Entrevista a Alma Domínguez | Hija del compositor Alberto Domínguez

Jacquelin Ramos

Hecho esclavo en Italia, el escritor latino Publilio Siro se ganó, gracias a su talento, la libertad que le otorgó su propio amo por lo que decía que “el ignorante está muerto antes de morir, y el hombre de talento vive aun después de muerto”. Por ello, a 40 años de su deceso, la obra del gran pianista, compositor y director de orquesta Alberto Domínguez Borras (1906-1975) está vigente. La inspiración siempre a flor de piel del artista sigue apoderándose de intérpretes a escala mundial.

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Dentro de su vasto repertorio, en la época de oro de la canción romántica, dos de sus obras legendarias le dieron las mayores satisfacciones: Perfidia y Frenesí; durante muchos años fueron interpretadas en varios idiomas y por las voces más conocidas de la segunda mitad del siglo XX. Melodías que han sido grabadas en todo el orbe, en diferentes ritmos, incluyendo el rock y el jazz.

La manera de conducirse del compositor chiapaneco en su lucha por la defensa de los derechos de autor y el éxito de sus temas constituyeron la fuerza para que, por primera vez, se abriera la puerta para la música mexicana en Estados Unidos y el inicio de su internacionalización, señaló en entrevista exclusiva para Siempre! Alma Domínguez, hija del también “musicalizador de la Segunda Guerra Mundial”.

Sin embargo, apuntó, el pueblo mexicano le da poco valor y difusión a las composiciones del artista, nada comparable con el reconocimiento que le dan otras naciones, como el caso del país vecino del norte.

 

Musicalizador de la guerra

¿Cómo fue la vida del gran compositor?

De su infancia mi padre nos platicaba muchas cosas. Fue el cuarto hijo del prolífico matrimonio entre Abel Domínguez —profesor de piano— y Amalia Borraz —nieta del creador de la marimba de doble teclado—, tuvieron 18 hijos, aunque sólo sobrevivieron 10, de los cuales siete destacaron como artistas, entre ellos Alberto Domínguez Borrás (él cambió la escritura de su segundo apellido).

A raíz de la violenta época posrevolucionaria que se vivía en Chiapas, llegaron los hermanos Domínguez Borraz a la ciudad de México desde muy pequeños, mi padre tendría unos 13 años, pero antes de salir de su hermoso estado y a pesar de su corta edad —nueve años—, ya había compuesto canciones para la tierra que lo vio nacer, una de ellas fue Viva la feria, para la verbena anual de San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Desde entonces se percibía que el pequeño Alberto contaba con lo que se conoce como “oído absoluto”, la capacidad de distinguir con exactitud una nota musical, correspondiente a una frecuencia.

Cerca de sus 18 años, ingresó en el Conservatorio Nacional de Música, el plantel más prestigiado de México. Gracias a ello y al maestro Torreblanca tuvo la oportunidad de viajar a Europa para realizar una gira de conciertos junto con otros compañeros del conservatorio. Sin embargo la fortuna no estuvo de su lado, a su llegada a Alemania se encontraron con que los contratos no estaban en regla, se quedaron sin presentaciones y sin dinero. No obstante, Alberto convirtió la calamidad en una gran aventura; mientras los demás músicos se concentraron en buscar la manera de volver, él se independizó y encontró trabajo como pianista, tocando música tropical y el famoso jazz, que comenzaba. Después viajó a otros países del Viejo Mundo, en donde no sólo cosechó aplausos, sino que enriqueció su repertorio que lo llevaría al inicio de su gran éxito como compositor.

¿Qué pasaba por la vida del compositor al momento de crear sus grandes éxitos Perfidia Frenesí?

Después de escuchar esas dos espléndidas y exitosas canciones, se podría pensar que mi padre se encontraba en un etapa de tranquilidad y amor, pero no, él vivía los tiempos de guerra en Estados Unidos. De hecho, Glenn Miller, músico estadounidense de jazz y además militar —en el rango de mayor—, lo nombró el “musicalizador de la Segunda Guerra Mundial”, ya que, según palabras de mi padre, cuando llegaba con su espectáculo musical a los diferentes frentes que visitaba para distraer a los soldados, la canción que más solicitaban era Perfidia, le decían: “Mr. FrenesíPerfidia…”

Después de Frenesí y Perfidia compuso otra canción que me encanta, se llama Humanidad, y se basa en los tiempos de guerra, y cada vez que la escucho siento que seguimos en la misma guerra, porque la letra dice: “Humanidad, hasta dónde nos vas a llevar”, que es lo que nos preguntamos todos a diario.

 

El papel de la XEW

Además de Perfidia y Frenesí, ¿qué otras obras formaron parte del éxito e historia de Alberto Domínguez?

Fueron muchísimos temas. Mi padre fue uno más de los beneficiados por la inauguración de la radiodifusora XEW, por los años treinta, que dio inicio a una nueva era de difusión para la música mexicana, donde temas como Mujer sin corazón, Dulzura y Dos corazones fueron las más popularizadas por el nuevo medio de comunicación.

Al año, en la misma radiodifusora, debutó con la Orquesta Lira de San Cristóbal, año en que se pusieron de moda sus canciones Me dejaste y Desesperación.

Después, cuando Emilio Azcárraga, magnate de la radiodifusora XEW, contrató a mi padre —alrededor de 1937— como el pianista estrella y subdirector de la orquesta de baile El Escuadrón del Ritmo, muy pronto adquirió fama nacional al colocar varias canciones en la preferencia del público con canciones como Te voy a robar, Infierno, Dos almas y Canción criolla.

En el ámbito internacional, cuando estuvo instalado en Nueva York, se le dio mayor difusión a Perfidia y Frenesí, que pronto alcanzaron los primeros lugares de popularidad en el Hit Parade e inició una gira por gran parte de Estados Unidos, en la que promovió con gran éxito sus creaciones Mala noche y Un momento.

Gracias a todos esos temas —y muchos más— obtuvo grandes reconocimientos, como dos diplomas por parte de la BMI, así como un trofeo por parte de la Editora Mexicana de Música Internacional, sin embargo para él —lo digo con certeza—, los agradecimientos no eran lo más importante, sino la entrada de su música a nivel mundial.

Nos platicaba que por la participación de sus temas —Perfidia y Frenesí— en el cine, su música trascendió fronteras y alcanzó gran popularidad, al ser difundida por radiodifusoras norteamericanas. Fue un orgullo muy grande para él saber que su música se tocaba en otros lugares.

Alberto Domínguez abrió la brecha para la entrada de nuestra música en Estados Unidos, luego entraron temas de artistas como Consuelo Velázquez y Agustín Lara.

 

Siempre quería aprender

¿En qué otras áreas influyó y aportó el compositor?

Cuando mi padre tenía 39 años aproximadamente, llegó a la Ciudad de México un productor de cine estadounidense, Williams Rowland, quien buscaba música nacional para completar los fondos musicales de su película, que planeaba filmar en escenarios mexicanos, además de buscar un buen intérprete, un excelente pianista, para el tema principal. Convocó a un concurso de eliminatorias, que ganó sin dificultad Alberto Domínguez; cuando se entrevistó directamente con Rowland, mi padre le presentó sus creaciones más recientes, Perfidia y Frenesí, que dejaron al productor profundamente impresionado y tan emocionado al grado de tomar la decisión de cambiarle el nombre de su película a Perfidia.

Adicionalmente, contribuyó con su música en otras cintas como Al son de la marimba y Mil estudiantes y una muchacha.

Por otro lado, a finales de los años cuarenta y principios de los cincuenta, se convirtió en estudiante autodidacta de arquitectura y estudiaba de 6 a 8 horas diarias en el piano. Nos comentaba que se levantaba del piano y caminaba porque decía que le dolían los riñones de tanto estar sentado, y en ese espacio de descanso, aprovechaba para platicar de historia con uno de sus hermanos que estaba estudiando abogacía. Siempre quería aprender. Se dedicó a la arquitectura unos cinco años, construyó 23 residencias, entre ellas el hogar de su familia, en la colonia Narvarte.

¿Qué hay de su lucha por la defensa del autor?

Fue uno de los pioneros en la creación de la Sociedad de Autores y Compositores de Música, junto con Alfonso Esparza Oteo, Ignacio Fernández Esperón, Tata Nacho, y Mario Talavera. A partir del éxito internacional que alcanzaron sus melodías, mi padre inició esa lucha pus sabía que solo no podía llevarla a cabo y atender así los reclamos de equidad en el trato legal, político y económico para los autores.

El enfrentamiento con los empresarios fue benéfico, porque exigió a los autores, como corporación, la identificación de muchas anomalías y evolucionar en la línea de fuego, dando pautas a las autoridades para corregir los defectos de la apreciación legal del problema que enfrentaban.

A partir de entonces, Alberto Domínguez y la corporación autoral mexicana correspondiente propugnaron para que el derecho de autor, a la vez de que enaltece la propiedad que tienen sobre su obra, se regulariza las actividades de las sociedades autorales y los derechos que en materia musical tienen las empresas.

¿Qué tan valorado es el legado del compositor?

Me da gusto que se siga tocando de vez en cuando en nuestro país, pero no tiene comparación con la proyección de su música, internacionalmente. Este año cumplió 40 años de su muerte, y me pregunté: ¿por qué está sucediendo eso?, ¿por qué en México ya no hay ese reconocimiento a sus obras?

Vi las versiones de Frenesí durante 10 años —de 1995 a 2010— y tuvo mil 300 versiones. Empecé a preguntarme: ¿cómo es posible que sea tan fuerte internacionalmente y aquí no se escuche? Y por eso estoy luchando, para saber qué pasa en México, que no se escucha tanto. Me di a la tarea de ir a las radiodifusoras, para investigar y tener un diagnóstico certero, para así empezar a difundir nuevamente la música de mi padre en el país.

Tanto Perfidia como Frenesí y un poco Di que no es verdad siguen siendo interpretadas y escuchadas. Quizá por la forma en que son estructuradas, se prestan a que las interpreten en cualquier ritmo, por eso la tiene Café Tacvba, Vicente Fernández, Luis Miguel, Plácido Domingo, y grupos de jazz nacionales, entre muchos otros. En cuanto a internacionalmente, fue interpretada por artistas como Benny Goodman y “la Voz”, Frank Sinatra.

Quiero que el pueblo mexicano relacione Perfidia y Frenesí con Alberto Domínguez, porque mucha gente piensa que mi padre y sus melodías son norteamericanas, y hay que tener mucho cuidado en eso. Espero que esta entrevista sirva para que la gente conozca un poco de lo que fue la vida de mi padre, lo que nos legó a todos los mexicanos.