Josefina Morales

No es común conocer a una mujer que en este año, 2014, cumpla 100 años. No es común tener en las manos unas memorias de vida contadas por ella misma, recogidas y presentadas por Manuel Diego, un joven historiador, y menos común cando esa mujer, Manuela, ha sido una mujer comprometida, solidaria con las luchas revolucionarias y democráticas de Nuestra América y Nuestro México, una mujer creadora cotidiana de una rica, amorosa y cálida vida familiar, madre de uno de los más importantes líderes del movimiento estudiantil mexicano de 1968.

Manuela Garín atraviesa un siglo explosivo: nace en Asturias, España, al iniciarse la Primera Guerra Mundial y con sus padres llega a Cuba a la edad de tres años y en los treinta, en medio de la crisis mundial del 29 y de la dictadura cubana de Machado emigra a México, en donde vive desde 1932 a través de una rica y variada residencia en diferentes estados de la República. Española de nacimiento, la solidaridad con la Revolución Española y el exilio que llega a México durante la Segunda Guerra Mundial está siempre viva a lo largo de su vida, así como la identificación plena con la Revolución Cubana y con las luchas sociales mexicanas.

El saber contar de Manuela sus recuerdos los convierten en cálidos y sencillos testimonios, amorosos, transparentes… Desde su primer recuerdo del mar océano que atraviesa cuando niña: la imagen instantánea de la ballena herida, de los pájaros que del mar remontan al cielo; de los bonos de una mina en Pinar del Río, Cuba, seguramente estadounidense, que la empresa entregó a su padre por el pago que había hecho a sus trabajadores al cerrar y que su madre había guardado como un tesoro que heredó a la hija y que Manuela con su marido Raúl, devolvieron treinta años después a la Revolución Cubana; el infinito recorrido en carro-autobús-tren de Ensenada a Tijuana a Culiacán-Guadalajara-México, pasando por Nogales…

Los personajes que pasaron por la casa familiar, de la madre y la de su propia familia, son incontables: Alfonso Zelaya, único mexicano que participó en la expedición del Granma; Mariano Rodríguez, pintor cubano; Guillermo Garcés, viajero incansable y autodidacta estudioso de la política mexicana, Bola de nieve, Mercedes Sosa… Como incontable fue su solidaridad humana: solidaridad con doña Leocadia Felizardo, la madre de Luis Carlos Prestes, de la solidaridad de su marido, Raúl, ambos miembros del partido comunista, con los revolucionarios latinoamericanos…

Casa abierta a los compañeros, los amigos, de los padres y los hijos, los sobrinos…

Manuela, inteligente, formación heredada de los padres, del aprendizaje de las matemáticas a la ciencia y el lenguaje. Acreditó la secundaria en México en un año, cuando todavía no existía ni de lejos la enseñanza abierta. Estudió Matemáticas en la Facultad de Ciencias de la UNAM, cuando era Escuela en pleno cardenismo, en 1937. Y de trabajos diversos de calculista, investigadora y profesora encontró su vocación: maestra de matemáticas de todos los niveles, destacando la preparatoria y la facultad, de ingeniería y de ciencias; colaboró en una propuesta para modernizar la enseñanza de las matemáticas en primaria y secundaria y en la elaboración de libros de texto. Maestra emérita de la Facultad de Ingeniería de la UNAM a los 75 años de edad, en 1989.

La participación de Manuela en el movimiento estudiantil de 1968 es un testimonio imprescindible que invitamos a conocer. Fue como maestra y, sobre todo, como madre, madre, repetimos de uno de los principales dirigentes del 68, y madre de todos los presos políticos, a los que con una enorme voluntad, de Madre Coraje, dijo Elena Poniatowska, defendió y logró su liberación.