GONZALO SÁNCHEZ DE TAGLE*

Estados Unidos ha conducido su política exterior en el último siglo a partir de la presidencia de Woodrow Wilson, bajo la premisa de la excepcionalidad. Se ha fundamentado en valores y principios trascendentes como la democracia y la libertad para justificar intervenciones y misiones militares.

Desde su independencia hasta inicios del siglo XX, la política exterior de Estados Unidos se mantuvo aislada de los acontecimientos mundiales, cuyo único objetivo fue reafirmar su independencia. Pero el colapso del sistema internacional centrado en Europa y el incremento sustancial y expansión de su poder llevó a Estados Unidos a dar un enfoque diferente en su relación con la política internacional.

El presidente Theodore Roosevelt articuló una política internacional basada en los balances de poder y en las esferas de influencia. El papel de Estados Unidos sería relevante en el mundo, porque servía a sus intereses nacionales y porque el balance de poder internacional se había convertido inconcebible sin su presencia. Su política no se centró en ninguna encarnación de virtud, sino en el simple hecho de proteger sus propios intereses.

En esa medida, Roosevelt dio a la Doctrina Monroe un sentido intervencionista. De esa forma, y por cuidar las esferas de influencia globales, Estados Unidos habría de actuar siempre con base en sus propios intereses, incluso fuera de su propia esfera de influencia. Roosevelt creía en la fuerza y en el poder, más que en el orden internacional regido por el sistema jurídico. En su momento, no vislumbró la necesidad de involucrarse en el balance de poder en Europa, ya que este se veía como auto regulado y, sin embargo, en caso de cambiar (como sucedió), veía como una necesidad su involucramiento.

Su sucesor, Woodrow Wilson, veía el papel de Estados Unidos en el mundo de manera muy distinta. Su visión partía de la premisa de la excepcionalidad de ese país, cuya misión era servir de ejemplo y modelo al resto de las naciones sobre gobernanza democrática basada en libertades individuales. De esa forma, la política exterior se convertiría no en la defensa de intereses nacionales, sino en una cruzada global para esparcir esa escala de valores. Incluso llegó a considerar que la seguridad de Estados Unidos estaba indefectiblemente vinculada a la seguridad mundial.

Wilson fue un ferviente creyente en el derecho internacional y no en el equilibrio del poder. De ahí que fuera el principal promotor de la creación de la Sociedad de Naciones, cuyo elemento rector fue la seguridad colectiva fundamentada en el sistema jurídico internacional, para dejar detrás el sistema político basado en el balance de poder, que tanto promovió Roosevelt.

Lo relevante de Wilson, y que en buena medida subsiste a la fecha, fue la incorporación de los principios y valores de la democracia y la libertad como rectores de su política exterior. La presunción de excepcionalidad que ha conducido a Estados Unidos a intervenir militarmente otros países, bajo el argumento de llevar la libertad y la democracia a los pueblos del mundo.

En la historia de la humanidad, cada época ha tenido un gran poder hegemónico. Estados Unidos lo fue del siglo XX, como Inglaterra del XVIII y XIX. Todo parece indicar que la excepcionalidad de Estados Unidos comienza su declive y que las esferas de influencia se comienzan a reacomodar en un mundo multipolar.

Vladimir Putin escribió en septiembre de 2013 en The Washington Post: “A plea for Caution from Russia”, respecto a la intervención de Estados Unidos en Siria, que “es extremadamente peligroso promover en la gente que se vean a sí mismos como excepcionales, cualquiera que sea la motivación”. En ello, parece que Obama ha seguido más a Roosevelt que a Wilson.

*COORDINADOR GENERAL DEL CENTRO DE ESTUDIOS INTERNACIONALES GILBERTO BOSQUES, DEL SENADO DE LA REPÚBLICA

TWITTER: @gstagle