Jacquelin Ramos y Javier Vieyra

En muchos sentidos, la tarea de un escultor consiste en darle significado al espacio, transformar la materia de algo común a un símbolo único. El espectro en que desarrolla su tarea se mueve volátilmente entre los grandes monumentos para engalanar plazas, las sobrias piezas para los museos o  las singulares decoraciones para las residencias. Sin embargo, también existen creadores brillantes, inusuales, que prefieren los micro universos para expresar su genialidad  y hacer de sus obras una autentica joya artística capaz de habitar en la palma de una mano.

Uno de ellos es Lorenzo Rafael, un autentico maestro que ha dedicado su vida a la creación de cientos de medallas y premios entrañables realizando en cada una de ellas una pieza única de riqueza artística y legado histórico respaldada con una anécdota, un proceso de investigación y creación, y un significado especial. A la par de ejercer su pasión y cubrir su quehacer, el grabador también contribuye de manera significativa a formar la memoria, colectiva o individual, de la humanidad.

“La historia de la humanidad y la historia del arte, van tomadas de la mano, porque en ambas se deja un testimonio en conjunto, únicamente hay que remontarnos a los maravillosos frescos prehistóricos plasmados en la cueva de Altamira en España, son un prodigio de belleza y sobre todo un testimonio con el que puedes construir escenas; y eso exclusivamente es lo que desea dejar una medalla, un testimonio histórico y conmemorativo”, asevera el autor de la medalla que fue entregada para la decimonovena entrega del Premio Nacional de Comunicación José Pagés Llergo.

La pasión de la numismática, herencia de mi padre

Lorenzo Rafael, único en su profesión, dice en entrevista exclusiva para Siempre!, que la historia de su pasión por la escultura y la numismática inicio con sus antecedentes, es decir a partir del legado de su padre, quien es considerado un referente en el arte y el más grande orfebre grabador que dio México al mundo. Recordó que la labor de su padre quien era originario del Barrio de las Vizcaínas, Don Lorenzo Rafael, comenzó con sus practicas profesionales, durante su carrera de medicina, en la que descubrió atrocidades de ésta y decepcionado, se convirtió a las artes; emprendiendo su pieza inaugural con una alegoría de dolor, cincelada con fierros del taller mecánico de la familia.

“Se puso a cincelar e hizo esta obra en una sola noche, de inmediato fue a la Academia de San Carlos, a verla el director -que tuvo la fortuna de recibirlo-, el maestro Mateo Herrera, de inmediato entro a la escuela, y a los tres años ya era maestro de escultura, pintura y grabado, impartiendo clases 35 años más”.

Realmente tenía la vocación un poco escondida, dice el grabador de su padre, fue un escultor al que nunca le gustaron los honores, sin embargo, acaba de ser homenajeado por el Club España, nombrándolo Figura Emblemática de la Hispanidad para 2017-2018. “Fue un hombre que hizo una labor muy silenciosa y modesta”, apunta.

Nos obstante, su nombre seguirá viviendo a través de la historia, por ejemplo de la cinematografía, ya que Emilio, El Indio, Fernández se inspiró en su nombre para protagonizar la película María Candelaria, que dio la vuelta al mundo. “Su talento y amor a su oficio lo impulsaron a darle vida a la mayor producción cervantina de más de 500 quijotes. Pionero de la escultura medallística en metales, que compartió admiración y respeto a los clásicos”.

Es así como Lorenzo Rafael Gómez, a lo largo de cincuenta años ha desarrollado una fecunda labor como escultor y grabador de medallas. Un hombre que siguiendo los pasos de su más insigne maestro, su padre, desde 1958 ha continuado con la escultura y el diseño de medallas conmemorativas.

“En mi infancia yo no supe de trompos, ni de baleros, ni nada de eso, la plastilina eran mis juguetes y mis cuadernos, además de que me gustaba. Cuándo me preguntan cuantos años tengo trabajando en esto, les comento que en mi vida he trabajado, realmente es mi pasión, por lo que no lo veo como una ocupación”.

Una medalla debe tener su reverencia

Primero se hace el diseño a lápiz, luego se digitaliza el dibujo, se recorta y se lleva a la plastilina, para después, hacerle los insertos de las letras, hasta llegar al molde en yeso y resina para templar los troqueles y de ahí al acero, y por fin “a dar golpes”, expone el autor de esculturas como la de El Quijote y Sancho, en la Plaza España de Toluca, sobre el proceso y la técnica para realizar una medalla, quien asegura es una disciplina muy especial y mágica porque el 90% o el 98%  de las piezas tienen que ser redondas, y componer en redondo una escena, no es nada fácil.

“De ahí viene gran parte del valor de la medalla, de su proceso tan minucioso, hasta llegar al protocolo de su entrega, porque una medalla al momento de ponerla, lleva su reverencia —inclinar la cabeza y aceptarla—, es parte de este universo de la numismática”.

Añadió que con cada una se desea construir parte de la historia nacional, que además le han dejado interesantes anécdotas, recuerda, aquella medalla conmemorativa que realizó para el aniversario de la sociedad numismática, que hizo alusión al centenario de la Constitución Política de 1917, en donde se apreciaba la imagen del presidente Venustiano Carranza, gracias a ella, se pudo llegar a su nieto, también llamado Venustiano Carranza, y así cerrar un ciclo pendiente desde hace 100 años, un conflicto familiar entre su abuelo y mítico general revolucionario.

La medalla del Premio Pagés, de aspecto sentimental

En el proceso para hacer la pieza hay que encontrar una buena foto, dice quien acuño la medalla para los Juegos Olímpicos de 1968, pues con la medalla que se realizó para el Premio Pagés, fue complicado encontrar la imagen idónea del fundador de la Revista Siempre!, Don José Pagés Llergo, pues en las seleccionadas por el escultor, se encontraba siempre con el cigarro en mano o en la boca, característica particular del que fue uno de los pensadores emblemáticos de nuestro país.

“Hay un aspecto sentimental en la medalla que se realizó para la entrega del Premio Pagés, pues fui muy amigo del viejo, de hecho fui con cierta frecuencia a las comidas que hacia los miércoles en el Parador, hacia grandes banquetes donde llevaba parte de la plana mayor de Siempre!. Admiré al viejo, al hombre honesto, valiente, adorablemente lépero. Pero además había una enorme relación que habíamos cultivado con el quijote, por cierto icono de Siempre!, por lo que se llevo en el anverso de la medalla, ese quijote de la letras y del espíritu del alma, que siempre tratamos de difundir”.

Hay una teoría de que los materiales tiene alma, y los que integra la medalla entregada en el Premio Pagés no son la excepción, expresa Lorenzo Rafael, no solo por el proceso artesanal que contiene, sino además, de que crea expectativa sobre las manos a que llegará y que historia la respalda, y con esta medalla nunca nos imaginamos, agrega el artista, que una de ellas fuera otorgada a la perrita rescatista Frida, de la Marina, fue algo “muy emotivo, que me llena de orgullo como artista” .

Eso confirma que todas la medallas tienen su historia –dice el escultor- pero también en ocasiones su forma altruista, como las que realizó junto con sus dos hijas (Estefanía y Maya) para una comunidad en la Selva Lacandona. Aquella ocasión se hizo una línea de joyitas de niños para niños, las cuales se vendieron para recaudar fondos para las escuelas de aquella región, así como para ayudar a los niños con cáncer: “gracias a nuestra línea altruista, a cambio recibimos mucha paz espiritual”.

Asegura que desde su punto de vista como numismático, el arte de hacer medallas actualmente es incierto, sin embargo, dejar un testimonio en ellas, es el valor que jamás será irremplazable y algún día se va reconocer como debe de ser.

“Actualmente en este mare magnum que vivimos, todos estamos en el anonimato, aquí figura el que tiene lana, no el hombre talentoso. Tengo el honor de  presidir un grupo que se llama Los pergaminos, es un grupo que está por cumplir 100 años, que lo fundó Ernesto García Cabral, el caricaturista, y Manuel Horta, el reportero de Excélsior y desde entonces han militado y se han dado a conocer los grandes intelectuales de México, los grandes artistas, los políticos, embajadores, entre otras figuras. Nuestro siguiente paso que vamos a dar, además de nuestras tertulias que son gratísimas, vamos a reconocer a los viejos que durante su vida hayan vivido una vida gris y opaca, pero con gran valor artístico o intelectual que compartimos”, concluye Lorenzo Rafael Gómez.