“Él se obsesionaba con cierto tema, lo disfrutaba, era un gran lector de una gran concentración, muy agudo y autodidacta, quien se proponía investigar y agotaba a un autor. Recuerdo que me encargaba las obras completas de autores que le gustaban, todo leía en sus idiomas originales. Sus maestros fueron los grandes escritores que él admiraba”, expone la reconocida fotógrafa Paulina Lavista, al referir no sólo al creador de una literatura compleja, vanguardista y experimental que lo convirtió en un autor del culto, sino también al Salvador Elizondo que se forjó en una breve pero intensa historia en el cine.

Esa pequeña pero significativa etapa del critico literario mexicano, es impulsada por Lavista en la obra Luchino Visconti y otros textos sobre cine, libro que reúne en una publicación unitaria, los escritos críticos y los artículos sobre cine de Elizondo, que actualmente se encuentran dispersos o descatalogados, como es el caso de la fundamental monografía dedicada a la obra de Luchino Visconti, aparecida en 1963 y nunca reeditada desde entonces.

“Este es un trabajo interesante, es un libro que está rescatando, son artículos que estaban dispersos y que nos pareció que podían muy bien acompañar estos textos de Visconti”, apunta Lavista para el diario El Universal, quien asegura que este volumen publicado por Ai Trani, ofrece al lector la posibilidad de recorrer un itinerario a la vez existencial e intelectual, desde la época en cierta medida inaugural de Nuevo Cine imprescindible laboratorio de la crítica cinematográfica mexicana y fecunda etapa de apertura al cine de otros países hasta los textos más tardíos.

Como es sabido, el cine fue una presencia de extraordinaria relevancia en la experiencia de Elizondo, cuyos profundos lazos con este mundo representaron ante todo una herencia paterna, pues era hijo de Salvador Elizondo Pani, diplomático y productor de cine. Desde los 7 hasta los 17 años todo su tiempo libre, incluidas las vacaciones, lo pasaba en los estudios de su padre, lo que le permitió conocer todos los procesos técnicos y artísticos del cine, recuerda Lavista.

Añade que después de sus estudios en el Instituto de Altos Estudios Cinematográficos (IDHEC) en París, no aprendió nada nuevo, pues todo lo había asimilado en los Estudios de su padre, no obstante, durante su estancia en aquel país, junto al poeta y también cineasta, Jomí García Accot, y otros más, forman la revista Nuevo Cine, publicación que en su primer numero difunden un manifiesto que recoge las reivindicaciones esenciales de un grupo de cineastas.

“La escritura de Elizondo siempre provoca en sus lectores el impacto memorable de una revelación: estos ensayos caracterizados por la cautivadora inteligencia comunicativa, por la penetrante mirada interpretativa y por la fascinante textura estilística no pueden sino desvelar, a través de las reflexiones sobre el séptimo arte de su autor, el luminoso rigor del trabajo de una vida”, expresa Lavista, asegurando este libro numero 10, se publica de manera póstuma y celebra una faceta que no estaba tan abordada.