Venezuela vive una profunda crisis. Los venezolanos han visto cómo desde el poder político se han ido destruyendo sistemáticamente las instituciones políticas, el aparato productivo y a la propia sociedad. La crisis es ya de carácter humanitario, con hambre, escasez de medicinas, agua y con un permanente éxodo de los venezolanos que deben salir del país para sobrevivir. En Venezuela está detenida la actividad económica, la actividad social y la educación. El país está paralizado. El PIB de Venezuela fue de -10 por ciento en 2016 y se proyecta que será de -7 por ciento en 2017. La inflación anual fue de 800 por ciento en 2016 y se espera que sea de 2,200 por ciento en 2017. En el mercado paralelo en diciembre de 2015 se compraba un dólar con 965.62 bolívares y a fines de mayo de 2017 habría llegado a 5,800 bolívares por dólar.

El mundo sabe que la crisis de Venezuela es causada por la oligarquía chavista que ha gobernado el país durante 18 años bajo la dirección de La Habana. Hugo Chávez llegó al poder en 1998, después de un intento de golpe de Estado en 1992, e inició una política económica estatista, medidas sociales populistas, con un proyecto hegemónico basado en el liderazgo personal y el continuismo. Basó sus políticas en los altos precios del petróleo.

El momento decisivo de la gestión de Chávez fue cuando Fidel Castro se dio cuenta de la vulnerabilidad psicológica del venezolano derivada de su narcisismo. Chávez sometió su gobierno a los dictados de Cuba. El gobierno de Cuba envió a los encargados de la represión política y el control social, así como a quienes destruyeron el aparato productivo del país, como lo habían hecho antes en Cuba.

De esta forma, el proceso fue derruir las instituciones políticas democráticas y basar el movimiento en los sectores marginales clientelares por los subsidios y más tarde en la reproducción del aparato dictatorial violento.

A la muerte de Chávez, Venezuela encaró una nueva realidad. Al desastre interno se sumó la baja de los precios internacionales de las materias primas y el petróleo. La elección de Maduro tuvo muchas acusaciones de fraude electoral. La victoria parlamentaria de la oposición en 2015 se dio en el contexto de una grave crisis económica interna; la disminución de los ingresos petroleros; la reducción del espacio democrático; un incremento sensible de la oposición y una creciente evaluación negativa del régimen por la mayoría de la población. Debe destacarse la pésima gestión de PDVSA durante el chavismo. Así, el país con una de las mayores riquezas petroleras del planeta se ve sumido en la miseria. La versión venezolana del socialismo del siglo XXI se pudo sostener solo con el auge de los precios internacionales del petróleo.

La arbitraria agresión a las instituciones, así como el desastre económico y social han provocado una intensa lucha por parte de la Asamblea Nacional controlada por la oposición. De nada han servido los diversos llamados al diálogo por parte de varios países latinoamericanos y de España, ni las gestiones del Vaticano o la actividad de la OEA.

El domingo 30 de julio el gobierno de Maduro ha convocado a la celebración de unas espurias e ilegítimas elecciones para una Asamblea Constituyente que ratificará, a través de una nueva Constitución, un régimen dictatorial. Al momento de escribir este artículo, no se sabe aún si el gobierno de Maduro persistirá en su propósito de celebrar esas elecciones, que son ilegales. De efectuarse, de nada habría servido la participación de más de 7 millones de venezolanos que se expresaron en una consulta organizada por la oposición para manifestar su repudio a esa constituyente.

Frente a esa situación, el gobierno de Trump amenaza con endurecer las sanciones contra Venezuela prohibiendo la importación de petróleo venezolano a Estados Unidos. Esto, sin embargo, como señala Moisés Naím, puede ser un arma de dos filos, ya que podría darle a Maduro la excusa de que la crisis se debe a una agresión externa y endurecer aún más la represión en el país, acusando a la oposición de colaborar con el enemigo exterior. Para Naím, la experiencia histórica demuestra que los bloqueos o embargos económicos generales casi nunca logran sus objetivos. Hacen sufrir más a la población pero no afectan a los gobiernos y a los grupos que los apoyan, Cuba es el mejor ejemplo.

Para Maduro es difícil dar marcha atrás en el proyecto de la constituyente. La decisión está sometida a los intereses de los servicios de inteligencia cubanos y a los del narcotráfico que se ha institucionalizado en Venezuela, pero más allá de lo que pueda suceder, hoy más que nunca es necesario que la sociedad internacional defienda las instituciones democráticas.