Winston Churchill es uno de esos personajes en la historia que tienen un estereotipo muy definido en el imaginario de quien quiera que lo traiga a su mente: semblantes inflexibles, discursos temerarios, la excelsa narrativa, la caballerosidad inglesa, la templanza inmutable. Catalogado como uno de los perfiles de mármol y bronce en “la isla de la reina” y en el mundo en general, Churchill ha sido resucitado en la pantalla grande por medio de Darkest Hour, filme dirigido por Joe Wright en que Gary Oldman, literalmente, sufre una metamorfosis para encarnar al mítico “león británico.”

La historia que Wright recrea para el cine, versa sobre los insufribles momentos que vive Inglaterra y el mismo Churchill en los albores del inicio de la Segunda Guerra Mundial. La paradoja sobre la que debe decidir el recién electo Primer Ministro se reduce a negociar o enfrentar a los nazis, en medio de una clara tensión política y una desventaja militar considerable; Churchill debe tomar una decisión contra la presión de su Ministro del Exterior, el Vizconde Halifax, quien opta por la llegar a un consenso con las fuerzas de Hitler, y en caso contrario obligar a Churchill a dimitir.

Dentro de dicho contexto, Wright más que continuar con el estándar clásico del heroísmo, “Churchill, el ícono, allí parado en su pedestal en Parliament Square, intocable y, por ende, inenarrable”, decidió retratar a un Winston más humano y “bajarlo del pedestal”, tarea nada sencilla, pues se trataba de conservar la sustancia de las monumentales acciones de Churchill al tiempo de “encontrar en él a un hombre que tuviese serias dudas sobre si mismo”.

“Creo que toda sabiduría debe provenir de la duda y el autocuestionamieto, porque lo que queremos en nuestros líderes es sabiduría. Yo quiero que mi líder cuestione todo, especialmente a sí mismo.”, asegura el cineasta londinense.

En la tarea y el reto de tal hazaña, en la cinta es posible encontrarse con un Winston Churchill excéntrico que pasea desnudo, sostiene juntas con sus colaboradores en bata de baño y atosiga a su secretaria con exigencias cómicas. Además de lo anterior, el espectador también podrá apreciar el papel de la familia Churchill en el quehacer profesional del Premio Nobel de Literatura en 1953, sobre todo el de su esposa, Clementine: “Ella fue lo mas importante en la vida de él, así que el casting para el personaje fue una de las decisiones más importantes”, indica Wright.

Darkest Hour representó, así mismo, una intensa etapa de preparación que consintió desde convencer a Gary Oldman de aceptar el papel hasta confeccionar la prótesis facial que usaría para revivir a Churchill. Sin embargo, Joe Wright asegura que valió la pena que Oldman aceptara el papel, pues “al igual que Churchill, duda de sí mismo, se autocuestiona”.

Para finalizar, el también director de Anna Karenina (2012) indicó que a pesar de no ser didáctico, busca que el mensaje de su película sea trascendente:

“ …creo que muy probablemente hay una crisis de liderazgo en el mundo, así que hacer una película sobre un líder que, a pesar de de sus errores, gobernó bajo una verdadera brújula moral y actuó por principios más que por su personalidad, es muy importante”.