Charla con  Fernanda Melchor/Autora de Falsa liebre

Eve Gil

Falsa liebre (Almadía, México, 2013) resulta una novela debut bastante dura para una autora tan joven como Fernanda Melchor, nacida en Veracruz, en 1982. Pocas veces un autor novel consigue un producto tan brutal, contundente e intimidante para quienes se atrevan a poner en duda su oficio literario.

Graduada en periodismo por la Universidad Veracruzana y diplomada en ciencias políticas por el Institut d Études Politiques de Rennes, no puedo evitar preguntarle a Fernanda si su experiencia como periodista influyó en tocar un tema tan difícil como la prostitución infantil, el incesto y, en general, el proceso de maduración de los jóvenes en situación de calle.

“Fue más bien al revés —aclara la ganadora de la primera emisión del virtuality lterario Caza de Letras en 2007—. Desde muy joven tengo una fascinación por las historias y los ambientes densos, y quizás la decisión de estudiar periodismo viene de ahí. De niña fui un ratón de biblioteca que vivía a través de las novelas y los comics, pero cuando llegué a la adolescencia y conquisté mi derecho a andar de vaga, me juntaba con muchos chavos que se parecen a los personajes de mi novela. Vivían situación más o menos similares, y me gustaba escucharlos y tratar de hallarle sentido a todo eso que vivían”.

Quizá por ello Fernanda eligió originalmente estudiar sociología, “pero sólo aguanté un semestre. Me di cuenta que no era lo mío cuando me pidieron formular un proyecto de investigación y me inventé todo un rollo documental de hijos que golpean a sus padres”.

Nota roja

Le pregunto a Fernanda si aquellos amigos a quienes le gustaba escuchar tenían algo de Andrik, el efebo de catorce años que se alquila a viejos degenerados… o de Zahir, su protector y “hermano”, apenas algo mayor, que se ve orillado a asesinar para sobrevivir… o Pachi, que a sus diecinueve años ya carga sobre los hombros la responsabilidad de un padre de familia y proveedor absoluto de una familia cuya esposa es mucho mayor que él.

“Constantemente hago una defensa de la nota roja como un excelente medio para conocer la naturaleza humana, y es por ello que grandes obras de la literatura pueden resumirse en sus titulares. En realidad la nota roja, como género periodístico, es más bien una mala manera de contar una buena historia: una manera apresurada, estereotipada, prejuiciosa y poco original de contar ciertos hechos en que los seres humanos nos vemos envueltos por culpa de emociones universales: el amor y el desamor, los celos, la venganza, la codicia, el sufrimiento, el deseo de autoaniquilación, el deseo a secas”.

Falsa liebre

“Me gusta, sí, trabajar con emociones duras, difíciles de digerir. Me gusta la intensidad y no le saco la vuelta. Esto es en parte porque la literatura que a mí me gusta es justamente esa que hace sentir, la que remueve mi interior de y despierta sensaciones que preferiría olvidar: justo ese es el tipo de efecto que busco producir”.

Las drogas son una necesidad

“Se tiende a culpar a las drogas de todos los males de la sociedad. Los personajes de Fernanda, por supuesto, las consumen con la misma asiduidad —o más aún— con que comen o sueñan, y por cierto no son peores que los adultos que los explotan”.

La autora declara sin ambages que “en el mundo en que vivimos las drogas de cualquier tipo ya son una necesidad”.

Y aunque difícilmente llegaremos a ver el asunto de la pedofilia como algo “normal”, Fernanda muestra el genio narrativo necesario para presentarlo como parte de la cotidianidad, sin que el lector deteste la novela:

“Tomo la pedofilia para ejemplificar un polo extremo en las relaciones de dominio y explotación. El hombre usa al chico, pero el chico también usa al hombre, y la violencia, en distintos grados y formas, se ejerce para los dos lados, se justifica, se soporta o incluso se desea. Llevé al extremo ese tipo de relaciones desiguales pero extrañamente homeostáticas en las que muchos vivimos, especialmente muchas mujeres, en parte debido a esta educación sentimental de balada pop que nos dice que el verdadero amor debe estar por encima de la integridad individual, el famosísimo «siento que te quiero más que a mí»”.

IMG_5288

Choque de adultos y jóvenes

Por otra parte, sigue siendo común —pese a tanta información en los medios— toparse con jóvenes como el Pachi, que tienen edad para jugar Nintendo y ya tienen que hacerse cargo de una familia:

“Y sin embargo, para muchos chavos casarse es una forma de independizarse (al menos moralmente) del hogar paterno, una forma para que la sociedad lo reconozca como adulto sin forzosamente serlo”.

“¡Yo me salvé! —declara con alegría— pero vengo de una familia en donde las mujeres tienen hijos muy jóvenes: mi madre me tuvo por ahí de los 18 años; mis dos abuelas ya eran madres antes de los 16. Y todas lo hicieron para escapar de hogares que consideraban asfixiantes”.

¿Es real mi percepción de que en esta novela hay dos mundos que chocan frontalmente, que son el de los adultos y el de los jóvenes? Y no necesariamente se trata de un dilema generacional:

“Me gusta tu interpretación; podríamos decir que sí, que en la novela el mundo adulto es el mundo de la dominación, y el mundo de los chicos el de la subyugación, la indefensión. Que para ellos crecer y convertirse en adultos es interiorizar un libreto de dominación hacia los otros. Pachi y Zahir son los que mejor comprenden esta lección: madurar es destruir al otro, al opresor. Andrik y Vinicio, en cambio, prefieren disolverse antes que entrar en ese juego.

¿Realizó Fernanda Melchor trabajo de campo para reproducir con tal fidelidad el ambiente en que se desarrolla Falsa liebre?

Influencias literarias y proyectos

Fernanda reconoce entre sus influencias literarias a Cormac McCarthy, William Faulkner, Capote, al Bukowski de HamonRye, al Fante de Thebrotherhood of the grape “o ya poniéndonos más locos, a Nabokov y a José Donoso.

“Y hay otro tipo de influencia que viene dada por el qué contar, no tanto por el cómo; es decir, literatura que me inspiró o influyó en cuanto a la temática: aquí pondría a A.M. Homes y a Dennis Cooper en el asunto de la perversión sexual, pero sobre todo a Agota Kristov, Harper Lee y J.T. Leroy (tres escritoras que admiro muchísimo) por el tratamiento tan valiente y atinado que le dan a las emociones más indigestas.

Fernanda pretende iniciar el próximo año escribiendo cuatro novelas cortas con historias bastante negras, que tendrán el trópico por escenario:

“También me gustaría clavarme más a hacer ensayo, y por supuesto, seguir escribiendo periodismo narrativo. Preparo un perfil extenso sobre el fotógrafo de nota roja Enrique Metinides que se publicará en diciembre en una conocida revista literaria”.

Fotos: Almadía y cortesía de Fernanda Melchor