Julio Hubard

Ricardo Muñoz Munguía

Egisto nace con una misma sangre, producto del incesto entre Tiestes (su abuelo y padre) y de Pelopia (su hermana y madre). Igualmente nace asesino. Dentro de la mitología griega, Egisto fue criado por Atreo, su tío, pues su mamá lo abandonó por la vergüenza del incesto pero una profecía (cuando Tiestes se reencontrara con su hijo) sería la de matar a su tío, y llegado el momento se cumple tal profecía.

Así, “mientras tanto”, Julio Hubard (Ciudad de México, 1962), más allá de enmarcar cualquier tipo de biografía, enlaza las profecías a un diálogo con el presente, o, más bien, un soliloquio en el que aparecen las sombras del miedo, de la energía asesina, de las presencias mitológicas. El Prólogo reviste la sombra principal “Ya viste cómo baja tu hijo las montañas,/ toda la piel chinita por la prisa y una luz naranja en la cabeza, un ruido/ de címbalos que aturde dioses, bestias y el atuendo que vio en un maniquí: es un dios/ en unas religiones. Nosotros lo llamamos drogadicto por su cosa de esnifar furores agrios, rabias rojas, carcajadas y ese hábito/ de colgar afiches nazis en su cuarto”.

Egisto, mientras tanto (Parentalia ediciones, México, 2015) del editor, ensayista, poeta y catedrático, Julio Hubard, es un volumen en el que se deambula entre la maldad que, a la vez, es infancia.

“Recuerdas casi: lo engendraron la belleza y el arrepentimiento, en su único encuentro, entre los brezos./ —sobre la cópula culpable trotaban jabalíes y metían los miedos, de anchas sonrisas, con felicidad inicua—/ y engendraron un hijo arredro”.

Atmósferas y escenarios que van del mito griego al instante preciso en que el autor ilumina las presencias humanas y animalescas, sin dejar de lado su propia figura en medio de esas sombras…, todo, “mientras tanto”.

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