El género epistolar suele ser una de las maneras más fascinantes de comunicación;  se escriben historias con una dedicatoria personal, entrañable, y se construye entre ellas una conversación de riqueza reciproca extraordinaria. Sin embargo, cuando el arte de escribir cartas lo llevan a cabo plumas prodigiosas y con el afán de la enseñanza, la experiencia trasciende por completo a un nuevo nivel en que la literatura se sumerge en una faceta filosófica de modus vivendi. Y, para fortuna de los hispanoparlantes, este 2018 llegará a los anaqueles un estupendo ejemplo de ello: el Correo literario, de Wislawa Szymborska.

Creadora de una obra inigualable, Szymborska, que nació y falleció en Polonia en 1923 y 2012, respectivamente, fue galardonada en 1996 con el Premio Nobel de Literatura «por su poesía que con precisión irónica permite que los contextos histórico y biológico salgan a la luz en los fragmentos de la realidad humana», según lo anunció la Academia Sueca. Pero, a la par de una prolífica trayectoria de publicaciones, que incluyó títulos como Amor feliz y otros poemas (2010), Wislawa Szymborska realizó desde 1953 una dinámica labor en la revista Vida literaria en que fue colaboradora y estableció un “consultorio de escritores” donde, precisamente a través de cartas, mantuvo un diálogo con los  jóvenes que acudían a ella en busca de luz y consejos.

Esas cartas, publicadas por primera vez en español, de la mano de la editorial Nórdica, se encuentran reunidas en Correo literario gracias a la traducción hecha por Abel Murcia y Katarzyna Moloniewicz, después de 18 años de aparecer en Polonia. A manera de introducir al lector en este interesante viaje en que podrán afinarse detalles sobre la percepción de la vida y las letras que poseía la escritora,  se presenta una entrevista que le realizase Teresa Walas; en ella, Szymborska subraya lo importante que es comunicarse con los aprendices más jóvenes del oficio del papel y la tinta, y no únicamente responder a sus textos con un “no se contempla o recomendamos trabajar más el texto”:

“Yo intentaba que entendieran cosas elementales, les animaba a que reflexionaran sobre el texto recién escrito, a que fueran mínimamente críticos consigo mismos. Y lo más importante, los animaba a leer libros. Igual soy una ilusa, pero espero que algunos de ellos hayan conservado esa maravillosa costumbre toda la vida”, asegura la autora de Instante (2002).

Y es que por muy adverso que pueda parecer el panorama, siempre habrá una oportunidad de escribir:

“Si, por caso, no aprecia usted nada digno de ser anotado -ninguna observación, ningún pensamiento, ninguna impresión- la conclusión sólo podrá ser una: no tiene usted madera de escritor. Le animamos a que haga el intento”.

En conjunto con tan valiosas lecciones, se tendrá la oportunidad de conocer de manera matizada la historia de la Polonia en constante transformación que en que vivió Szymborska y disfrutar de su singular sentido del humor al responder “Creemos que es usted, efectivamente, una chica muy guapa”, cuando se le pregunta: “Mi novio dice que soy demasiado guapa para escribir. ¿Qué piensa de los poemas que adjunto?”.