La misión del arte consiste

en embellecer al pueblo. Ruskin

Un 3 de junio de hace cien años, en el aislado caserío de Dos Estrellas de Jiménez, municipio de Purépero, del estado de Michoacán, nace Jesús Escobedo Trejo, cuyo temprano talento sorprendió al maestro Gabriel Fernández Ledesma, titular del Centro Popular de Enseñanza Artística Urbana Santiago Rebull, fundado en 1928, en el barrio de San Antonio Abad, como parte de una red de espacios de cultura popular cuya impronta gestaría a los futuros creadores de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR) y del Taller de la Gráfica Popular.

El hambre, más que “la Bola”, debió haber expulsado a la familia Escobedo Trejo hacia la capital del país, donde seguramente encontró cobijo en alguna de las vecindades de esa zona marginal de la ciudad, residencia de obreros y operarios de incipientes fábricas y talleres, terrenos en los que el sueño vasconcelista se hizo presente dentro de ese espacio de enseñanza al que el niño Jesús acudió para descubrir que el arte es una profesión que requiere de una militancia sin reparos y de una disciplina sin miramientos para poder recrear la vida, su entorno y la realidad.

El joven Jesús Escobedo nunca olvidaría que el arte está en las calles, en fábricas y en campos de labranza; enseñanzas imbuidas por ese proceso educativo que buscó naturalizar las artes para el pueblo y emanciparlas de las elites que antaño las secuestraron.

El centenario del natalicio del dibujante y grabador Jesús Escobedo hoy es motivo suficiente para recuperar el plan de escuelas de educación artística que en 1925 fue presentado al rector de la Universidad, Alfonso Pruneda, cuya población objetivo se centró en los niños y los obreros de nuestra ciudad.

Ese proyecto, que buscó impulsar el arte popular autóctono, al tiempo que cultivar valores y una ideología por lo mexicano, facilitó la creación de tres escuelas de pintura al aire libre en Tlalpan, Xochimilco y Villa de Guadalupe, a las que luego, en 1927, se sumarían las de Iztacalco, San Ángel, los Reyes-Coyoacán y los centros populares de enseñanza artística urbana Santiago Rebull y Saturnino Herrán, el primero, como ya se ha dicho, ubicado en San Antonio Abad, y el otro en Nonoalco.

Es éste el espíritu transformador en el que se forma Jesús Escobedo, quien elegirá el dibujo y el grabado como medios de expresión artística, y cuya destreza y habilidades lo llevarían a formar parte de la LEAR en 1933 y del Taller de la Gráfica Popular desde 1937 hasta su muerte, en 1978.

En un artículo conmemorativo publicado en 1998 por la Revista de la UAM, su hija Teolinca amorosamente lo describe como el “vagabundo eterno de las calles de la ciudad”, imagen que encarna a este cronista plástico que no escatimó su arte ante lo inédito y lo cotidiano, grabador talentoso que embelleció a su pueblo, cumpliendo así, plenamente, la misión que el escritor británico John  Ruskin le encomendó al arte.