Explorar las interpretaciones estadounidenses y europeas del arte hegemónicas, que sitúan en una posición disminuida, de desventaja, al muralismo mexicano, al intentar entenderlo y estudiarlo según criterios ajenos a nuestra cultura, lo cual anula su particularidad histórica, ante la ausencia de un horizonte teórico autónomo, específico y propio, además de la inexistencia de una conciencia crítica, de eso trata el nuevo libro del filósofo Eduardo Subirats, El muralismo mexicano. Mito y esclarecimiento, quien expone un fundamento mitológico, metafísico, sociológico y político de toda verdadera obra de arte, esto a través de una elegante prosa lírica y desde una postura crítica original.

Según en entrevista para el diario Excélsior, Subirats reconoce que todos comprenden qué es el muralismo mexicano, y conocen a los tres representantes del movimiento, Rivera, Orozco y Siqueiros; sin embargo, pocos valoran su relevancia, y es ahí donde se encuentran todos los mitos y prejuicios que prevalecen en torno de ese movimiento pictórico, así como la escasa bibliografía al respecto.

“Llegué a darme cuenta de que no había muchos libros sobre muralismo, pero sí muchos prejuicios, y éstos, como todos los prejuicios, eran absolutamente patéticos: que si los autores eran comunistas, machistas, totalitarios, propagandistas; que si era un arte que pertenecía a ningún lugar y merecía ser enterrado”.

El intelectual catalán definió que el libro es una manera de recuperar un significado completamente actual a partir de una reconstrucción de la reflexión de los muralistas sobre su pasado: “obviamente, el muralismo fue condenado porque eran comunistas, porque eran peleones, porque se metían con cosas que no se deberían meter, porque eran cerradas”.

Agregó que la obra integrada por un compendio de ensayos en los que reflexionó a través de 40 títulos sobre la estética del arte en la segunda mitad del siglo XX, en principio expone cuáles son los problemas que residen en construir una visión de la fragmentada realidad latinoamericana, encaminada a partir de un problema de fronteras políticas pues, asegura, el resultado de ello es una “cultura completamente pervertida”.

El profesor de filosofía, arquitectura, literatura y teoría del arte y la cultura, explicó que la memoria histórica y la memoria artística sirven para establecer vínculos y reconstruir continuidades, allí donde la burocracia académica y museográfica impone barreras ficticias, dicta rupturas y establece prohibiciones arbitrarias.

Con la destrucción del mural de Rivera “Man at the Cross-roads” realizado en el Rockefeller Center, aseveró Subirats, inicia la verdadera “ruptura” de la corriente, pues compara aquel acto de salvajismo con la quema de millares de libros aztecas por los misioneros coloniales españoles.

Recordó que fue con la obra “La marcha de la humanidad”, el análisis de la situación del ser latinoamericano a largo de cinco siglos de colonialismo, en un momento en el que la humanidad celebraba el holocausto nuclear, los demás holocaustos militares y el comienzo de la Guerra Fría.

“Me quedé sorprendido que ante la envergadura e intensidad de esas obras a las que se tienen que añadir los ensayos arquitectónicos de Diego Rivera, la creación de un nuevo concepto de arte que integraba, en el caso de Siqueiros, arquitectura, música, poesía y pintura, me llamó la atención que esta intensidad no generó, en el contexto de la cultura mexicana moderna, ninguna reflexión”.

https://youtu.be/m69oasgSkRw