Leopoldo Cervantes-Ortiz es licenciado y maestro en teología. Profesor, escritor y editor. Cuenta con varios libros publicados y es analista de la realidad socio-religiosa en América Latina.

—La alianza del Partido Encuentro Social (PES) con el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y el Partido del Trabajo (PT) da mucho de qué hablar dado que el PES se presenta como un partido evangélico con opciones conservadoras en la vida social, ajenas a la izquierda, como el rechazo a la despenalización del aborto o a los matrimonios entre homosexuales, e incluso tiene una opción basada en la llamada “teología de la prosperidad”. Para comenzar, ¿puedes decirnos qué tipo de protestantismo representa el PES? ¿Cuál es, brevemente, su historia?

—Encuentro Social es, en efecto, un partido de inspiración cristiano-evangélica, no exactamente protestante según la terminología “clásica”. Forma parte de la explosión de partidos políticos similares que se han desarrollado en varios países latinoamericanos. Su conservadurismo salta a la vista, pues su origen (marcado por la formación neopentecostal de su dirigente, Hugo Éric Flores) nada tiene que ver con el liberalismo (mayormente juarista) que caracterizó al protestantismo mexicano desde sus inicios en la segunda mitad del siglo XIX. El PES procede de las reuniones de culto que se hicieron en el círculo de Liébano Sáenz al final del sexenio de Ernesto Zedillo. Flores es un egresado de Harvard que, al convertirse a la fe, ahora denominada más como “cristiana” (término de moda, dicho sea de paso), creyó conveniente formar primero una agrupación política nacional y, luego, un partido para hacer visible la participación de esta corriente religiosa en la vida del país. Estos movimientos recientes (Casa sobre la Roca, en particular, luego relacionado con Felipe Calderón y su esposa), al desligarse de la historia del protestantismo, asumen posturas un tanto “adámicas”, es decir, como si con ellos hubiera comenzado el despertar político de los cristianos no católicos, lo que en realidad aconteció en el momento de los cambios constitucionales en materia religiosa, entre 1993 y 1994. En Chiapas, y en el Sureste en general, surgieron iniciativas que no cuajaron, pero que propusieron la organización de partidos confesionales, como ahora lo es, de manera atípica, el PES.

Leopoldo Cervantes-Ortiz.

¿Cómo percibe la Confraternidad Nacional de Iglesias Cristianas Evangélicas (Confraternice) a este partido que se ha ligado pragmáticamente tanto con el PAN (2006) como con el PRI (2012), y ahora con Morena?

La pregunta es interesante porque Arturo Farela, dirigente de esa organización, siempre ha estado en el centro de las propuestas políticas de algunos sectores evangélicos. Como pastor neopentecostal (pues ya no pertenece a ninguna de las corrientes del pentecostalismo tradicional), ha simpatizado con algunas de esas iniciativas, aunque luego suele distanciarse según muestren su perfil más abiertamente. Así lo ha hecho desde los años 90, cuando se arrogó la representación (escasamente real) de la mayoría de las iglesias evangélicas. Entre ellas, él es muy conocido por el trabajo que realiza como agencia de registro de innumerables asociaciones religiosas, lo que le ha permitido tener contacto con todos los funcionarios del área en Gobernación. Recientemente, su reacción a la alianza del PES con Morena fue muy negativa, pues conoce muy bien a Flores Cervantes y a los líderes que lo acompañan. Para él, los pastores y líderes religiosos que apoyan al PES pertenecen a iglesias no representativas y, en vez de ganar votos para López Obrador, se los restarán, porque los dirigentes de ese partido están “desprestigiados con los evangélicos”. En realidad, cuesta trabajo saber quién desprestigiará a quién, pues en los temas más álgidos no hay mucha diferencia entre el conservadurismo del precandidato de Morena y las posturas del PES. La crítica de Farela, entonces, va más bien encaminada hacia el intenso pragmatismo de que hace gala el PES. En algunas entrevistas anteriores, Flores no encontró nunca la manera de explicar los “bandazos” que dio en las elecciones anteriores (dado que también fue funcionario en el gobierno de Marcelo Ebrard en el Distrito Federal, luego de su controvertido paso por una instancia federal), con lo que recorrió ya prácticamente todo el espectro político. La presencia de un presidente del Partido de la Revolución Democrática y de López Obrador en un aniversario del PES muestra hasta dónde llega el pragmatismo de este partido y de su dirigente más visible.

En tu opinión, ¿qué llevó al PES a aliarse con Morena y el PT? ¿Exclusivamente conseguir los votos para conservar su registro o hay otras razones?

—Si el análisis sigue la línea mencionada, es muy claro que sí, pues las prerrogativas de las que ha disfrutado Flores, sobre todo, además de su abrumadora presencia mediática (algo a lo que antes se resistió), le han hecho creer que su actuación política es impecable hasta el momento, aun cuando los observadores no dudan en calificar al PES de “partido-secta”. Ello, sobre todo, por las abiertas posturas conservadoras y hasta integristas que ha exhibido en sus participaciones en la Cámara de Diputados. En la primera de ellas, en septiembre de 2015, afirmó con bombo y platillo que había que “devolver a Dios a México” a fin de recuperar los valores morales. Según él, “ha sido un error histórico de nuestros líderes sacar a Dios de la vida pública de México”, lo cual muestra su muy peculiar comprensión de la laicidad. De ahí que llame más la atención que este pragmatismo empate con la postura de Morena en el camino a conseguir, quizá, la simpatía de sectores más tradicionales, con todo y el rechazo de sectores más abiertos y que no han dudado en expresarse.

¿Te parece que López Obrador pretende “cuidar las almas” en el sentido religioso uniéndose con el PES y, así, resquebrajar al Estado laico o habla sólo de manera metafórica refiriéndose a restaurar el tejido social y los valores civiles?

—Esa frase ha sido más bien incidental y forma parte del discurso de corte religioso que reiteradamente utiliza López Obrador con escasa fortuna. No tiene nada que ver con esta alianza y lo que sí hace es generar muchas dudas sobre la forma en que entiende, a su vez, la laicidad establecida constitucionalmente. Como metáfora fallida que es, representa más bien la continuación con esa otra idea curiosa de la “república amorosa” de hace seis años. Lo cual demuestra, una vez más, el dudoso gusto por el uso de la terminología religiosa en las campañas políticas.

—Los tres precandidatos actuales tienen una postura personal católica muy conservadora, aunque la filiación cristiana de AMLO no es evidente. Según tú, ¿a quién apoyará la Iglesia Católica y a quién apoyarán los protestantes, en sentido amplio, en estas elecciones?

—Con el ascenso reciente de Aguiar al arzobispado es bien claro por dónde se orientará el voto de las cúpulas católicas (hacia el oficialismo), pues las bases son otra cosa. Además, la filiación religiosa ya no parece ser un factor de demasiada importancia para los votantes. El “voto protestante” ya no existe, pues el “corporativismo evangélico” de corte priista se resquebrajó desde hace tiempo y se ha cargado, en gran medida, hacia la derecha, ya que muchos sectores evangélicos se han convertido en abanderados de esa nueva (y extraña) mezcla que los acerca a los católicos panistas, antiguos perseguidores intolerantes del protestantismo. Parece que se cumple aquella máxima de que “los extremos se juntan”.

@PatGtzOtero