Elecciones 2016
Este 5 de junio, además de la innegable debacle del PRI, expertos y ciudadanos se vieron sorprendidos ante los resultados electorales que se contrapusieron con las encuestadoras, cuya credibilidad ha quedado en duda desde las elecciones presidenciales de 2012.
Pese a que especialistas en la materia afirman que estas mediciones no deben ser tomadas como predicciones, coinciden en que es necesario que ofrezcan alternativas para medir las preferencias y ser capaces de dar a conocer la opinión de un electorado que cada vez es más difícil de captar en las mediciones de opinión.
Al igual que en 2012 y 2015, ahora en este 2016 las encuestas no permitieron ver la realidad de lo que estaba sucediendo en las urnas, lo que nos lleva a pensar que —como sucede en la gran parte de los países donde encuestar es una práctica común—; ahora se encuentran en una crisis que debería ser tomada como una oportunidad para cuestionar el papel que juegan en cada proceso electoral, pues hoy en día no sabemos si en realidad son instrumentos de utilidad, o bien, si ante el grado de mercantilización al que han llegado se han convertido en herramientas de propaganda política.
El analista político Ricardo Pascoe afirma que es importante exigir que sean realmente ejercicios científicamente acreditables que reporten lo que están viendo, lo que están analizando, para que realmente sean instrumentos útiles de análisis.
No es un secreto que las encuestas forman parte del negocio mediático de las elecciones. Cada partido y candidato paga por tener sus propias encuestas con resultados propios, pues lo que buscan es tener a la mano un espejito de la bruja de Blanca Nieves, a través en el cual pueden ver lo que ellos necesitan dar a conocer.
Antes y durante la jornada electoral de este 2016, las encuestas predijeron triunfos que finalmente no ocurrieron. Los casos más relevantes fueron los que se registraron en Veracruz y Tamaulipas.
Pese a que previo a la elección, Ipsos daba como ganador a Héctor Yunes Landa, del PRI, en Veracruz con el 25%, en segundo lugar a Cuitláhuac García Jiménez, de Morena, con un 24%, dejando a Miguel Ángel Yunes
Linares, de la coalición PAN-PRD en la tercera posición con un 20%. El domingo los resultados se invirtieron y quien logró el triunfo fue el panista.
Pero no sólo fue Ipsos. El Universal también falló al colocar en Tamaulipas al priista Baltazar Hinojosa con un 32.6%, y en segundo lugar a Francisco Javier García Cabeza de Vaca (PAN) con un 26.5%; finalmente el triunfo fue para el candidato panista, con hasta 50% por ciento de los votos.
Pero la lista es larga. El Financiero, Excélsior, Parametría, Consulta Mitofsky y muchas más dieron resultados erráticos. Ante los resultados, las encuestadoras se defienden. En lugar de debatir o reflexionar para mejorar la metodología que se utiliza para obtener sus resultados, buscan justificaciones que más allá de corregir han llegado a motivar ideas como la de legislar y castigar penalmente el “error”.
En diferentes mesas de análisis los responsables de las principales encuestadoras del país aseguran que las encuestas de salida son falibles. Entre los errores de este 2016 señalan que se encuentra el voto oculto en entidades de alternancia que reflejaron el mismo efecto de 2010. Además de lo que llaman un swing —cambio de preferencia— de último momento en estados como Tamaulipas, así como condiciones de inseguridad que minan la confianza de los encuestados a responder o que limitan a los propios encuestadores para llevar a cabo su trabajo.
A fin de conocer un poco más sobre la crisis que atraviesan las encuestadoras, Siempre! acudió a Eliseo Sarmiento, investigador de la Escuela Superior de Física y Matemáticas del IPN, y a Patricia Romero, investigadora del Instituto de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y en Sistemas de la UNAM.
La mercantilización de las encuestas
Al hablar sobre la manera en que se han ido mercantilizando las encuestas a lo largo del tiempo, Eliseo Sarmiento, también profesor de la Facultad de Ciencias Actuariales de la Universidad Anáhuac, comentó que no es un secreto que desde el punto de vista económico son un negocio formal que está en el marco de la ley y no hay ningún problema.
Sin embargo, señala que no hay que perder de vista que quien contrata se vuelve dueño de los resultados, “ellos —partidos políticos— pueden manipular de cierta manera los números de esas encuestas; por ejemplo, si yo soy un candidato que manda hacer tres sondeos de opinión y en alguno de ellos salgo mejor pues será el que daré a conocer pues así tendré la posibilidad de manipular la idea de los votantes”.
Sarmiento destaca que otro factor son los propios presidentes de estas empresas, quienes ante los medios de comunicación —sobre todo en los días previos a las elecciones— dan sus números como si fueran elementos reales de decisión, lo que puede ocasionar una polarización e incidir indirectamente en el voto.
Reitera que “las encuestas están dentro de los márgenes, protocolos y normas; lo que esta mal —considera— es el exceso en el que han caído los presidentes de las casas encuestadoras que salen como Mesías a dar sus resultados”.
Las encuestas no son predicciones
Tanto Patricia Romero como Eliseo Sarmiento coinciden en que el error más grande en el que hemos caído es pensar que las encuestas —sobre todo las preelectorales— son predicciones y damos por hecho que los resultados que nos están mostrando serán los finales.
“Se debe presentar la información de manera imparcial aclarando el alcance de la misma y subrayando que es una medición en un tiempo específico —que es cuando se levanta—, nunca una predicción; el error más grande es pensar que una encuesta electoral es un pronóstico de cómo terminará la jornada electoral. Las encuestas electorales pueden ser muy útiles pero, por supuesto, pueden ser herramientas de propaganda política”, afirma la especialista en la materia.
Patricia Romero precisa a Siempre! que los errores que se presentan pueden depender de muchos factores: “puede ser por una mala aplicación de la encuesta —mal cuestionario, trabajo de campo deficiente, entre otros— pero aún en encuestas bien aplicadas es imposible predecir el comportamiento de la gente en un mediano plazo. El problema no es la falta de profesionalismo, lo que sí puede ser un problema es no usar la metodología adecuada. La incertidumbre es muy grande, desde la veracidad de la respuesta del encuestado, hasta el natural cambio de opinión del mismo”.
Por su parte, Sarmiento dice que las encuestas sólo deberían de ser tomadas como apoyo a la toma de decisiones, “el problema es que actualmente los medios de comunicación y a veces algunos presidentes de casas encuestadoras parten del hecho de que las encuestas son predicciones y las dan como verdades irrefutables, y ése es el error”.
Por ello, dice, lo más importante es saber cuál es el papel que deben tener las encuestas, para que no se les dé un mal manejo. “Las casas encuestadoras deben tener en claro que son un apoyo más para el análisis que se hace en cada estado, por ello al salir deberían de explicar que su encuesta tiene un margen de error, por lo que es probable que haya un cambio significativo pues influye la forma en que se elaboró”.
Explica que cuando un ciudadano normal ve la televisión o lee un medio de comunicación solamente ve la encuesta, pero no conoce la metodología, no conoce qué modelo matemático o estadístico está utilizando, lo que genera un problema, “porque, si uno conociera todos esos detalles, sabría que los errores pueden ser grandes”.
Sarmiento dice que en estos comicios el problema no fueron las encuestas preelectorales sino las encuestas de salida, las cuales deberían de haber sido exactas a los resultados finales, “es la primera ocasión en mucho tiempo que en las encuestas de salida se equivocan en estados en los que se está jugando la gubernatura. Por ejemplo, en Veracruz, pasadas las 8 de la noche seguían dando como ganador al PRI pese a que el ganador fue el candidato panista, lo que significa que hubo un error de metodología y una crisis al menos en la parte técnica”.
“Actualmente, hay una regulación que exige a las encuestadoras dar a conocer quien las financió, pero la regulación no es el problema, lo que debería de hacerse es tomar en cuenta con muchísima mas precaución los resultados de las encuestas, pues si no tuviéramos a las casas encuestadoras no tendríamos ninguna referencia. Lo que no debe pasar es que las encuestas sean dadas como una verdad absoluta”.
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Historia de las encuestas
Su origen se remonta a la década de 1930, en Estados Unidos, cuando George Gallup, Elmo Roper y Archibal Crossley comenzaron a estudiar y documentar la opinión del electorado de forma sistemática en ese país.
En México, las encuestas comenzaron a consolidarse a partir de la elección presidencial de 1988, donde ganó Carlos Salinas de Gortari, cuestionado por un supuesto fraude electoral. La revista Este País y el Instituto Tecnológico Autónomo de México fueron los primeros que impulsaron la investigación cuantitativa en el país.
Las agencias encuestadoras pioneras aparecieron en la década de 1990 y son: el Centro de Estudios de Opinión Pública, Opinión Profesional, MORI de México, Gabinete de Estudios de Opinión, el periódico El Nacional y el Centro de Estudios de Opinión de la Universidad de Guadalajara. Reforma fue el primer diario que estableció un departamento interno de investigación con encuestas en 1995. El segundo fue El Universal en 2001.
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