Conquistas laborales

 

 

La función del Estado social

es preservar la solidaridad humana.

Zygmunt Bauman

 

 

José Alfonso Suárez del Real y Aguilera

Hace una centuria, en la madrugada del 11 de febrero de 1915, un grupo de dirigentes de la Casa del Obrero Mundial, cooptados por Álvaro Obregón, acordaron concertar un pacto político con el Ejército Constitucionalista.

Esa controvertida decisión dio un giro radical a la neutralidad asumida por el movimiento obrero en la “pugna civil” entre convencionistas y constitucionalistas, y fue resultado de acciones contundentes emprendidas por el general sonorense a favor de los trabajadores, como lo fueron la expropiación de la Empresa Telefónica y Telegráfica Mexicana, o la creación de la Junta Revolucionaria de Socorro, institución impulsada por el pintor Gerardo Murillo, la cual atemperó la crisis inflacionaria y la escasez de productos de subsistencia en apoyo de los obreros y sus familiares sujetos al desempleo provocado por la guerra intestina y por una abusiva embestida por parte de los acaparadores.

La estrategia de los constitucionalistas por granjearse la simpatía de la clase obrera se expresó en la decisión carrancista de entregar el templo y convento de Santa Brígida, ubicado en las calles de San Juan de Letrán, a la Casa del Obrero Mundial, para que ahí organizaran su sede en sustitución de la humilde morada de la calle de Matamoros 105, que fue ocupada desde 1912 por sus fundadores: Rosendo Salazar, Celestino Gasca, Antonio Soto y Gama, Gutiérrez de Lara, Manuel Sérbica y Pioquinto Roldán, junto a Moncaleano y a los españoles Eloy Armenta, Pandelo, Casimiro del Valle, José Colado y los hermanos Sorrondegui, quienes la habían habilitado como un activo centro de reclutamiento, de educación laboral y de discusión ideológica.

El conjunto de acciones emprendidas por los carrancistas logró cooptar a un grupo de dirigentes obreros, quienes, contrariamente al precepto pacifista del Movimiento Mundial de Trabajadores, decidieron involucrarse en acciones de guerra apoyando a uno de los grupos beligerantes, creando para ello seis batallones del proletariado que le fueron encomendados al coronel Ignacio Henríquez, el cual los integró a los activos del Ejército Constitucionalista comandado por Venustiano Carranza.

La esperanza de alcanzar la justicia social pregonada por sus dirigentes, animó a más de ocho mil trabajadores a integrarse a los Batallones Rojos, formaciones militares que participaron en importantes batallas, algunas ganadas a costa de cuantiosas pérdidas de vidas para el movimiento proletario articulado en torno a la Casa del Obrero Mundial.

Es muy lamentable constatar que a cien años de aquel histórico compromiso obrero por defender la Constitución de la República, nuestra clase trabajadora haya perdido sus más significativas conquistas laborales en aras de la corrupción sindical y de una política de desarticulación del Estado social cuya función debe ser, como lo afirma el sociólogo polaco Zygmunt Bauman, preservar esa solidaridad humana que fue el origen de los Batallones Rojos de trabajadores mexicanos.