Erick Ampersand

Mucho se ha hablado del amor eterno, pero hoy abordemos el amor efímero. Tomaré como punto de partida la novela Como amigo, del escritor Forrest Gander (Estados Unidos, 1956), autor finalista del Premio Pulitzer en 2012, cuya obra recién fue publicada por la editorial Sexto Piso.
En este libro el elemento central es la atracción, ya sea como una forma de amistad entre los hombres del pueblo, o bien, como un deseo sexual por parte de las mujeres, en especial dirigido hacia Les, protagonista de esta historia. Se trata de un verdadero hombre-imán, pues frente a él no hay más que dos opciones, girar en su órbita como rehén de su lámpara, o evadirlo y criticarlo, rechazando de tajo su influencia y a quienes lo imitan. Entre estos dos polos está Clay, viejo amigo de Les, quien no carece de envidias. Es uno de esos tipos que admiran tanto, que en realidad odian. Ciertos hombres llevan una relación parecida a la de los leones en la manada, agachan la cabeza mientras el alfa domina, pero apenas un error y viene la quijada.
Podría escribir que Cora y Les son algo más, puesto que los votos realizados dan seriedad a sus encuentros, pero eso sería tan absurdo como decir que todos los que se aman, están casados. “Hasta que la muerte los separe…” es una frase que siempre me sonó mezquina para el verdadero amor. Cora y Les están prometidos hasta el último día de su vida, pero Les y Sarah, ocultos a la mirada pública, se amarán incluso por encima de la muerte. Sarah es la otra y uno pensaría que esto la convierte en un amor fugaz, tan efímero como la noche en donde todo sucede; bajo esta misma lógica, Cora sería el amor eterno, sacralizado por el ritual y bien visto por todos. Sin embargo, Gander parece mostrarnos el lado opuesto, uno en donde el amor para siempre, no es aquel que se consolida, sino por el contrario, ese que por su cualidad de imposible, jamás se termina de anhelar.
Amar es no morir del todo. La clandestina noche de los amantes, sirve de refugio para sus penas. Sarah y Les proyectan sobre la pared sus sombras y ella cabe dentro de él. Luz y sombra, amores que no pueden mostrarse durante el día, pero que no por ello dejarán de existir por la mañana. Tras las siluetas negras, ella está en su interior y se siente protegida, él la acaricia sin tocar la piel y por fin son uno mismo. En la parte final del libro, Sarah cuenta sus sentimientos hacia Les de una forma muy parecida al réquiem. Es notoria la armonía rítmica de sus palabras y el decantar pausado de sus emociones. En esto reside buena parte del talento narrativo de Gander, poeta en primer grado, quien sabe escanciar los sonidos y silencios sobre cada página. La formidable traducción de Pura López Colomé, conserva y reafirma estas vetas del lenguaje. Algunos noviazgos sólo pueden fracasar, pero en su derrota nos revelan la esencia misma del amor, un intento constante a pesar de la memoria.
Hay amores tan efímeros como un ritual de matrimonio y otros tan perennes como una infidelidad vuelta costumbre. Me quedo con la noche esencial, esa noche primigenia en donde los seres se unen, y son sombra sin nombre, ni historia, ni apellido. Habrá las parejas que vivan juntas y repitan ese momento como en un simulacro, pero habrá también aquellas otras, que separadas por el tiempo y por el mundo, tan sólo puedan recuperarlo en la memoria. Al final, esto también las hermana.
Todos los amores son tan eternos como la noche que los vio nacer.

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