José Aguilar Mora: Sueños de la razón

La delimitación del tiempo es una de las necesidades que puede verse también como una obsesión encubierta en norma con un sinfín de vertientes que son medios fundamentales del orden, la ley, la economía, la producción, la explotación, las ganancias. Situarnos en el tiempo también es uno de los temas más hondos y procelosos del saber y la reflexión de la filosofía y otras disciplinas, como la historia y antropología que —además de dar cuenta de la sistematización de procesos a través de metodologías— están realizando una suerte de “teorías del conocimiento” en que el tiempo funge como raíz, cimiento, simiente, y sustancia para ubicar, situar, y re-conocer los saberes que distinguen a la humanidad: la capacidad de comunicar, debatir, confrontar, negociar, conciliar, imponer, reflexionar: del silenció a la exclamación; de la aspiración de equilibrio al caos; de la diferencia de pronunciamientos a la guerra: y la palabra funge como sagrado medio decodificador; es el artífice de todas las arquitecturas del tiempo. Y cuando la palabra se acuña en enunciados y discursos lingüísticos, en el sentido más neutro, lo menos proclive posible.

La escritura regida por el tiempo es una aspiración de orden y de sistematización básica, no pocas veces superficial porque el tiempo es concebido de modo lineal hacia adelanta; en retrospectiva desde atrás hacia adelante; desde el momento del recuento hacia el pasado, o incluso como proyección modernizada (la ciencia y la tecnología), precautoria y normativa (las leyes, la medicina, los fenómenos naturales) y como proceso creativo (la concepción de mundos asibles o imposibles en la realidad cotidiana y agitados; por ejemplo, en los terrenos de la ciencia ficción.

La escritura transcurre en el tiempo; mientras este redactor oprime los dedos sobre el teclado para sumar letras, palabras, el tiempo pasa, se consume: se agota. La escritura misma es, pues, una confrontación del sujeto escribiente contra el tiempo; es una aspiración de trascender desde la elementalidad (en la escritura usufructuaria) hasta la creativa (sin sometimientos, de estilos, formas apariencias ni relojes); en estos extremos cada vez se desdibujan sus fronteras en medio de la codicia del capital: de la productividad, la ganancias; también de la ambición casi compulsiva, en nuestros días, por trascender, por el reconocimiento, más aún , por el prestigio en todas sus implicaciones. Los escritores y humanistas están sometidos más y más a estructuras directas, “sencillas” sin plurisignificación y de sentidos, que parezca en la inmediatez pesante. En el sentido más relacionado con la comodidad del menor esfuerzo, los estilos sencillos y “vistosos”, ahora gozan de mayores atributos para los editores y los lectores.

En el ámbito de la literatura es cada vez menos frecuente encontrar textos, obras, concebidos con minucia, fervor, hondura, lucidez, sostenidas una convivencia de acervos y disciplinas múltiples (aunque, ya se sabe, la hibridez es nuestro signo de los tiempos, sobre todo, en los géneros literarios); textos en los que precisamente la lucha contra el tiempo se subvierta en un abandono en el tiempo y trasciende en la (re)lectura y la (re)escritura mediadas por la reflexión, tomando como eje rector —concéntrico— el tiempo.

Jorge Aguilar Mora (1946) consagró dos décadas en la indagación en torno al decurso del pensamiento social, filosófico, artístico, tecnológico, científico en Sueños de la razón 1799 y 1800. Umbrales del siglo XX (ERA, 2015) que forma parte de un proyecto que, en secuencia cronológica, da cuenta de sus propios atisbos, discusiones, sobre temas, autores y saberes de la humanidad a partir de la antesala al siglo XIX en el pensamiento occidental.

El punto de partida inmediato reconocible, el gran hecho que transformó a Occidente, es la Revolución Francesa (1789); el reconocimiento de la identidad colectiva a través de la individualidad del sujeto pensante (Homo sapiens, Homo ludens) que se reconoce su propia existencia a partir de una explicación del mundo que se desprende de los un mundo de la fe, el catolicismo desquebrajado aun con el proyecto monumental de la Compañía de Jesús, fundada por Ignacio de Loyola (1543); al enfrentar la Reforma serían expulsados de la península ibérica. Los hombres y los nombres en los albores del siglo XIX acaso podría ser otro posible título de la búsqueda de Aguilar Mora que también es una indagación y recuento en la biografía anímica e intelectual. El siglo XIX, cuyos pilares son en primer lugar Goethe (escritor, científico naturalista, poeta de cuya balada Erlköning existen múltiples acercamientos musicales; el supremo corresponde al opus 1 de Schubert. Le seguirán Schelling, Hölderlin, Novalis, Alexander von Humboldt; Kant, Hegel, Fichte; el clasismo musical…: las ideas compartidas y distintivas entre los pensadores y creadores de Alemania, Francia e Inglaterra son centrales igual que Estados Unidos, España e Hispanoamérica.

Este descomunal, complejo monólogo también puede leerse como un diálogo con lectores ideales en el que el escritor se convierte un vocero, asimismo, intérprete del mundo que engendró no pocos de los ideales de Occidente que, aquí anotamos, llegó a su punto culminante de efervescencia en la cultura y desarrollo económico que nos legó la primera parte del siglo XX, con sus dos grandes guerras, a mediados de los años setenta, tras los movimientos de igualitarios y de distintos tipos de liberación de los sesenta. Luego el asalto del terrorismo que ahora es una de nuestras sombras vivientes entre renacer y la fetidez (recordar la toma de rehenes, violencia en muerte en Múnich durante los juegos olímpicos de 1972).

Sueños de la razón (enfática alusión a Goya, cuyo cuadro ilustra la portada del libro) puede ser leído como una fragmentaria historia cultural, habitada por textos íntimos, de la arenga política, del intercambio de ideas de los protagonistas. La vitalidad, los diversos registros que coexisten —como una especie de eco del propio Arte de la fuga del tiempo— que desvanece en la escritura y se delinea en la cronología del torrente reflexivo adquiere que pleno estatus de género literario donde fluye la investigación de un académico, que evidencia la gran influencia de su maestro Roland Barthes en el parafraseo confrontativo de ideas se concilian entre choques, reencuentros y conjunciones de idas. La narración de Aguilar Mora es desde un poder de reflexión, excepcional que conjunta síntesis, representación —con mirada escénica, incluso— entre los distintos diálogos, sucesos, encuentros de personajes e instantes cruciales, cuyo punto de partida, repetimos, es el tiempo que aquí gira concéntricamente. La eficacia de la narración de Aguilar Mora se advierte en su economía de medios; además de la síntesis en superposición de al menos dos narraciones en una línea discursiva: la fragmentariedad integrada a un discurso que cada lector encuentra en cada línea enunciativa. Una de las premisas de este sueño de la razón emerge de uno de sus protagonistas centrales: Novalis quien, como precisa Aguilar Mora, se pregunta en doble sentido sobre la identidad individual y el devenir de la historia (aforísticamente expresados: “Todas las cosas suceden en nostros mucho antes de tener lugar”; “Vivificar todo es la finalidad de la vida”; “El que sabe producir un conocimiento debe también saber producir ignorancia”; “Sólo podemos devenir en la medida en que ya somos”). Nuestro escritor conjetura: “lo que somos es todo lo que ha sido. Y de todo lo que ha sido, nosotros vivimos, de acuerdo con una selección natural y sobre todo fatal, sólo aquello que nos hace devenir lo que ya somos”.

Curiosidad inagotable por saber y re-conocer, recuperar el presentre (sic) desde el pasado (y de ese modo revalorarlo), reordenar temas y la visión de autores axiales en su formación y en la historia, aceptar la vulnerabilidad ante los saberes y la erudición, sin dejar de compartir sus búsquedas y conclusiones —extendiendo su magisterio a la palabra impresa—, además de revelar los primeros frutos de su vasto proyecto escritural en el que la vitalidad, la lucidez, la lucha contra lo inevitable y la utopia conviven en Sueños de la razón 1799 y 1800, donde Jorge Aguilar Mora crea una propia teoría del conocimiento.

Jorge Aguilar Mora, Sueños de la razón 1799 y 1800.

Umbrales del siglo XX, Ediciones Era, México, 2015.