Ayer por la noche Vital Sacharenko, jefe de France Press en Hong Kong y Simón Michau, con el mismo cargo aquí, me dieron una cena de despedida en L’Admiral, el mejor restaurante de Saigón. La despedida es doble: Sacharenko regresa a Hong Kong y yo salgo para la “guerra sin frente”. En el mismo restaurante están el corresponsal de “Le Monde”, el de “France Soir” y Margaret Higgins, que hasta hace poco escribía en el New York Herald Tribune. Y ahora en News Day. En estos días Saigón tiene más corresponsales que cualquier otro lugar del mundo. Du Phuoc Long, director de prensa extranjera del gobierno vietnamita, atiende a todos bien, pero confiesa que prefiere 500 corresponsales varones a una sola mujer periodista, en razón de los engorros, molestias y enredos que le provocan.

Saigón es una ciudad extraña, en la que nadie -salvo militares, políticos y diplomáticos- habla de la guerra, aunque basta pasear por sus calles para observar que es una ciudad de retaguardia inmediata. Pero algunos turistas idiotas -la mayoría estadunidenses- llegan al hotel Caravelle para estancias inferiores a 24 horas, ven los templos budistas, andan por las calles y se van sin enterarse de nada, convencidos de que esto está muy bien. Y eso, no obstante que los partes de guerra los deja el Cuartel General USA en el mostrador de recepción del Caravelle, porque aquí vivimos muchos corresponsales.

A las 10:30 de hoy, martes, estoy en la oficina del coronel Wilson, de la que salgo para el aeropuerto. El sargento Adams había llamado a las 8 para recordar la cita. ¿Ustedes saben lo que es un “C-123 Provider”? Se trata de un avión grande, gordo, barrigón y que da una gran impresión de pesadez. Se abre por detrás para dejar entrar y salir de su inmensa barriga tanques o camiones. Pues en él viajo hacia el norte, en un ruido tan espantoso que nadie puede hablar, con sólo otros 5 pasajeros: 4 soldados vietnameses y un teniente vietnamés del cuerpo médico llamado Vu-Tien-Thong. A la 1:45 aterrizamos en Kontum y comemos en el “snack-bar” que los estadounidenses han orga­nizado en el campo aéreo; hamburguesas, hot dogs y refrescos enlatados. Salimos a las 14:30 habiéndose incorporado dos oficiales estadounidenses al pasaje, a cambio de haber dejado a los soldados vietnamitas. A las 3 y media llegamos al aeropuerto de Hué, la ciudad en la que la policía de Diem comenzó a asesinar budistas, en agosto. Sube un grupo de soldados estadounidenses, todos con sus armas automáticas: nombres que recuerdan la fusión de pueblos que son los Estados Unidos: Monteleone, Jackson, Marendo, Kelly, jóvenes soldados del USA-army. Despegamos de Hué a las 16:30 para –volviendo hacia el sur– alcanzar mi destino: Tourane (ahora Danang), en el norte, a 90 millas del paralelo 17, que separa un Vietnam del otro.

El capitán Keller me está esperando y me lleva al agradable club para militares de los Estados Unidos, donde me invita a cenar después de haberme instalado -por mi cuenta- en el pomposamente llamado “Palace Hotel”, propiedad de un francés que llegó a Indochina como capitán y se quedó como hotelero.

Danang tiene poco que ver: cabarets y bares parecidos a los de Saigón y, como los de allí, típicos de toda zona urbana junto a la cual hay fuerzas armadas: diversión para los soldados. Unos dos o tres cines con películas familiares en México y eso es todo. El C-123 me ha dejado aturdido, cansado, de modo que me acuesto temprano.

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MIÉRCOLES (13-Noviembre-63)

Cuando creía que atacaban los guerrilleros del Viet Cong acabé de despertarme y comprendí que solamente era el mozo del hotel, que me llamaba con media hora de retraso sobre la solicitada. Estuve, sin embargo, a tiempo para desayunar con el agradable capitán Keller, a las 5 a.m. que me dejó en el aeropuerto en manos del mayor Khen, del ejército vietnamés, ante un programa que -créase o no- incluye un acto oficial, dos comidas y tres operaciones militares de guerra.

En el aeropuerto de Daning se reúnen con este corresponsal de SIEMPRE!, M. Larteguy, de Paris-Presse y el muy conocido Max Clos, de Le Figaro. El coronel Chuong y el mayor Khen nos invitan a subir a un helicóptero y se acomodan a nuestro lado, ¡y otra vez a volar sin puertas!

En la región que recorremos por el aire el campó es despejado e indudablemente aquí los helicópteros son eficaces para localizar guerrilleros. Llegamos a Taro Ky -al sur de Danang– y pasamos al Cuartel General, donde el coronel Chuong nos explica que en la provincia -llamada Quang Tin- el Viet Cong cuenta con un regimiento organizado de manera regular (con 3 batallones y unidades adicionales hasta completar unos mil hombres) y que, además de esa unidad formal, se pueden calcular en unos mil quinientos los guerrilleros comunistas en la provincia. Añade el coronel que se espera la pronta creación de otro regimiento enemigo a partir de las guerrillas. Por la parte del gobierno, la provincia está a cargo de la Segunda División del Ejército Regular. Los helicópteros de los “marins” USA -explica el coronel- facilitan mucho la acción del ejército de Vient Nam. Acto seguido nos detalla las operaciones posteriores al 2 de noviembre y añade que la utilidad de los helicópteros para el reavituallamiento es decisiva en virtud de que no se controlan las carreteras, en las que siempre puede haber viet-cong emboscados.

Después nos relata la operación Tay-Tien que acaba de tener lugar, y que consistió en la captura por el ejército de 150 cargadores del viet-cong que transportaban armas y municiones desde Laos, es decir, de Vietnam del Norte, pero por Laos. El ejército capturó ametralladoras, municiones y más de 50 fusiles. La operación pudo realizarse merced al servicio de información. El coronel explica que los cuadros dirigentes del Vient Cong son vietnameses del Sur, que han ido al norte (comunista) a prepararse y han regresado, agrega que algunas regiones están controladas por el ejército y otras no y precisa que en su opinión -corroborada por los jefes de provincia, que están presentes en la conferencia-en Quang Nam y Quang Tin el gobierno controla un ochenta por ciento del territorio.

El coronel Chuong nos informa también de algo muy interesante: los viet cong tenían un doble plan de propaganda acerca del golpe de Estado contra Diem preparado antes que el golpe de Estado tuviese lugar y listo para usar uno y otro, según que triunfara o que fracasase.

Vamos a un acto oficial en Tam Ky, en el que se conmemora la victoria sobre los transportadores de armas y después el helicóptero nos lleva a Tien Phuoc, al puesto de mando de la operación 37. Una detallada explicación del mayor, comandante de la misma. Síntesis: laboriosamente se prepara la limpieza de un área de enemigos. Se estudia, se planea, se lleva a cabo, el enemigo tiene dos o tres bajas, pierde una pistola o dos -los datos son casi exactos- y tan pronto como el Ejército sale de la zona el viet-cong vuelve a ocuparla. Tal es un aspecto de la guerra en Viet Nam.

Traslado a Danang para nueva conferencia, esta vez a cargo del capitán Chon, simpático oficial vietnamita, y de nuestro amigo el mayor Khen. El programa no se llevó a cabo más que en la ceremonia, comida y cena. No hubo operaciones, quizá por falta de cooperación del enemigo.

Llegamos al Palace Hotel cansadísimos, tanto yo como Larteguy y Max Clos, pero el dueño nos saca de allí, insistiendo amablemente, para llevarnos a un restaurante francés. Regresamos, ansiosos de dormir, pero el dueño nos endilga nuevas conferencias. Larteguy huye sin más. Max Clos y yo sostenernos el frente con la mayor diplomacia posible. Por fin Clos me susurra “está loco” y desaparece. Yo corro y me atrinchero en mi cuarto. El dueño nos busca en vano para seguirnos explicando lo mucho que sabe -o cree que sabe- sobre Viet Nam.

Este día hubo bastantes actividades viet-cong en la provincia y al sur, en Dinh Tuong, un perito agrícola de Formosa y un intérprete vietnamés fueron muertos en una emboscada viet-cong. Nadie puede olvidar que esta guerra sin frente es feroz y que cada día está jalonado por muertos y heridos.

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JUEVES, (14-Noviembre-63)

Naturalmente, no me llaman a las 5, sino a las 5:30 -ya parece costumbre-, desayuno con Keller, y me meto en otro C-123 para otro largo, pesado, trepidante y espantoso viaje que termina a las 8:56 en Plei-Ku, provincia del mismo nombre, donde me recibe el capitán O’Brien y, lo que para mí resulta más emotivo y agradable, Esteban Cisneros, joven miembro de la Fuerza Aérea US, nativo de Colorado, pero de familia mexicana, que habla español. Plei-Ku es una importante y estupenda base estadounidense en la que no falta nada: ni música, ni refrigerador en cada cuarto, leche en polvo a discreción, sacarina líquida para los que no desean engordar, desayuno a las 6 y media, café con pan dulce a las 10, comida a las 12, cena a las 6, cualquier piscolabis después si uno tiene aún ganas, hermosos jardines tipo California con comodísimos asientos, mosquiteros en todas las camas, cuarto de baño para cada recámara de oficiales, etcétera, etcétera. Y para que verdaderamente no falte nada, la muerte está a unos 3 o 4 kilómetros, muy frecuente de día y segura de noche, a cargo de los viet-cong.

Pero aquí tengo un gratísimo encuentro: el mayor José Ángel Santiago Padró, de Puerto Rico, quien no sólo habla el español como cualquiera de nosotros, sino que tiene a orgullo enseñarlo a sus hijos y cuya esposa le censura -me cuenta- si olvida alguna palabra o pierde práctica. Además en esta base conozco a Quiñones y Rodríguez, también de Puerto Rico, a Arturo Tijerina, de Laredo, Texas, y al ya citado Cisneros, todos ellos hablando español.

El mayor Santiago me da una explicación completa sobre el trabajo de su sección, la G-5, en la llamada “guerra sicológica”, tan importante que me ocuparé de ello en otra parte.

Después el capitán O’Brien me invita a visitar varias aldeas estratégicas -de las que hablaré también por separado- y para salir se integra un grupo así: un jeep con 4 oficiales USA todos con armas automáticas, de escolta, y en el nuestro, el capitán O’Brien con una ametralladora sobre las rodillas, yo a su lado (con la cámara solamente), y atrás Esteban Cisneros, de intérprete, con una ametralladora portátil. Pero todo esto es solamente hasta llegar cerca, a un centro de entrenamiento de Defensa Civil Armada que está a un 3 kilómetros de la base -donde se nos une otro jeep con el capitán Kirk (USA-army), el teniente N. Dltuy, de Viet Nam, y otro oficial vietnamita, todos con ametralladoras. Ya en caravana los tres jeeps, y alternando en el orden de precedencia, avanzamos unos 6 o 7 kilómetros más, pasando por varias aldeas estratégicas: Plei Bang número 3 y otras. Llegamos a lo que queda de Plei Mai, que anteanoche a las 10:30 fue atacada por el Viet Cong, incendiaron las casas y se llevaron -o dejaron ir con ellos­ a todos los habitantes. Esto a sólo unos 10 kilómetros de la capital de la provincia, de la base estadunidense y de la base central del ejército vienamita en la provincia. Por supuesto, Plei Ku, la capital está rodeada de alambradas y sacos terreros, completamente en pie de guerra.

Plei-Mai es sólo una de las dos “aldeas estratégicas” que están en el mismo caso, pues antes pasamos por otra de la que también el Viet Cong se llevó a los habitantes, aunque en esa sin incendiar nada. Y ambas prácticamente al lado del ejército vietnamés y de la base de los USA.

Ahora entiendo mejor la estimulante conversación del capitán O’Brien cuando, al salir el jeep de la base, me dijo: “Si nos disparan, agache la cabeza. Esta zona es área “C”, es decir, dominada por el enemigo”.

Al regresar el jeep que se incorporó a nuestra comitiva se queda en el centro del que partió. Ya muy cerca de la población nos detenemos para ver el entrenamiento de unos soldados vietnameses y el segundo jeep se despide y nos deja porque estamos prácticamente en las goteras de la población de Plei-Ku. Y es en ese momento, al alejarnos de los soldados, cuando nos disparan. Pero uno o dos disparos perdidos en el campo, hechos por tiradores invisibles que no alcanzan su blanco no son nada trascendente en Viet Nam, de manera que no vale la pena entrar en detalles. Llegamos a la base ilesos, afortunadamente, y eso es lo esencial.

A las 9:30 de este día, en Saigón, en la calle de Tu-Do, muy cerca del Hotel Caravelle, un viet-cong arroja una bomba al Bar Imperial, causando la muerte de un soldado estadunidense, hiriendo gravemente a otro y a dos meseros vietnameses. Al Bar Imperial -por ser esquina, abierto a la calle, lugar agradable- acostumbraba yo a ir por las noches cuando estoy en la capital vietnamita.

Demostración objetiva de cómo puede ser salvado salir al dis­putado campo de Viet Nam, que no siempre es lo más peligroso.

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VIERNES (16- Noviembre -63)

Dejo Plei-Ku a bordo de un Caribon del Army, avión mucho más agradable y cómodo que el C-123, aunque también se abre por la cola, para llevar jeeps y esas cosas.

La solidaridad hispano-parlante, tan agradablemente demostrada en Plei-Ku por el mayor Santiago, Quiñones, Rodríguez, Tijerina y Cisneros, culmina en este viaje de una manera conmovedora cuando el último de los citados telefonea a nuestra próxima escala -Nha Trang­ para que en el campo de aviación me espere Luna, de San Bernardino, California, dispuesto a atenderme en todo. Y después de la comida en el restaurante militar, Luna llega con un camión de carga de la Fuerza Aérea -a la que pertenece- para llevarme directamente al avión y evitarme el viaje en un camión cerrado, pequeño e incómodo, en el que los demás se apelmazan. Y este mexicano de California me sienta a su lado en la cabina y atrás, en las redilas, se suben un coronel, dos mayores, un teniente y un civil, todos estadunidenses que quieren librarse del amontonamiento. Este camión que me lleva no ha sido enviado por ninguna autoridad ni por ningún jefe: este camión lo maneja un joven mexicano, Luna, de San Bernardino, California, que tiene mucho gusto en charlar un rato con Juan Miguel de Mora, de México, en esta lejana Nha Trang, en el Viet Nam en guerra. Y los jefes y oficiales que van atrás -en las redilas- han aprovechado este acto de solidaridad del corazón y del idioma, que salta por encima de las divisiones territoriales.

Nha Trang tendrá siempre, para mí, un grato recuerdo gracias a Luna. Y llego a Saigón en un viaje que hace más agradable la compañía de Dwight Davis, funcionario civil de los USA casado con una mexicana y que habla español y francés.

SABADO (17- Noviembre -63)

Visito al coronel Wilson: mi próximo viaje será al Delta, la zona controlada de día y de noche por el viet-cong. Saldremos el lunes a las 5:30 a.m.

En el Delta permaneceré varios días, todo el tiempo que me resta en Vietnam, y por su importancia trataré esa etapa fuera de aquí. Viet Nam recorrido de Norte a Sur por SIEMPRE! –véase mapa-; la misión ha sido cumplida y al escribir sobre Viet Nam no lo haremos como la fugaz impresión de un paseo rápido. Y es todo aquí.

>>Texto extraído del número 546 de la Revista Siempre!, publicado el 11 de diciembre de 1963>>