciencia de que la ley es para respetarse, no puede se acusado de ser corrupto, ambicioso, de tener diarrea verbal. Representa un programa político que nunca se ha experimentado en el ejercicio del poder: el empresarial. Entendido como el gobierno en poder de quienes producen empleos y riqueza.

