Cuarta y última parte

Claudio R. Delgado

Los ensayos de Solana

Rafael Solana y Octavio Paz, principalmente, vienen a ser, los dos escritores dentro de su generación, es decir la de Taller, que más practicaron el ensayo.

Es de sobra sabido que Paz ha sido reconocido mundialmente por su vastedad ensayística y su producción poética, a tal grado que es el único premio Nobel con el que cuentan nuestras letras nacionales. Sin embargo, Solana a pesar de ser un ensayista, digamos “menor”, también es un autor que se destacó en esta rama dentro de la literatura, aunque la menos frecuente dentro de su producción.

El ensayo para don Rafael viene a ser más bien, una práctica, digamos “impresionista”, de pasatiempo, pues más allá de preocuparse por analizar y difundir sus ideas en torno a temas y personajes sobresalientes, como en el caso de Jaime Torres Bodet, delicioso ensayista quien escribió libros tan interesantes sobre Balzac, Tolstoi, Proust, Galdós, Dostoievski y Stendhal, en los que muestra grandes dotes de prosista consumado, elegante y sabio conocedor novelistas cumbre de la literatura universal que mediante la prosa analiza “científicamente” y demuestra conocimientos variados, Solana se preocupa, más bien, por difundir sus impresiones de manera “modesta” entre un número muy corto de lectores, el cual estaba integrado solamente por familiares y amigos, nunca entre el gran público lector, el público de masas.

En su libro Musas Latinas de 1969, el cual contiene tres de sus ensayos, Solana dice: “no se trata de biografías, ni tampoco de estudios eruditos sobre los autores escogidos; son solamente cometarios, juicios personales, recopilaciones de datos acerca de esos escritores encontrados al azar en otros libros, y no tras de una búsqueda cuidadosa; no son estudios de valor académico, son mera constancia de simpatías; crítica impresionista o subjetiva…”.[i]

Como sea, Rafael Solana dejó escritos sólo cuatro libros de ensayos: Leyendo a Loti (1959), Leyendo a Queiroz (1961), Oyendo a Verdi (1962) y Leyendo a Maugham (1980), todos estos trabajos aparecieron publicados fuera de comercio y como regalo a los amigos del autor, con motivo de la Navidad y Año Nuevo, con un tiraje de tan sólo 500 ejemplares cada uno.

De sus cuatro libros, el de Verdi es el que ha corrido con mejor suerte, tanto así que en octubre de 2013, el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) con motivo de la celebración de los 200 años del natalicio del italiano Giuseppe Verdi (que se cumplieron ese año), tuvo el acierto de editarlo en versión facsimilar por vez primera.

Oyendo a Verdi volvió a ver la luz después de 51 años de haber aparecido entre un corto número de lectores. Con esta nueva edición, el INBA lo puso de nuevo en circulación y a la disponibilidad del gran público, como homenaje al autor de Rigoletto y como un reconocimiento al trabajo y al saber de Solana sobre la obra y la vida del maestro de Busseto.

Este libro está dedicado a su padre (Rafael Solana Cinta, conocido como “Verduguillo” en el ambiente periodístico y taurino), y forma parte de los tres primeros que Solana más tarde reunión en 1969 en una edición que el Fondo de Cultura Económica editó bajo el título de: Musas Latinas y que iba dirigido ya, al grueso público. En este volumen se contienen: Leyendo a Loti, Leyendo a Queiroz y Oyendo a Verdi.

En sus ensayos, el autor se regocija y entretiene (literalmente) haciendo alarde de su conocimiento sobre la vida y obra del francés Pierre Loti, del lisboeta Eça de Queiroz (padre de la literatura moderna del Portugal) y por supuesto del italiano Giuseppe Verdi.

Oyendo a Verdi, resultó de los tres libros, el más solicitado. Fue requerido muy particularmente en España, y claro está, en Italia. En la prensa se hicieron repetidas reproducciones de algunos de sus capítulos.

Podemos decir que a pesar de la modestia de Solana al referir que sus libros no están escritos bajo el rigor académico, o como estudios eruditos, al leer los cuatro ensayos, podemos darnos cuenta que la maestría prevalece, y particularmente en Oyendo a Verdi, ésta se deja sentir, vamos: se escucha y prevalece; está aderezada con un estilo claro y sencillo, acompañada (además) de una frescura que hace del libro un divertimento a la hora de su lectura.

Hasta donde yo he investigado, no ha habido ni hay escritor alguno, o aficionado o experto en el tema operístico y particularmente en el estudio de la vida y obra del creador de “Otello”, que haya hecho en nuestro país un libro como el que nos regaló Solana sobre Verdi.

Don Rafael llevo su afición más allá del mero ámbito periodístico al realizar sus crónicas o críticas de ópera en la revista Siempre! y en alguno de los muchos diarios para los que escribió, pues con la publicación de Oyendo a Verdi, nos da muestra no sólo de su afición y de sus simpatías operísticas, sino que además, se dio el lujo de asistir cada año a Nueva York a la temporada de ópera, además de que pudo presenciar durante una gran parte de su vida y durante los muchos años que viajó a Europa, lo mejor de este género musical en teatros del viejo continente como la Scala de Milán, lugar en el que contaba el mismo Solana, tuvo la oportunidad de compartir la ópera durante la Segunda Guerra mundial con Mussolini, cuando, junto con el maestro José Pagés Llergo, se repartieron Europa para cubrir el conflicto bélico. Presenció lo mejor de este género en teatros de Sudamérica, principalmente en Argentina y Chile. También lo hizo en el Japón, aunque allí más exactamente su atención se enfocó al teatro.[ii]

Respecto al libro Leyendo a Queiroz de Rafael Solana, debo destacar que en el año de 2002 y con motivo de la polémica desatada por la censura que el mismo clero ejerció en torno a la película de Carlos Carrera: El crimen del Padre Amaro, que estelarizaran los entonces aún jóvenes, Ana Claudia Talancón y Gael García Bernal, con guion de Vicente Leñero, y que no es otra cosa más que la adaptación de la novela de Queiroz del mismo nombre, tuve la oportunidad (por mi trabajo periodístico) de conocer y hacer una excelente amistad con el entonces Embajador de Portugal en México, el señor Antonio Antas de Campos, actualmente retirado ya del servicio diplomático y un enamorado de nuestro país.

Lo anterior derivó en que yo irremediablemente hiciera cometarios sobre el libro que don Rafael escribió en torno a Eça de Queiroz, debido al desconocimiento abrumador de lo que opinaban sobre el tema en ese momento y peor aún, por la enorme ignorancia de no pocos en torno a la novela del portugués, tema que inmediatamente interesó al entonces embajador y en una entrevista hecha en ese tiempo por Guadalupe Loaeza, el mismo Antas se refirió al trabajo y al análisis hecho por Solana, particularmente al capítulo que el veracruzano dedica precisamente al Crimen del Padre Amaro y a las coincidencias o parecido que esta novela “pudiera” tener con la novela de Emilio Zola titulada: La falta del abate Mouret.

Las conclusiones hechas por el señor De Campos, coincidían en que se trataba de un desconocimiento total y penoso de la obra de Queiroz, una mala adaptación cinematográfica y recomendaba se le echará un ojo al trabajo publicado por el maestro Solana en el capítulo V, en el que trataba el tema de El crimen del Padre Amaro.

Con esto, lo que pretendo es poner en perspectiva, la importancia y el valor ensayístico y el análisis de Solana en torno a la obra de un escritor portugués que hasta la fecha sigue siendo desconocido, por lo menos para la gran mayoría de los lectores mexicanos, y que don Rafael tuvo la inquietud de analizar desde un punto de vista “impresionista” y que sin embrago, causó en Portugal una gran simpatía, un magnifico recibimiento y una amplia difusión en la prensa portuguesa. A tal grado que fue su autor invitado por la Sociedad “Amigos de Queiroz”, de Lisboa, a dar en su sede (Largo Bordalo de Pinheiro, en ese tiempo ubicada en el centro de la capital portuguesa) una conferencia sobre el autor de Los Maias, la cual fue presenciada por lo más distinguido de la intelectualidad y de “la sociedad” lisboeta de ese momento, y donde Antonio Queiroz, hijo del autor de El primo Basilio, distinguió a Solana al regalarle “una página manuscrita de La ciudad y las sierras”. En Brasil, este libro también tuvo gran aceptación por los estudiosos queirocianos, y alabado por el diplomático brasileño, Clodomiro Vianna Moog.

Leyendo a Loti, dedicado a la memoria de doña Maurilia Salcedo de Solana, madre de don Rafael, a pesar de haber sido el primero de sus cuatro ensayos, es tal vez el que con menor suerte ha corrido. Fue precisamente en un libro de Loti, que su madre enseñó a Solana las primeras letras, y fue en un libro de este autor francés que nuestro escritor comenzó a leer; fue de su madre, de quien Rafael Solana adquirió el gusto por la lectura. De su padre, Verduguillo, obtuvo el gusto por la música, pues según don Rafael, él (su padre) lo “enseñó a oír”.

El libro sobre Loti “tuvo una acogida amable”, y fue celebrado con una recepción en la embajada de Francia por el  entonces agregado cultural de ese país en México, Jean Sirol.

Aunque el libro sobre Julien Viaud (Pierre Loti), no ha sido un ensayo difundido y celebrado como los dos anteriores, sin embargo, la calidad del trabajo y el análisis que Solana hace en torno a la obra de este autor impresionista, miembro de la Academia Francesa, es digno de ser difundido, sobre todo ahora que nadie o casi nadie recuerda o ha leído en México a este autor galo.

En 1980, Solana escribió su último libro de ensayos dedicado al escritor inglés William Somerset Maugham, titulado Leyendo a Maugham, es un libro lúcido y aunque de los cuatro que escribió el menos difundido y conocido, es un ensayo en el que se puede ver el dominio y el conocimiento que de este autor tiene Rafael Solana; Maugham, después de Dickens, era el escritor más popular, el más leído entre cierta clase social inglesa y que ha sido olvidado.

Dentro de la llamada “literatura de ideas”, don Rafael con estos cuatro trabajos, se inscribe en lo que José Luis Martínez define como crítica literaria, artística (como en el caso de Oyendo a Verdi), histórica, filosófica o científica, la cual “es en general, una función del espíritu por lo que éste se enfrenta con diferentes propósitos, alcances y rigor, a los productos culturales”, dice el mismo José Luis Martínez. De ahí que el autor de este tipo de ensayo, pueda elegir entre una gama muy amplia de formas que “van desde la incidental opinión impresionista hasta la monografía, pero la crítica ingresa en el campo del ensayo cuando, cualquiera que sea su índole, tiene además esas cualidades de flexibilidad y libertad formal e ideológica, el acento subjetivo y la naturaleza interpretativa que distingue el ensayo”.[iii] Requisitos todos ellos que los libros de don Rafael cumplen a cabalidad, y que van aderezados con la maestría que prevalece en su desarrollo.

Solana también dejó escritos a manera de prólogo otras piezas ensayísticas para la colección Sepan Cuantos de la editorial Porrúa, me refiero a Papá Goriot de Balzac, Oliver Twist de Charles Dickens, a los volúmenes de todas las comedias de Moliere (Tartufo, El burgués gentihombre, etc.) Las desencantadas de Pierre Loti  y a Servidumbre humana de Maugham. En estos textos, el autor sigue dando muestra de su dominio de la literatura universal.

Sin embargo, puedo afirmar que Rafael Solana se estrena como ensayista al publicar en 1936 bajo el sello editorial de Taller Poético, el libro titulado: Tres ensayo de amistad lírica para Garcilaso, el cual contenía tres estudios en torno a la obra del poeta del Siglo de Oro, Garcilaso de la Vega. En este trabajo aparecen tres textos de Jaime Torres Bodet, Alberto Quintero Álvarez y de Solana. El texto de don Rafael lleva por título: Garcilaso rodeado de sus palabras. El libro tuvo un tiraje de 495 ejemplares y fue ilustrado por el pintor Roberto Montenegro.

Más tarde en la revista Letras de México, en el núm. 11, el 16 de julio de 1937, publicó un texto sobre el poeta recién fallecido en ese momento,  Alfonso Gutiérrez Hermosillo. Posteriormente en la misma revista publicaría un ensayo largo sobre otro poeta: Enrique González Martínez, a quien en 1936 con sello editorial de Taller Poético le editó su libro titulado Ausencia y canto. Dicho estudio se tituló Un gran poeta en su tierra, y apareció en el núm. 12, el 1º de agosto de 1937.

A estos tres le seguirían, también en Letras de México, otros ensayos dedicados al fotógrafo Álvarez Bravo, al poeta español Pedro Salinas, a Alberto Quintero Álvarez, a Efraín Huerta, y el 1º de julio de 1938 en el núm. 29, sería publicado el ensayo titulado: Mapa de afluentes en la obra poética de Federico García Lorca, el cual aparece ilustrado con tres dibujos del mismo poeta granadino. Este ensayo fue retomado por Luis Mario Schnaider en 1998 para ser incluido en su libro titulado García Lorca y México, el cual apareció editado ese mismo año bajo el sello de la Universidad Nacional Autónoma de México, dentro de su colección Diversa. Este trabajo de Schnaider es un compendio de ensayos y artículos periodísticos escritos por mexicanos en torno a la figura y el trabajo del poeta español. Entre otros aparecen textos de: Alfonso Reyes, Genaro Estrada, Torres Bodet, Octavio Paz, Salvador Novo, Bernardo Ortiz de Montellano, Antonieta Rivas Mercado, Hugo Gutiérrez Vega, etc.

También en 1938, pero el primero de diciembre, apareció su estudio sobre la obra de su amiga la pintora María Izquierdo, publicado por única vez en la revista Taller. Cabe decir, que esta obra en no pocas ocasiones fue elogiada y reconocida por Paz, y es don Rafael dentro de la historia de la plástica mexicana, quien escribe por vez primera sobre la obra pictórica de la artista jalisciense.

Más tarde en la revista El hijo prodigo, Solana se ocupó de la poesía de José Juan Tablada, en el núm. 30, el 15 de septiembre de 1945; y de La patria chica de López Velarde, ensayo aparecido en el núm. 39, el 15 de junio de 1946.

Con todos estos trabajos, Rafael Solana se inscribe como un autor dentro de la historia de nuestra literatura, digno de ser estudiado y difundido entre las actuales generaciones, y que a cien años de haber llegado al mundo, aún nos asombra por su honestidad intelectual y capacidad creadora.

[i] Rafael Solana. Musas latinas. México, México, Fondo de Cultura Económica, 1969. 7 y 8 pp.

[ii] Momijigari. México, edición del autor, 1964.

[iii] José Luis Martínez y otros. Novedad y diversidad del ensayo. Revista Biblioteca México. Núms. 77 y 78. P. 5.

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