Adriana Cortés Koloffon

Profesionales y aficionados La profesionalización de la traducción literaria en México cobra cada vez más auge. Desde hace veintiún años tiene lugar el Encuentro Internacional de Traductores Literarios que cuenta con un gran número de asistentes: estudiantes, profesores e interesados en el oficio de la traducción. Sucede que en nuestro país son escasos los encuentros de este tipo que convocan a especialistas sobre la materia. Se han abordado, entre otros, los temas de la traducción de las literaturas poscoloniales, la problemática de traducir las fronteras, la situación profesional del traductor en América Latina, la traducción y su vínculo con la creación. Durante la vigésima emisión se constituyó la Asociación Latinoamericana de Estudios de Traducción e Interpretación (ALAETI), destinada a agrupar a los investigadores y docentes de la traducción que trabajan en distintos centros universitarios del país y del continente. Las instituciones organizadoras del Encuentro Internacional de Traductores Literarios son el Centro de Lenguas Extranjeras, la Facultad de Filosofía y Letras y la Dirección de Literatura de la UNAM; la Universidad Intercontinental; El Colegio de México; y el Instituto Francés de América Latina donde se puede cursar la licenciatura o la maestría en traducción. ¿En qué se distingue la traducción literaria de la que no lo es? ¿La traducción es un oficio o una profesión? ¿El traductor es un traidor? ¿Es necesario conocer profundamente tanto la cultura y la lengua de la que se traduce, como la cultura y la lengua a la que se traduce? O ¿basta con conocer la lengua de la cual y a la cual se traduce? Todas estas son preguntas que los traductores se plantean constantemente. Se sabe que entre los profesionales que cursaron la carrera de traducción no todos son buenos. También ocurre lo contrario: hay traductores aficionados que han hecho traducciones literarias que denotan un amplio conocimiento de ambas lenguas y culturas: de la que se traduce y a la cual se traduce. Hay quienes traducen de manera literal el texto; otros hacen un trabajo de interpretación del significado además de escuchar con oído de músico la sonoridad de las palabras traducidas al otro idioma, sobre todo, cuando se trata de poesía. Entre los traductores no profesionales (que no cursaron la carrera de traducción) puede mencionarse a Octavio Paz, José Emilio Pacheco, Miguel Ángel Flores y al poeta y ensayista, republicano español, Vicente Gaos. Publicaciones En México son pocas las publicaciones sobre la teoría de la traducción literaria y los distintos modos de practicarla. De publicación reciente es el libro: Traductores y traducciones en la historia cultural de América Latina (Dirección de Literatura, UNAM, 2012). Bonilla Artigas Editores, en coedición con el Conaculta, publicó también en 2012 el primero de una serie de volúmenes que se destinarán a la reflexión de diversos traductores acerca de sus experiencias al enfrentarse con novelas, cuentos y poesía que han vertido al español desde otros idiomas: inglés, francés, japonés, árabe e inclusive ruso, en el caso de Selma Ancira, quien obtuvo este año el Premio de Traducción Literaria Tomás Segovia. Aquí incluyo algunos testimonios de traductores extraídos de este libro titulado De oficio, traductor. Panorama de la traducción literaria en México: Tomás Segovia: La traducción yo creo que es una artesanía. Ni siquiera es una profesión, sino en todo caso un oficio. Nair Anaya: Pero finalmente, la traducción también es un arte. Depende mucho del grado de conocimiento que el traductor tenga de las lenguas con las que trabaja y de la disciplina específica, pero yo diría que la traducción está entre los dos. Mónica Mansour: Ahora, el requisito fundamental para un traductor literario es entender y reconocer con qué recursos se ha creado esa obra literaria, porque si no los reconoces, no los puedes reproducir. Si no oyes las aliteraciones, las rimas, el ritmo, si no reconoces las imágenes, si no reconoces las repeticiones, aunque sean distantes, no las puedes reproducir. Flora Botton Burlá: Aparte de la disposición para escribir bien y de tener una gran cultura —pero son dos grandes culturas: la propia, la de la lengua a la cual traduces, y la de la lengua de la cual traduces—, tienes que poder entender no sólo las palabras, sino reconocer el subtexto, reconocer el hipertexto, para tratar de dar los mismos valores o algo equivalente, si puedes. Alejandro Zenker: Tú puedes estudiar una licenciatura, terminar los cuatro años de licenciatura, pero no eres traductor por haber estudiado esos cuatro años. Apenas sentaste bases y esas bases ahora las tienes que poner a prueba. Uno se va forjando como traductor a lo largo de muchos años de vida. Rosario Martín Ruano (no incluida en el libro citado): La consolidación de las licenciaturas en Traducción en España ha tenido el efecto de incorporar a numerosos licenciados en traducción al ámbito profesional de la traducción literaria, donde también trabajan numerosos profesionales que han accedido a la profesión por otras vías, por no existir previamente estudios de licenciatura específicos de traducción o por tener otros bagajes convenientes y necesarios para el desempeño de la traducción profesional en sus numerosísimas vertientes, disciplinas y parcelas. Selma Ancira, traductora del ruso, cuyas traducciones de la obra de Marina Tsvietáieva son notables, opina que la traducción “es un bello oficio” y no encuentra diferencias entre un traductor profesional y un aficionado: “No hay mejor o peor. Tan bueno puede ser uno como el otro. A mí, la experiencia me dice que uno aprende a traducir traduciendo. Yo estudié filología rusa en la Universidad Estatal de Moscú. Para traducir, para trasladar una cultura ajena a la propia, se necesita, además de conocer bien la lengua de la que se traduce, conocer bien la cultura, la historia, los usos y costumbres”. Tres antologías del 2012 Existen tres antologías publicadas por el FCE en el 2012 muy recomendables: Paisaje caprichoso de la literatura rusa (antología de obras de Pushkin, Gógol, Chéjov, Bulgákov y Tsvietáieva, entre otros escritores; prólogo de Juan Villoro y traducción de Selma Ancira); Aforismos de Georg Christoph Lichtenberg (edición y traducción de Juan Villoro), una reimpresión de la primera edición publicada en 1989. Traslaciones. Poetas traductores 1939-1959 (Tedi López Mills, compiladora) contiene traducciones de José Emilio Pacheco, Elsa Cross, Alberto Blanco, Gloria Gervitz y Carlos Montemayor, entre otros autores. En esta antología es posible comparar distintas traducciones al español, de un mismo poema. He aquí tres versiones del francés a nuestra lengua, de los primeros versos de “Yo soy el Tenebroso —el Viudo—, el Desconsolado” de Gérard de Nerval: Elsa Cross: “Yo soy el Tenebroso —el Viudo—, el Inconsolado, / Príncipe de Aquitania de la Torre abolida: / Mi sola Estrella ha muerto —mi laúd constelado / Lleva hoy el Sol negro de la Melancolía”. Homero Aridjis: “Yo soy el Tenebroso —el Viudo—, el Desconsolado, / El príncipe de Aquitania de la torre abolida: / Mi sola estrella ha muerto, y mi laúd constelado / Lleva el Sol negro de la Melancolía”. Francisco Serrano: “Yo soy el Tenebroso —el Viudo—, el Desolado, / Príncipe de Aquitania cuya Torre es ería: / mi única Estrella ha muerto —mi laúd constelado / el negro Sol ostenta de la Melancolía”. A usted, ¿cuál le gusta más?