Sin límite de presupuesto, la difusión presidencial

Félix Fuentes Medina

Por gastos mediáticos, desde la elaboración de discursos y su lectura bajo luces intensas y la difusión en gigantes pantallas, no ha quedado. Pero el clic entre sociedad y gobierno sigue en el viento.

Medios del poder de The Washington Post, The New York Times y The Wall Street Journal de Estados Unidos coinciden con el británico The Economist sobre la popularidad a la baja del presidente Enrique Peña Nieto.

Según The Economist, Peña Nieto es un reformador carismático, pero con un grave problema de imagen. La mayoría de los mexicanos no cree que las 11 reformas y los 85 cambios constitucionales ayudarán a crecer rápido el país.

Medios internacionales y de nuestro país indican que más de 50% de la población, la pensante, está más preocupada por el fracaso de la economía que por efectos de la delincuencia. “Todos quieren escuchar que la economía está mejorando”, publicó The Economist.

Debido a esa situación, Peña Nieto dijo en su Segundo Informe que viene “un cambio de mentalidad a un cambio cultural”.

También afirmó que “México ya cambió, ya es otro”. Y sus críticos hablan del cambio en declive con 60 millones de pobres, 26 millones en el comercio informal y más de 2 millones 800 mil desempleados. Amén de los millones de afectados por la inseguridad pública.

Es clara la conformación diaria de frases y conceptos como el de “México en movimiento”. Pero el pueblo se comporta indiferente a cuanto ha dicho el presidente en 48 horas de discursos, del 1 de enero al 15 de agosto pasados, de acuerdo con las cuentas de Grupo Milenio.

Molestan las estadísticas al secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio, quien a su decir el presidente Peña Nieto no trabaja con encuestas en mano, ni en función de crisis de popularidad.

Sin embargo, no hay jefe de Estado que ignore los afectos o desprecios de sus gobernados. Nicolás Maduro, el presidente de Venezuela, no ha de sentirse en un lecho de rosas por cuanto le reprochan sus paisanos.

Desde la campaña de Peña Nieto fueron asumidas reglas extraordinarias para difundir cada evento. Siete hombres y mujeres elaboran sus discursos, 40 conforman el equipo de televisión, entre ellos cuatro camarógrafos expertos en la toma de imágenes y ángulos espectaculares. Dos productores dirigen a ingenieros en sonidos que intercalan efectos musicales, antes y después de cada mensaje presidencial.

En ese desempeño son utilizados los equipos más sofisticados, como las súper cámaras Nikon y Canon, sin faltar los lentes gigantescos para “trabajos de seguimiento” y una Sony propia para películas de largo metraje.

Las filmaciones son sin límite de costos y tuvieron un valor de 36 millones de pesos en la campaña priista de 90 días.

Lo ha de saber Osorio y también que no hay límites en presupuestos de difusión de actividades del gobierno, incluidas las suyas.

¿La distancia con el pueblo no está relacionada con la difusión de discursos e imágenes en pro de la popularidad oficial? ¿O será que el gran montaje lo perciben los ciudadanos y es motivo de su frialdad con el gobierno?

En el Informe de Palacio Nacional, ahora sin el “honorable Congreso de la Unión”, fueron instaladas cuatro gigantescas pantallas de televisión que impactaron a mil 600 invitados.

Los escoltas y choferes de los invitados usaron el Zócalo como estacionamiento y se perdió la oportunidad de ver limpia a esa plaza, por una vez, desde que los perredistas la usan para todo género de politiquerías y pachangas.

¿Era necesario cerrar Cinco de Mayo, Madero, 16 de Septiembre, 5 de Febrero y Pino Suárez para el Informe a puertas cerradas?

¿No incide todo esto en la escasa popularidad? Que diga el señor Osorio sí o no.