A semejanza de las meigas gallegas, los copógrafos periodísticos nacionales y extranjeros,”de que existen, existen”. Brujerías y magias aparte. De ahí que se repita, hasta la saciedad, la retobada frase inglesa: “Good news, no news” (“Buenas noticias, no son noticias”). Por eso el mentiroso presidente Donald John Trump ha vuelto famoso el giro “Fake News”, que como usted sabe significa “noticias falsas”, cuando no le son propicias.

En nuestro país abundan los copógrafos de los medios de comunicación cuyo trabajo es “aprovechar” las heces de los seres humanos, especialmente las de la clase política. Tan en boga por la época electoral que se vive. Cuando sucede algo positivo, buena parte de la prensa –mexicana y de otros lares–, voltea a otro lado, o mete la cabeza en un hoyo como avestruz y asunto concluido.

De tal forma, el ejemplar traspaso del poder presidencial en la República de Chile, el pasado domingo 11 de marzo, de Verónica Michelle Bachelet Jeria, a Miguel Juan Sebastián Piñera Echenique, a muchos copógrafos les pareció un asunto sin la mayor trascendencia. Craso error. Esa ceremonia representa uno de los mejores ejemplos democráticos que haya vivido Hispanoamérica en los últimos años.

Por muchas razones, no sólo por la alternancia que Chile ha conocido en los últimos lustros. Parece un juego. Primero gana la socialista Bachelet Jeria. Después el empresario de derecha –al que se le pueden encimar muchas denominaciones como católico, economista, profesor universitario, inversor y autor– Piñera Echenique. En su primera versión, la ceremonia del domingo 11 de marzo se celebró en 2010. Tras su primer mandato (2006-2010), ni la médica socialista ni su coalición de centroizquierda lograron mantener el poder. Ahora, en las elecciones de 2017, el pueblo chileno le da una segunda oportunidad a la derecha, representada por uno de los hombres más ricos de Chile, Sebastián Piñera.

Esta es la historia. En la segunda vuelta presidencial el 17 de diciembre de 2017, Sebastián Piñera fue elegido con el 54.58% de los votos, lo suficiente para convertirse en el octavo presidente de Chile en ser electo por segunda vez. Su primer periodo fue entre 2010 y 2014.

El primer mandato presidencial de Piñera lo dedicó a la gestión y la reconstrucción de Chile –que sufrió un fortísimo terremoto, de 8.8 grados, el 27 de febrero de 2010, poco antes de asumir el cargo–, que destruyó la parte centro-sur del país. Aunque su gobierno alcanzó un crecimiento medio de 5.3%, Piñera fue un mandatario impopular que enfrentó diversas manifestaciones estudiantiles que marcaron la pauta a la política chilena. En esta ocasión el rico empresario deberá desempeñarse en un escenario condicionado por las reformas que logró Verónica Michelle Bachelet. La agenda transformadora (de 2014-2018) que desarrolló la médica socialista –cuyo padre, el general de Brigada aérea, Alberto Bachelet, que no comulgó con el levantamiento militar de Augusto Pinochet, fue aprehendido y torturado hasta la muerte en 1973–, le impone un panorama muy diferente. Aunque no hay consenso sobre si el país avanzó o retrocedió en los últimos cuatros años, ya que el gobierno de Bachelet –en su segundo mandato–, continúa siendo el centro del debate nacional.

A la par de la reforma que garantiza el derecho a la educación superior para el 60% de los estudiantes pobres, Bachelet logró cambios tributarios y laborales. Asimismo, cambió el sistema electoral binominal, impuso nuevas disposiciones contra la corrupción amén de transformaciones en materia de libertades individuales, como la despenalización del aborto bajo tres condiciones, algo que no existía en el país desde 1989. Casi al final de su segundo y último mandato, Verónica Michelle Bachelet presentó un proyecto para cambiar la actual Constitución que, obvio, despertó mucha polémica por su oportunidad. Todo esto permitió que la polémica ex presidenta se despidiera de sus compatriotas con un mensaje que dice: “Hoy Chile es un mejor país, es más justo, equitativo y libre”.

Lo relevante del cambio de gobierno en Chile es la tersura y civilidad de los personajes participantes. Aunque la diferencia entre las respectivas votaciones no fue mayúscula, ninguna de las partes despotricó ni impugnó los resultados.

La ceremonia de transmisión de mando presidencial, en la sede del Congreso Nacional, en la ciudad de Valparaíso, solo sufrió un pequeño incidente –que para la tradición puede ser importante–, en el momento de la imposición de la banda presidencial al nuevo mandatario por el presidente del Senado, Carlos Montes Cisternas, al que tuvo que ayudar, con buen humor, Bachelet Jeria. Con cuidado femenino, Doña Verónica Michelle, colocó en su lugar la banda para evitar la conseja de mal fario en problemas similares. El acto tuvo como testigos a varios mandatarios hispanoamericanos: el presidente Enrique Peña Nieto, aprovechó la oportunidad para reunirse después de la ceremonia con representantes de la oposición de Venezuela, Julio Borges, de la Asamblea Nacional, y con Carlos Vecchio, el coordinador político nacional del Partido Voluntad Popular; además, con el presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández.

Otros invitados especiales a la toma de posesión de Piñera Echenique, fueron el rey emérito de España, Juan Carlos I, y los presidentes de Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Honduras, Paraguay y Perú, y diplomáticos y funcionarios de otros países.

Otro incidente de resonancia local, que llamó mucho la atención de los medios de comunicación chilenos, especialmente, sucedió cuando el presidente Piñera, en compañía de su esposa, Cecilia Morel Montes –desde 1973 cuando contrajeron matrimonio, en el que han procreado a Magdalena, profesora de historia y geografía, a Cecilia, médica pediatra, Sebastián, ingeniero comercial, y a Cristóbal, psicólogo–, caminaban sobre una larga alfombra rumbo al almuerzo que ofreció a los invitados en el Palacio Presidencial de Cerro Castillo en Viña del Mar. A medio camino, se desprendió de la banda presidencial la histórica copia de la “piocha” de Bernardo O´Higgins.

La “piocha” en cuestión es una estrella metálica de cinco puntas de aproximadamente 7 centímetros de diámetro, esmaltada en color rojo. Considerada como el verdadero símbolo del poder presidencial en Chile, se coloca en el extremo inferior de la banda presidencial que creó Bernardo O´Higgins, uno de los padres de la patria chilena. La “piocha” del legendario general libertador del país, que también es héroe de la independencia del Perú, es el elemento que en el traspaso del mando de un presidente a otro simboliza la entrega del poder. Tiene un valor simbólico similar al bastón de mando de otros países. La conseja popular dice que el Presidente que tiene algún problema al colocarse la “piocha” no terminará su periodo gubernamental. Incluso, más de uno se ha suicidado. El caso más reciente fue el de Salvador Allende que sufrió el golpe militar en 1973. Propios y extraños aseguran que el doctor Allende, socialista, se quitó la vida con un rifle automático –supuestamente regalo de Fidel Castro– durante la sublevación militar. Anécdotas históricas.

Piñera Echenique enfrentará cuestiones más inmediatas que “tradiciones” de mal agüero. Problemas como la gratuidad de la educación superior, que en su programa original no contemplaba. En la campaña de la segunda vuelta el empresario –cuya fortuna se calcula en 2,800 millones de dólares, la quinta más grande de Chile–, enfocó su propuesta en la educación técnico-profesional, lo que indica que no tiene el propósito de borrar las reformas educativas realizadas por Michelle Bachelet.

De hecho, Piñera en su retorno al poder no habló de tratar de suprimir los cambios que hizo la presidenta socialista, sino de corregirlas. Su prioridad será, dicen los analistas, mejorar la reforma tributaria, de acuerdo con el consenso de los grupos políticos nacionales sobre su complejidad y mal diseño.

Aunque Piñera ganó de nueva cuenta la presidencia de Chile de mano de la derecha, el país no hace a un lado a la izquierda. En el momento del cambio el Congreso eligió presidenta de la Cámara de Diputados a la socialista Maya Fernández Allende, nieta del infortunado expresidente Salvador Guillermo Allende Gossens. Maya Fernández (Santiago, 1971), fue elegida líder camaral por 74 de los 155 diputados que componen el nuevo parlamento, donde ningún grupo político cuenta con mayoría. El Senado tampoco es de derecha, su presidencia está en manos del socialista Carlos Montes, el mismo que no podía ponerle la banda a Piñera. Maya es hija de Beatriz (Tati) Allende, la segunda de las tres hijas del malogrado presidente y del ex agente de inteligencia cubana Luis Fernández Oña. Por cierto, Tati se suicidó en La Habana en 1977, donde vivía en el exilio.

A veces, la historia no puede olvidarse fácilmente. Buen ejemplo democrático el que vive Chile. VALE.