Zygmunt Bauman

Boris Berenzon y Gustavo Garibay

“Las certezas han sido abolidas. Estamos en un estado de interregno, entre una etapa en que teníamos certezas y otra en que la vieja forma de actuar ya no funciona. No sabemos qué va a reemplazar esto”. Zygmunt Bauman

Zygmunt Bauman perteneció a una generación de grandes filósofos, actores, testigos y protagonistas del siglo XX. De manera semejante a sus contemporáneos, su obra es una producción intelectual que se abrió camino después de la década de los cincuenta, y en cuyas páginas se entrecruzan elementos biográficos, históricos y políticos a partir de los acontecimientos que le tocó vivir, vistos desde la filosofía y de manera concreta desde la sociología. Su experiencia es la del pensamiento en el exilio cuando Polonia fue invadida en 1939 por tropas de la Alemania Nazi, y después -una vez terminada la Segunda Guerra Mundial-, cuando en 1968 como integrante del Partido Comunistas y profesor de Sociología de la Universidad de Varsovia, tuvo que huir debido al antisemitismo comunista. Vivió en Israel, Estados Unidos y Canadá hasta que en 1971 se volvió catedrático de la Universidad de Leeds en Inglaterra.

Bauman ha sido un profeta de su tiempo, una voz contra la globalización que ha sido escuchada entre sus contemporáneos, crítico del sionismo. En su obra Modernidad y Holocausto, siguiendo los ensayos de Theodor W. Adorno y de Hannah Arendt a partir del pensamiento totalitario, expone los vínculos que la civilización de la barbarie reprodujo como ideología de la modernidad, la instrumentalización de la razón y la industrialización de la muerte, sus procesos clasificatorios, las tipologías del miedo, sus regímenes clasificatorios y la reducción ética entre obediencia y moralidad. Sus libros, con influencias claras desde el marxismo, específicamente de Gramsci, y de Freud, son un extraordinario referente para comprender un cambio de época, un espacio de encuentros y desencuentros entre generaciones híbridas, un “no lugar” donde sucede la dislocación, conflicto y fricción del hombre en tiempos líquidos. Como apunta Adolfo Vásques Rocca en su artículo Zygmunt Bauman: Modernidad Líquida y fragilidad humana”, el concepto de “Modernidad líquida” como categoría sociológica “es una figura del cambio y de la transitoriedad, de la desregulación y liberalización de los mercados. La metáfora de la liquidez –propuesta por el filósofo judío– intenta también dar cuenta de la precariedad de los vínculos humanos en una sociedad individualista y privatizada, marcada por el carácter transitorio y volátil de sus relaciones.”.

La “globalización, liberización de la economía y la cultura” irrumpió nuestros esquemas tradicionales de vida. “La cultura líquida moderna ya no siente que es una cultura de aprendizaje y acumulación (…) A cambio, se nos aparece como una cultura del desapego, de la discontinuidad y del olvido”. No lo podemos negar, vivimos en una época incierta, de renombramiento de las cosas para situarlas en el devenir de la historia, para comprenderlas, interpretarlas y explicarnos acerca de la dinámica de la sociedad global bajo el acecho “del cambio y la incertidumbre de lo efímero”. De los Baby Boomers, los X, los Millennials y los llamados Nativos Digitales, cuyos valores están centrados en el desarrollo y la productividad, la tecnologización de los sentidos y la mediación de las experiencias en torno a la información y la comunicación, la construcción simbólica de los estatus y la organización libidinal sobre la voluntad del deseo, el consumismo y el individualismo vacilantes entre la marca y el dispositivo que confunde la plusvalía de lo real y lo virtual. “Cuando una cantidad cada vez más grande de información se distribuye a una velocidad cada vez más alta, la creación de secuencias narrativas, ordenadas y progresivas, se hace paulatinamente más dificultosa. La fragmentación amenaza con devenir hegemónica. Y esto tiene consecuencias en el modo en que nos relacionamos con el conocimiento, con el trabajo y con el estilo de vida en un sentido amplio”.

El trabajo de Bauman, resuelto en un lenguaje sencillo, aunque no es único ni disrupcionista, -pues el término líquido proviene del marxismo-, es de un legado excepcional y abreva de los grandes sistemas del pensamiento occidental, no es un modelo teórico, es crítica y es respuesta dentro de un linaje de ideas y grandes aparatos epistemológicos, de métodos y modelos teóricos en el tránsito de la modernidad y la llamada modernidad tardía. El concepto posmodernidad, como movimiento artístico, cultural, literario y filosófico, le generaba escepticismo, porque como él mismo lo señaló en su libro Legisladores e intérpretes. Sobre la modernidad, la posmodernidad y los intelectuales, cuando habla de esa suerte de crisis del paradigma que guía el papel de los intelectuales, (“romántico-populista-revolucionario-utopista”), respecto de su tarea frente a la realidad política y cultural del poder y sus representaciones en la esfera del espacio público.

Por su formación erudita de gran intelectual, heredero de una vieja tradición, Bauman tuvo la sensibilidad de percibir y leer la incertidumbre política de los tiempos actuales, en cierto sentido contribuyó a entender la crisis del sistema político mundial desde Occidente: “Lo que podemos llamar la crisis de la democracia es el colapso de la confianza. La creencia de que los líderes no sólo son corruptos o estúpidos, sino que son incapaces (…) El poder se ha globalizado, pero las políticas son tan locales como antes. La política tiene las manos cortadas. La gente ya no cree en el sistema democrático porque no cumple sus promesas”.

En una entrevista con Ricardo de Querol para el diario El País, en una de sus declaraciones más polémicas, al igual que Umberto Eco, Bauman nos advirtió sobre el poder de las redes sociales, sobre la revolución del hashtag y el “activismo de sofá”: “La cuestión de la identidad ha sido transformada de algo que viene dado a una tarea: tú tienes que crear tu propia comunidad. Pero no se crea una comunidad, la tienes o no; lo que las redes sociales pueden crear es un sustituto. La diferencia entre la comunidad y la red es que tú perteneces a la comunidad pero la red te pertenece a ti. Puedes añadir amigos y puedes borrarlos, controlas a la gente con la que te relacionas. La gente se siente un poco mejor porque la soledad es la gran amenaza en estos tiempos de individualización. Pero en las redes es tan fácil añadir amigos o borrarlos que no necesitas habilidades sociales. Éstas las desarrollas cuando estás en la calle, o vas a tu centro de trabajo, y te encuentras con gente con la que tienes que tener una interacción razonable. Ahí tienes que enfrentarte a las dificultades, involucrarte en un diálogo. El Papa Francisco, que es un gran hombre, al ser elegido dio su primera entrevista a Eugenio Scalfari, un periodista italiano que es un autoproclamado ateo. Fue una señal: el diálogo real no es hablar con gente que piensa lo mismo que tú. Las redes sociales no enseñan a dialogar porque es tan fácil evitar la controversia… Mucha gente usa las redes sociales no para unir, no para ampliar sus horizontes, sino al contrario, para encerrarse en lo que llamo zonas de confort, donde el único sonido que oyen es el eco de su voz, donde lo único que ven son los reflejos de su propia cara. Las redes son muy útiles, dan servicios muy placenteros, pero son una trampa.”

En casi dos décadas  la muerte de personajes como Jean-François Lyotard y Octavio Paz (1998), Basil Bernstein (2000), Pierre Bourdieu y Hans-Georg Gadamer (2002), Susan Sontag, Camilo José Cela, Jacques Derrida y Dietrich Schwanitz (2004), Harold Pinter, Arthur Miller y Paul Ricoeur (2005), Jean Baudrillard, Norman Mailer y Richard Rorty (2007), Claude Lévi-Strauss (2009), José Saramago, Friedrich Katz y Miguel Delibes (2010), Adolfo Sánchez Vázquez (2011), Carlos Fuentes, Gore Vidal y Eric Hobsbawm (2012), Nadine Gordimer (2014), Elie Wiesel, Umberto Eco y Dario Fo en 2016, todos reconocidos por la dimensión social de su voz, cuya influencia rebasó los círculos académicos, nos obliga a pensar acerca del papel de los intelectuales hoy, acerca de su ausencia, de la extinción de voces autorizadas frente al embate de los opinólogos que en muchos casos se han vuelto miopes traductores de una realidad que los rebasa. La obra de Bauman es testimonio de cómo las ciencias sociales, cuando salen de sus nichos de poder y se vinculan con la divulgación, abren posibilidades de comprensión. Su popularidad, ganada a través de breves y lúcidas entrevistas, son un ejemplo a seguir.

La muerte de Bauman es un silencio más que escucharemos en medio de la obscuridad en la que desde distintos lugares nos iluminan con su pensamiento Jürgen Habermas, George Steiner, Gianni Vattimo, Alan Badiou, Alain Touraine, Frederic Jameson, Gilles Lipovetsky, Peter Sloterdijk, Slavoj Žižek, Peter Burke, Georgio Agamben, Nuccio Ordine, Achille Mbembe, Martha Nussbaum, Donna Haraway, Amelia Valcárcel y muchos otros a quienes no hemos leído y no hemos escuchado. La inteligencia nos devuelve la esperanza, la crítica nos coloca en el futuro como la promesa donde todo cabe, es posibilidad.

De los libros de Bauman podemos destacar: La modernidad líquida (2004), Amor líquido: acerca de la fragilidad de los vínculos humanos (2005), Europa, una aventura inacabada (2006), Ética posmoderna (2006), Tiempos líquidos (2007), Vida de consumo (2007), Libertad (2008), y Vivir con el tiempo prestado (2009). No hay mejor experiencia que el encuentro con el autor. Es necesario leer a Bauman, sobre todo por el estado social de nuestra época, en la que “Hemos olvidado el amor, la amistad, los sentimientos, el trabajo bien hecho. Lo que se consume, lo que se compra son sólo sedantes morales que tranquilizan tus escrúpulos éticos”. Después de todo, en tiempos de incertidumbre y miedo “Amar significa abrirle la puerta al destino, a la más sublime de las condiciones humanas en la que el miedo se funde con el gozo en una aleación indisoluble, cuyos elementos ya no pueden separarse. Abrirse a ese destino significa, en última instancia, dar libertad al ser: esa libertad que está encarnada en el Otro, el compañero en el amor”.

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