El Grupo de los Seis y Trump. Ese pareciera ser el encabezado que los diarios internacionales habrían puesto a ocho columnas tras la actitud mostrada por el mandatario estadounidense en la reunión que sostuvo con sus seis interlocutores, con quienes conforma el grupo de las siete potencias más poderosas del mundo.

Una foto que muestra a la canciller alemana Angela Merkel con una mirada fija y molesta, la cual choca con el viso desafiante del magnate inmobiliario, no solo le dio la vuelta al mundo, sino que despertó nuevas preocupaciones respecto al futuro de las democracias, del comercio global y del sistema de cooperación internacional. El remache fue cuando el inquilino de la Sala Oval fustigó al primer ministro canadiense Justin Trudeau, a quien calificó como “deshonesto y débil”, ni más ni menos que al anfitrión de la cumbre. Bastan estas acciones para sustentar la percepción de los analistas internacionales que consideran esta reunión como la más tormentosa que ha tenido desde su fundación.

Dos expertos y analistas internacionales como la mexicana María Cristina Rosas, de la UNAM, y el uruguayo Jorge Mahfud, de la Universidad de Georgia, accedieron a dar a Siempre!— vía correo electrónico— sus puntos de vista sobre las repercusiones que puede tener la actitud de Trump frente a los representantes de los países que tradicionalmente han sido considerados como aliados de Washington desde el final de la Segunda Guerra mundial.

Trump, el inquebrantable: María Cristina Rosas González

Mi lectura es que Trump sabía de la molestia de sus aliados por los absurdos impuestos al acero y el aluminio. La Unión Europea ya inició represalias y demandas ante la Organización Mundial del Comercio. Canadá, otro tanto. Japón igual. Los temas que él quería ventilar (volver a invitar a Rusia al G7, por ejemplo) no iban a ser aceptados por sus aliados en tanto no se resolviera lo del acero y el aluminio. Trump seguramente esperaba “comprensión” de los aliados, en el sentido de que ellos saben que vienen las elecciones de medio término en Estados Unidos y el presidente estadunidense necesita aparecer sensible respecto a sus promesas de campaña. Pero ocurrió lo que se esperaba: desacuerdos, y Trump abandonó antes de lo previsto la cumbre. Incluso se enemistó con Justin Trudeau, algo nada bueno, considerando la estrecha alianza política, militar y económica entre ambas naciones. De hecho, me parece que Trump solo fue para mostrarle a su base de electores en Estados Unidos que nadie lo doblega, aunque se trate de aliados estratégicos fundamentales para la seguridad nacional de Estados Unidos y para la economía mundial. Esa es la esencia del G7: surgió en los años setenta ante la crisis del petróleo y el colapso de Bretton Woods, a fin de que las economías capitalistas más avanzadas acordaran medidas para que el sistema saliera del bache en que se encontraba.

Panorama inseguro

La actitud de Trump puede traer consecuencias muy negativas. Su aislacionismo económico abona al estancamiento de la economía global. Se requieren acuerdos entre las economías avanzadas para reactivar el crecimiento económico, y el proteccionismo estadunidense ha creado una guerra comercial que a nadie beneficia. Estados Unidos está forzando a que las naciones se tornen autárquicas, algo no tan malo desde el punto de vista de que ello nos obliga a mirar nuestros mercados internos, pero sí lo es considerando la globalización y la enorme dependencia que tenemos respecto a la economía internacional. Asimismo, considero que el distanciamiento entre Estados Unidos y sus aliados abona a una crisis en la agenda de seguridad internacional. Para hacer frente a los grandes desafíos del mundo de hoy como la delincuencia organizada, el terrorismo, las epidemias y pandemias, el calentamiento global, entre otros flagelos, se requiere una concertación política global. Trump no lo favorece. Así que el mundo será, al menos en los años por venir, más inseguro y con una enorme crisis económica derivada no solamente del auge del proteccionismo, sino de la guerra comercial abanderada por Estados Unidos.

 

Aumentan sus detractores

Lo que busca con esta actitud es que su partido gane las elecciones de medio término de noviembre próximo y, por supuesto, reelegirse. Los demócratas, si bien podrían ganar espacios en el Congreso en los próximos comicios, no me parece que tengan un líder capaz de enfrentarse a sus pretensiones reeleccionistas. Lo de Hillary dejó muy desgastado el partido y con una grave crisis de credibilidad. Eso lo aprovechará Trump. Aunque pienso igualmente que el mundo influye mucho más ahora en Estados Unidos que antes y que Trump se convencerá tarde o temprano (ojalá que temprano) de que necesita del mundo para hacer Estados Unidos grande otra vez. No lo va a lograr, por supuesto, dando la espalda a sus aliados, como tampoco estrechando la mano del líder norcoreano. Además, Trump tiene esa horrible cualidad de sumar cada vez más detractores dentro y fuera de su partido. Como ejemplo tenemos las declaraciones de Robert de Niro en los premios Tony (“Que le jodan a Trump”), aspecto que fue ovacionado de pie por la audiencia. Sin consensos no podrá gobernar. Está polarizando peligrosamente a su sociedad y al mundo. En algún momento, tendrá que pagar la factura correspondiente.

(La autora es licenciada, maestra y doctora en relaciones internacionales, por la UNAM. Es profesor titular C de tiempo completo del Centro de Relaciones Internacionales, FCPYS-UNAM)

El rey se tambalea: Jorge Majfud

Primero, como una actitud personal con implicaciones nacionales. Trump, movido por su propio superego, y los de su misma especie, los superricos en su etapa posdemocracia liberal, prefieren regímenes más personalistas donde el resto de los seres humanos son piezas de recambio, sin derechos (como la naturaleza misma desde el Renacimiento) y los capitales gozan de toda la libertad para hacer y deshacer, para construir y destruir.

En esta etapa, el capitalismo se siente mucho más cómodo con los regímenes comunistas (oops!) que con las democracias liberales. En realidad, el “capitalismo de elite” (no me refiero a sus fanáticos defensores, aquellos que tienen un pequeño negocio y apenas pueden pagar el seguro de salud de sus hijos), siempre se sintió más cómodo con diferentes formas de autoritarismo, porque todo gerente de una transnacional es un pequeño (o gran) dictador, pero en el pasado debió afinar sus estrategias para adaptarse al consenso de las democracias liberales, resultado de la Segunda Guerra Mundial en 1945, primero, y de la Guerra Fría en 1990, después.

Sospecho que el modelo actual lo aportaron las dictaduras militares latinoamericanas, apoyadas también por las grandes transnacionales durante el siglo XX, solo que en lugar de ser regímenes comunistas eran regímenes conservadores, de derecha.

Trump haría lo que fuese necesario para mantenerse en las noticias y, a largo plazo, en la historia. Es un juego peligroso, porque puede dejarlo bocabajo. Por ahora la clásica arrogancia del matón, del bully del barrio, tiene el crédito de una economía que venía de una década sostenida de recuperación, sobre todo para los más ricos, y se encuentra con vientos positivos de los mercados mundiales. Las desregulaciones bancarias y la reforma impositiva le van a dar más oxigeno aún a los inversores (no a los de abajo sino a los de arriba, que son quienes pesan más en los promedios del PIB), pero al mismo tiempo pondrá a las economías, incluida la de Estados Unidos, en una vulnerabilidad peligrosa para dentro de pocos años. Una recesión es lo menos dramático que debemos esperar, pero suficiente para que el rey caiga de su trono. El bolsillo, no la moral ni la justicia, es el órgano más sensible de un votante.

Los ojos fuera de EU

Sobre el cómo afectaria a la comunidad mundial: a corto plazo muy poco, pero a largo plazo forzará a muchos países, como México, Canadá y los europeos, a acostumbrarse a mirar para otro lado. Tarde o temprano descubrirán alternativas que no le servirán a la hegemonía de Estados Unidos. Recordemos que hoy esas alternativas (de mercados, pero también militares) son mucho mayores que hace diez o veinte años. Trump está jugando con fuego. Pero, como dice el dicho, “quien a hierro mata…”

¿Qué intenta lograr Turmp con todo esto? Creo que en principio Trump juega con las reglas que conoce, las del hombre de negocios, y la presión, el regateo y la venta de ilusiones a propios y ajenos están en su naturaleza. ¿Por qué destroza un acuerdo nuclear con Irán y crea uno con Corea del Norte, supuestamente una dictadura comunista que viola los derechos humanos? Porque el primero fue obra de Obama y el segundo será su obra. Así de simple y trágico. No hay que subestimar la estupidez humana. Claro que luego podemos ver las necesidades y los intereses económicos y estratégicos que pueden o no coincidir con los caprichos del emperador.

Como una trama de amantes

Trump parece dar al trasto con el término “aliados”, pero por ahora es muy temprano para decirlo. Se atribuye a Churchill la confesión de que “el Reino Unido no tiene amigos sino intereses”. Esa sinceridad revela muchas hipocresías y la obviedad de que los enemigos de hoy pueden ser los amigos de mañana. Bastaría con considerar los casos de Japón y Alemania para Estados Unidos. Por otra parte, por sus culturas, por su historia y por su proximidad geográfica, Estados Unidos y Europa están obligados a relacionarse más o menos de forma estrecha. Cuando Estados Unidos intentaba invadir Irak en 2002 y durante la invasión en 2003, muchos estadounidenses no comían papas fritas (lo cual fue un sacrificio mayor), porque, como sabes, aquí se llaman french fries. El odio a Francia había alcanzado niveles tan irracionales; somos esa absurda guerra cuyas consecuencias todo el mundo está sufriendo hoy. Cuando hace diez años dije en una charla que la guerra en Irak había sido lanzada con base en mentiras, estudiantes activistas del partido republicano se levantaron y se fueron de la sala. Hace un par de años, en plena campaña electoral, Trump dijo lo mismo (motivado por su enemistad tribal con la familia Bush) y los republicanos lo aplaudieron de forma histérica. La gente tiene mucha memoria temporal pero poca memoria histórica. Trump lo sabe o lo siente, como buen hombre de negocios: para los dueños del mundo, la verdad, la realidad es lo que uno cree o imagina, y todo lo demás solo importa a un grupo pequeño de críticos, académicos o “perdedores” (de ahí tanto odio a las ciencias, la que solo da un paso cuando consigue las pruebas, no cuando se cansa de repetir un sermón). En pocos años Trump caerá y Europa tendrá otros líderes. Los enemigos de hoy serán amantes mañana y así todo. Claro que algunas cosas no son tan fluctuantes. La decadencia relativa de Occidente se seguirá confirmando. Esto es, una buena y una mala noticia al mismo tiempo.

(El autor es escritor y traductor uruguayo radicado en Estados Unidos. Es egresado de la Universidad de la República del Uruguay. Tiene un master en literatura y doctorado en filosofía y letras por la Universidad de Georgia)