Lectura de los “cantares mexicanos”
José Emilio Pacheco
El llanto se extiende
gotean los lágrimas
allí en Tlatelolco,
(Porque ese día hicieron
una de las mayores crueldades
que sobre los desventurados mexicanos
se ha hecho en esto tierra.)
Cuando todos se hubieron reunido,
los hombres en armas de guerra.
los hombres que hacen estruendo,
ataviados de hierro
fueron a cerrar las salidas.
las entradas, los pasos.
(Sus perros van por delante,
los van precediendo.)
Entonces se oyó el estruendo,
entonces se alzaron los gritos,
Muchos maridos buscaban a sus mujeres.
Unas llevaban en brazos a sus hijos pequeños.
Con perfidia fueron muertos,
sin saberlo murieron.
Y el olor de lo sangre mojaba el aire
Y el olor de lo sangre mojaba el aire.
Y los padres y madres alzaban el llanto.
Fueron llorados.
se hizo la lamentación de los muertos
Los mexicanos estaban muy temerosos:
miedo y vergüenza los dominaban.
Y todo eso posó con nosotros.
Con esta lamentosa y triste suerte
nos vimos angustiados
En la montaña de los alaridos,
en los jardines de lo greda
se ofrecen sacrificios
ante la montaña de las águilas
donde se tiende la niebla de los escudos.
Ah yo nací en lo guerra florida,
yo soy mexicano.
Sufro, mi corazón se llena de pena.
Veo la desolación que se cierne sobre el templo,
cuando todos los escudos se abrasan en llamas.
En los caminos yacen dardos rotos.
Las casas están destechadas.
Enrojecidos tienen sus muros.
Gusanos pululan por calles y plazas,
Golpeamos los muros de adobe
y es nuestra herencia
una red de agujeros.
Esto es lo que ha hecho el Dador de la Vida
allí en Tlatelolco.
(La Cultura en México, núm. 351, 6 de noviembre de 1968, p. VI)