Raymundo Lucero Vázquez (townhe@gmail.com) es ingeniero de Chapingo. Entre otros, ha trabajado temas relacionados con la cultura, la planificación y el medio ambiente, como la Evaluación del Impacto Ambiental y el Ordenamiento Ecológico del Territorio. Ha laborado en la FAO, vivido en muchos pueblos y conocido bien el territorio istmeño de Oaxaca.

—Raymundo, ¿qué está sucediendo en el Istmo de Tehuantepec?

—Hay gran zozobra a causa de dos fenómenos geológico-ambientales que se dan desde el terremoto del 7 de septiembre. Primero, lo que se conoce como licuación o licuefacción, que se produce en suelos aluviales como los del litoral istmeño. El sustrato que sostiene los ecosistemas terrestres absorbe tanta agua, que se vuelve un licuado de lodo. Esto no se percibe en el estrato superior arcilloso, pero, la acción del sismo hace que en el subsuelo haya un lodo inestable, revuelto con rocas, gravas y arenas. En el Istmo lo agravan las interminables réplicas o enjambre sísmico. Segundo, por esta licuación del suelo, la propagación de las ondas sísmicas produce un ruido intenso. Muchas personas dicen que suena como el paso a gran velocidad de un convoy de tráileres.

La licuación proviene del manejo del agua en la región. En el verano llueve mucho y la deforestación hace que no se retenga el agua en la montaña, sino que vaya a la zona costera; el Distrito de riego abastece casi todo el año la zona; desde la Presa Jalapa del Marqués hay escurrimientos permanentes y además de cinco ríos importantes: el río Tehuantepec, Los Perros, Espíritu Santo, Ostuta y Novillero. El río Los Perros provoca en promedio tres inundaciones anuales. De toda esta agua, una parte se evapora, se consume y se transpira por la vegetación; otra va hacia los estuarios; pero, una parte, muy alta, se infiltra en el subsuelo.

¿Qué indicios muestran que la licuación esté dándose en la región?

—Uno, el hundimiento de los pies de los edificios más pesados. Por ejemplo, el colapso del puente de Ixtaltepec. Segundo, la contaminación de las corrientes de agua. La erupción del suelo permite la salida del lodo a nivel de los manantiales. Esto ocurre en Laollaga, y en el afluente de suelo calizo de la parte media del río Los Perros, entre Guianagati, Laollaga y Chihuitán. Tercero, la erupción espontánea de agua y lodo, que en otras regiones llaman “volcanes de lodo”. Esto ha ocurrido en San Mateo y Santa María del Mar, en terrenos agrícolas de Xadani y en diversas calles de Juchitán, como la de Efraim R. Gómez. La erupción puede durar unos minutos o prolongarse por horas. Algunos pozos también se llenan de arena o lodo. Cuarto, el sonido. Cuando ocurre un acomodo posterior al terremoto, el hipocentro (el punto exacto del choque de las placas) genera un movimiento intenso que se lanza hacia la superficie (el epicentro), esto provoca un oleaje interior debajo del sustrato de sostén del suelo que avanza como si fuera una gran ola en altamar provocando un ruido intenso, cuando esta ola interior se estrella contra el frente de la ladera causa un sonido aún más penetrante. Quinto, los derrumbes. En algunas áreas se forman cavernas de dilución calcárea y pueden producirse derrumbes interiores, que también generan estruendo. Aparentemente esto solo podría ocurrir alrededor de Laollaga.

¿En esta situación es posible reconstruir en la zona?

—Sería absurdo. Antes de iniciar la reconstrucción es indispensable elaborar exámenes estratigráficos en diversos sitios de la llanura costera, principalmente cerca de los ríos y de los terrenos de riego. Antes de ello, debe dejar de temblar y hay que esperar para que el licuado se estabilice. Estos estudios brindarán información sobre la consistencia de los estratos a una profundidad mínima de 30 metros. Luego, hay que investigar experimentalmente para generar nuevas normativas técnicas, así como de diseño de resistencia y mecánica de suelos.

Sin lo anterior, toda iniciativa de reconstrucción entra en una zona extremadamente riesgosa. Las edificaciones de infraestructura y los edificios públicos, así como las casas residenciales, aun si se construyen con fuertes estructuras, podrían ladearse, caerse y hundirse. Claro que esto incluye las tuberías de agua, drenaje y gas.

—Algunos piensan que no hay que construir con adobe, ¿qué piensas?

—Por el contrario. Lo más deseable es construir de manera tradicional. En la zona, la construcción con adobe presenta ventajas por un efecto contra resultante, en especial por el tipo de techos a base de madera y teja. Hay que hacer modificaciones de estructura, mezclar técnicas, métodos y materiales, pero es riesgoso decir exactamente cuáles y cómo. Aun así, es factible reconstruir las viviendas de adobe que quedan en pie, muchísimas en comunidades y barrios, que solo perdieron algunos muros o cuyas techumbres están dañadas. No así las casas de concreto, que tienen diseños anclados en el modelo del centro y norte de México, que imitan el estilo norteamericano, donde tiembla muy poco. Hay muchas irregularidades de la autoridad al respecto, incluso en CDMX.

La edificación tradicional constituye el más importante legado de la cultura regional y, en muchos casos, ha funcionado como el más persistente valor de existencia. Perder la identidad de la vivienda tradicional significaría perder la fisionomía con la que nos movemos y nos identificamos en el mundo. En Ciudad Ixtepec ya trabaja el Comité Ixtepecano Vida y Territorio.

—Imagino que promueves reconstrucción de casas provisionales…

—Sí, porque los estudios pueden tardar meses, como sucedió en el terremoto de Kobe, Japón.

Dependiendo de esto, quizá sea necesario que las zonas urbanas se reubiquen en laderas más firmes y de manto rocoso menos profundo, por arriba de la cota de los 40 metros. La llanura tiene menos de 30 metros sobre el nivel del mar. Además, esto podría servir para construir con un ordenamiento participativo, con más y mejores áreas verdes, y con mejores espacios de movilidad y casas seguras.

Es una situación grave. ¿Crees que el gobierno tenga esta información y espere los estudios antes de iniciar o permitir la reconstrucción?

—No sé si lo saben. No sé si saben que lo ignoran (no lo creo), y no sé si deliberadamente actúan como si lo ignoraran con tantos medios de información que tienen; con tantos especialistas bien pagados; con el Instituto Nacional de Suelo Sustentable de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, creado justamente para atender situaciones como la presente. De ignorarlo, no tienen perdón. Y de saberlo, pero no actuar con responsabilidad, tampoco. La aportación ofrecida de 15 mil pesos para restaurar y de 120 mil pesos para reconstruir una vivienda, nos deja estupefactos. Es demasiado para no hacer nada, como se prevé, pero es demasiado poco para intentar algo, ni siquiera las reconexiones de agua y electricidad. ¿Es un juego de los tiempos electoreros? Sería terrible y claramente irresponsable.

Estamos acostumbrados a dudar del gobierno. ¿Pueden usar estas circunstancias dramáticas para forzar el abandono de las tierras y dejar libre la formación de una Zona Económica Especial, con las concesiones mineras, los corredores de transporte y más nuevos parques eólicos?

—No lo sé. Pero un día hace años, leí que Soros dijo: “¿Qué hacen ésos (los pueblos mesoamericanos) para detentar tanta propiedad de tierra totalmente improductiva? ¡Debería de ser ilegal!”. Así que no se detendrán por falta de oportunidades y de enfoques….

Además, opino que se respeten los Acuerdos de San Andrés, que se investigue Ayotzinapa, que trabajemos por un nuevo Constituyente, que recuperemos la autonomía alimentaria, que revisemos a fondo los sueños prometeicos del TLC y que evitemos la politización de los terremotos.

@PatGtzOtero