El domingo pasado el cardenal Norberto Rivera cumplió 50 años de vocación sacerdotal. En junio pasado también celebró 21 años como Arzobispo de México. Por su labor como representante de la Iglesia Católica en este país, el Papa Francisco envió felicitación y reconocimiento al jerarca religioso, pero las víctimas de los párrocos pederastas, las organizaciones feministas, la comunidad de la diversidad sexual y otros sectores de la sociedad mexicana no tienen mucho que aplaudirle a Norberto.

Luego de haber ocupado diversos cargos en la Diócesis de Durango, en 1985, Norberto Rivera es nombrado por el Papa Juan Pablo II como Obispo de Tehuacán, Puebla. Sus aportes a la Conferencia Episcopal Mexicana y la Latinoamericana lo hicieron transcender ante los ojos del Vaticano y en julio de 1995 toma posesión como Arzobispo de la Arquidiócesis Primada de México.

En 1998, Juan Pablo II lo nombra Cardenal y Norberto Rivera se integra en el Vaticano  a las Congregaciones para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos y para el Clero, forma parte también del Pontificio Consejo para la Familia y de la Pontificia Comisión para América Latina.

Desde su nombramiento como Obispo de Tehuacán, la labor religiosa de Norberto Rivera fue cuestionada tras las acusaciones en su contra por encubrimiento de sacerdotes pederastas, como Marcial Maciel y Nicolás Aguilar Rivera; de éste último se conocen al menos 60 violaciones a niños de la sierra Negra de Puebla, hechos que Rivera Carrera quiso ocultar del escrutinio público, al pedir a las víctimas que no presentaran denuncias ante las autoridades.

Diversas investigaciones periodísticas, que se basan en el testimonio de los afectados, señalan que tras el descubrimiento de las conductas pederastas del  padre Nicolás Aguilar, en la década de los 80, el cardenal Norberto Rivera alentó a las víctimas a otorgar el perdón,  mantenerse en silencio y evitar verse envueltos en el escándalo.

De acuerdo a las leyes canónicas, el abuso sexual de menores por parte de un presbítero permite la suspensión del sacerdocio, sin embargo, Norberto Rivera no lo propició y por el  contrario ordenó en 1988 el traslado del cura  a la diócesis de Los Ángeles, California. Un año después, el padre Aguilar Rivera regresaba a México acusado por las autoridades estadounidenses de 26 violaciones a menores.

Pero el tema de la pederastia no es el único reclamo hacia el prelado mexicano. En los últimos años, el cardenal ha entrado en discrepancia con grupos que defienden los derechos de la mujer y la comunidad homosexual. Sus opiniones respecto al aborto, el matrimonio igualitario y la adopción de menores por parejas del mismo sexo han sido reprochadas incluso por los legisladores que promueven leyes relacionadas a dichos temas.

El pasado 17 de mayo, el presidente Enrique Peña Nieto propuso ante el Congreso de la Unión una iniciativa de ley para la “no discriminación del matrimonio”, misma que permitiría la unión entre dos personas del mismo sexo en cualquier entidad del país y la adopción de hijos.

El cardenal Rivera no tardó en señalar que esas leyes son “malas y perversas, pues se legisla en contra de la institución familiar”. Agregó que los católicos no deben reconocer el matrimonio gay, ni siquiera “por moda”.

Rivera Carrera defiende, además, el esquema  socialmente establecido de la mujer dedicada al hogar y la familia pues “la supuesta liberación femenina la reduce a una pieza productiva más… Las consecuencias, por tanto, son el deterioro de la familia, la mala educación de los hijos y por ello, repercusiones sociales”.

Otras de las críticas en su contra es la cercanía que mantiene con empresarios, multimillonarios y personajes de la clase política del país, con quienes se le ha visto en diversas reuniones festivas hasta fuera de México, un país donde la desigualdad social y la concentración de riquezas en pocas manos sumen a gran parte de la población en la  pobreza y el hambre.

Las visiones del cardenal Norberto Rivera distan mucho de la ideología que pregona el Papa Francisco, quien ha impulsado una reforma de la Iglesia que acerque a la comunidad católica mundial a través del respeto de los derechos humanos, la  aplicación de la justicia social y la reivindicación de la humildad y austeridad de los sacerdotes y todo aquel que profese el  catolicismo.

Pero el distanciamiento entre la representación conservadora de la Iglesia Católica Mexicana y la renovación que promueve el Santo Padre podrían llegar a su fin el próximo año, cuando el cardenal Rivera presente a la Nunciatura de la Santa Sede su renuncia, que de acuerdo al Derecho Canónico deben presentar los eclesiásticos que cumplan 75 años de edad.