Un autor famoso dedicado exclusivamente a escribir novelas góticas decide abandonar definitivamente el oficio. Frustrado y amargado por haber permitido que sus aspiraciones literarias de juventud quedaran sepultadas bajo las exigencias del mercado editorial, decide dar un giro radical a su vida y entregarla al opio; a partir de ahí se desenvuelve la historia de Prins, la nueva novela del argentino, César Aira.

La obra editada por Literatura Random House, es una insólita invitación a participar en un juego extraordinario en la trama de la novela, que invita a su vez a viajar por la mente caleidoscópica del autor, siempre impredecible, de la realidad más terrenal a la metafísica más desconcertante.

“Lo mío es literatura literaria. Alguna vez la definí como juguetes literarios para adultos. Juegan con los mecanismos de la literatura. Los escritores nos pasamos la vida hablando mal de la metaliteratura, pero al final tenemos que reconocer que la literatura es metaliteratura”, asevera en entrevista para Letras Libres, el escritor argentino quien se considera además, como discípulo de Borges, “pronunciando a la literatura como un gran juego”.

Como toda novela de Aira, Prins deforma la realidad hasta que alcanza la condición de sueño o pesadilla, un realismo onírico que está hecho del cruce entre Proust y Kafka, pero sobre todo de Borges, y todas las novelas de aventuras y los tebeos con los que creció.

“Proust es el mito autobiográfico, el cómo construir un mundo alrededor de una persona, y sus sueños, y Kafka, el gran transformador de la realidad. El caso es que toda mi formación proviene del cómic, en concreto, de los de Superman de los años cincuenta, y de las novelas de aventuras. La intelectualidad de aquella edad de plata de los superhéroes me permitió pasar de la viñeta a Borges, sin escalas, y ahí me quedé”, confiesa.

Agrega que inconscientemente la obra reflexiona sobre la llamada literatura barata, sin embargo, asegura, se encuentra en la posición de que cada quien lee lo que quiera, aunque si se debe entender que “quienes leen alta literatura es para acumular cultura, mientras los que leen basura la leen por placer”.

En ese sentido, el también traductor define a la literatura barata como un tranquilizante, pues en ella se encuentra lo que se espera. A diferencia de la alta cultura, es dar a la gente cosas nuevas.

En el universo de la literatura, expresa que es difícil tener a los lectores contentos, por ello su critica literaria por lo general se la adjudica algún personaje de su novela, y es como puede desahogar sus ideas de manera libre, sin que nadie lo elogie, o de lo contrario, se lo reproche.

“Cuando se publicó Continuación de ideas diversas, que son cosas que se me van ocurriendo, un amigo me comentó que no le gustó, porque no tenían el encanto que tienen dispersas por las novelas. Nadie queda contento”.