El historiador cubano-mexicano Alejandro González Acosta ha estado durante más de veinte años investigando la presencia de indígenas tlaxcaltecas (“mexicanos”) en la refundación, por parte de los españoles, de la antigua ciudad del Cuzco, capital del Imperio Inca. La aparición de Libro de Protocolo del primer notario indígena del Cuzco (Editorial Vervuert, Madrid, 2015), de la investigadora española Rosario Navarro Gala, ratifica los argumentos que el profesor de postgrado de la Universidad Autónoma de México (UNAM) ya había sostenido en 2001 en un estudio publicado en Revista de Historia de America (“La otra frontera: el sur. Migraciones tlaxcaltecas hacia Centro y Sudamérica en el siglo XVI”. Nº 129, julio-diciembre de 2001), del Instituto Panamericano de Geografía e Historia adscrito a la Organización de Estados Americanos (OEA).

—Entonces demostré, documentalmente —declara en entrevista para La Cultura en México de Siempre! el investigador del Instituto Bibliográfico de la UNAM, especialista en temáticas del México virreinal, Alejandro González Acosta—, que entre los participantes en la refundación por los españoles de la antigua ciudad del Cuzco (fundada originalmente en el siglo XIII) se encontró un número indeterminado, pero nutrido de indígenas —presumiblemente tlaxcaltecas (“mexicanos”) en su mayoría— llegados al Perú en la expedición de Pedro de Alvarado, quien los vendió a Francisco Pizarro y Diego de Almagro como parte de una transacción comercial. Allí se establecieron y se quedaron, se mezclaron con los quechuas e integraron en una nueva sociedad; pero, no encontré en aquel momento más huellas o datos en ese sentido.

—¿La aparición del libro de la investigadora española ratifica los argumentos presentados por usted en 2001?

—Continué investigando sobre el tema todos estos años, buscando más pruebas que apoyaran mi propuesta inicial. Sí, la edición paleografiada y anotada de la profesora española Rosario Navarro Gala, de la Universidad de Zaragoza, de Libro de Protocolo del primer notario indígena del Cuzco, corrobora mis certificaciones. Se refiere a Pedro Quispe, quien al parecer es el primer notario indígena del que se tenga noticia en el Nuevo Mundo, pues consignó y conservó los movimientos legales de la nutrida y heterogénea comunidad aborigen de esa ciudad en el siglo XVI, desde al menos 1581, unos cincuenta años después de la refundación de la ciudad. Fue además juez del Cabildo indígena, interviniendo en los litigios de los mismos.

—¿Cuáles son los aportes concluyentes de la estudiosa española que reafirman la tesis suya?

—De los 81 documentos que integran el corpus (se calcula que es sólo una pequeña parte del libro original, pues el resto se ha perdido), aparecen numerosas menciones del apellido “Mexicano” que sin duda alude a su origen, ya que no se diferenciaban las etnias específicas: en el propio Perú, los indios eran “peruanos” y no se distinguía si eran quechuas o aymaras. Así pues, los indígenas vendidos por Alvarado, quizás algunos mayas pero predominantemente tlaxcaltecas, serían conocidos como “Mexicanos”. No es un asunto de que la profesora española me dé la razón, el asunto estriba más que todo en la confirmación de estos cruces y establecimiento de la cultura digamos mexicana en otras partes del continente. En ese tenor la investigación de la estudiosa hispana es muy importante.

—Lo noto a usted entusiasmado con esta publicación. ¿Cuáles son las alusiones trascendentes de este hallazgo?

—En Libro de protocolo aparecen muchas menciones de estos vecinos del Cusco con origen presumiblemente mexicano: Ylario Arias Mexicano, Lázaro Mexicano, Antón Mexicano, Capitán Pedro Mexicano, Pedro Mexicano, Antonio Mexicano… En un documento hasta se menciona “otra manta de paño de México, pardo”. Muy importante, el Documento 22: testamento de Joana (Juana) Mexicana, hija legítima de Alonso de Badajoz, “natural que fue de la Nueva España, en los Reinos de México” y de “Inés Yaschi (Yache o Yacche), natural de la provincia de los yanaguaras”. Destaca el nutrido conjunto de telas y tejidos, como “una frazada de Castilla”, unos “ovillos de colores” y “chumbes de colores por tejer” y otros similares, los cuales indican que, posiblemente, una de las fuentes de ingresos de la testadora fuera la manufactura textil y la costura, como el tejido de auasca (de lana corriente) y de cumbi (chumbe, tejido más fino: cinta de varios colores tejida que servía como faja). La nutrida presencia del apellido “Mexicano” en el Libro de protocolo de Pedro Quispe, apunta quizá no sólo a la existencia de UNA familia, sino de un conjunto de ellas que tuvieron la misma procedencia y origen, es decir, los indígenas cedidos por Alvarado a Pizarro y Almagro. Imagínese toda la satisfacción que siento frente a todas estas referencias, las cuales revalidan la indiscutible presencia de tlaxcaltecas en el Cuzco.

—¿Cómo la investigadora española dio con este importante pergamino del siglo XVI?

—Es interesante apuntar que todos los que aparecen en Libro de protocolo pertenecían a la parroquia más populosa del Cusco, donde vivían los indígenas más acomodados y algunos españoles. Templo donde el indígena letrado Pedro Quispe era Escribano de Cabildo “por su Majestad”: nombramiento real. El documento original, el cual apunta y comenta Navarro Gala, lo encontró con deficiencias en su clasificación en el Archivo Regional del Cusco (antiguo Archivo Departamental), donde hoy se conserva. Este importante rescate de la docente española es un aporte sustantivo y sustancial para entender y conocer mejor la importancia de los primeros tiempos de las sociedades indígenas bajo el dominio español.

—¿El libro ya se encuentra en librerías y bibliotecas de México y America Latina?

—El libro aún no llega a México ni, supongo, a Hispanoamérica, en Perú debe estar, seguro. Pero, sé de muchos interesados en estos asuntos que conocen del libro y lo poseen en su gabinete de estudios; el arribo de ese manual a las bibliotecas de historia de nuestro país y al acervo de universidades, sin dudas será de gran interés para historiadores, antropólogos, etnólogos y diversos especialistas latinoamericanos, pues constituye la prueba documental indiscutible de que hubo una comunidad de “mexicanos” (tlaxcaltecas y quizás otros) en un lugar como el Cusco, a mediados y finales del siglo XVI. Debemos tener en cuenta que si trazamos una línea recta imaginaria entre la ciudad mexicana de Tlaxcala y el Cusco sería de una longitud de más de 5 mil kilómetros; pero, el recorrido por tierra y mar, como se hacía en la época, resultaría mucho más extenso.

—¿El Libro de protocolo cierra la investigación o abre nuevas perspectivas a lo que usted inicio en los años noventa?

—Todo esto confirma que hay mucho aún por investigar y nuevos descubrimientos por realizar. Debo señalar con gratitud que en todas mis investigaciones —exceptuando el manual, recién publicado por Navarro Gala— he utilizado el rico acervo que se conserva, a disposición de todos los estudiosos, en la Biblioteca Nacional de México, custodiada desde 1929 por la UNAM. Una investigación de esta envergadura no se concluye. El Libro de protocolo abre muchas puertas y estimula la continuación de la exploración investigativa.

 

Secundaria:

 

“Existen pruebas documentales irrefutables de una comunidad de mexicanos en el Perú del siglo XVI”: Alejandro González Acosta.