Javier Vieyra y Jacquelin Ramos

Recientemente, el virtual ganador de la elección presidencial, Andrés Manuel López Obrador, dio a conocer su disposición de eliminar las delegaciones federales en los estados de la república y sustituirlas por 32 coordinadores estatales de programas de desarrollo. La medida, que el tabasqueño justificó como para disminuir la burocracia, ha suscitado un dinámico debate entre diferentes perspectivas académicas y políticas que examinan el proyecto lopezobradorista y sus repercusiones en el actual modelo federalista mexicano.

El matiz centralizador de la mencionada política representa, particularmente, un enclave para mirar al pasado y ubicar paralelismos con diferentes etapas históricas que pudiesen explicar, desde el análisis y la experiencia, su esencia y sus alcances; específicamente, la figura y gobierno de Porfirio Díaz resultan un modelo de capital potencial para el ejercicio comparativo, pues representa un periodo donde los mandatos estatales convergían por completo en la figura del presidente y convertían a su persona en la imagen compactada del federalismo nacional, haciendo a su vez de este concepto una suerte de mito que únicamente parecía existir en el páginas de la Constitución. Respecto a ello, el doctor Juan Macías Guzmán corrobora en entrevista exclusiva para Siempre! que México ha sido una república federal de manera superficial mas no legal, pues el poder político siempre se ha concentrado en la capital.

Así mismo, explicando las medidas de control político de Díaz en su gobierno, Macías destaca el uso que el presidente hizo de los jefes de zonas militares para controlar a gobernadores problemáticos, siendo Bernardo Reyes el caso por excelencia de esa política de control, pues Porfirio Díaz utilizó al llamado “Procónsul del Norte” para ponerle limite específicamente a cuatro caciques: Servando Canales, de Tamaulipas; Francisco Naranjo y Jerónimo Treviño, en Nuevo León, y Evaristo Madero, abuelo de Francisco I. Madero, en Coahuila.

“El presidente envía en 1885 a Bernardo Reyes como jefe de la zona militar que comprendía los estados del norte donde predominaban estos personajes y comienza a dominar mediante el uso de la violencia; ellos podían ser o no gobernadores pero tenían el poder político y financiero de la entidad y eran un verdadero dolor de cabeza para Díaz; de lo que se trataba era de empatizar decisiones y terminar con esa problemática.”

En estos años en que los gobernadores han vuelto a transformarse en una suerte de caciques, puntualiza el académico, resulta lógica la posible resurrección de nuevos Bernardo Reyes a través de la figura de los 32 coordinadores que ha dispuesto López Obrador para reemplazar las delegaciones estatales, pues, alrededor del año 2000 y con la alternancia del partido en la presidencia, han surgido polémicos protagonistas de dicha regresión como José Murat o Graco Ramírez, que han llevado la situación a un punto tal vez no de control, pero sí de la necesidad de una mayor presencia del Ejecutivo federal.

“A lo que apuesta López Obrador tanto con la propuesta de los coordinadores como con la de llevar las secretarías de Estado a diferentes regiones de la república es que la figura del presidente adquiera nuevamente una trascendencia nacional, como en el PRI de los años setenta, factor que se había debilitado de manera contundente en los sexenios panistas y el sexenio de Peña Nieto; López Obrador desea convertirse en un gobernante fuerte, en contraste”.

Respecto de la repercusión que ello pudiese tener en el sistema federal y la concentración de poder, Macías Guzmán deja en suspenso su evaluación hasta que López Obrador comience a ejercer su mandato , dejando en claro que los tiempos de Porfirio Díaz y el priiato ya han pasado y vivimos en una dinámica completamente diferente.

“No veo en la política de Andrés Manuel una involución histórica. Se dice mucho que se quiere regresar al viejo PRI de Echeverría que, en efecto, fue donde López Obrador se formó, pero ahora los gobiernos son de diferentes formaciones políticas, el mapa se ha hecho más heterogéneo y existe también la presencia de otros grupos de poder que han cobrado protagonismo como los empresarios, la Iglesia católica e incluso el crimen organizado. Habrá que ver cómo se comporta López Obrador frente a ese escenario”.

Sigue apoyándose en soluciones históricas: Luis I. Sánchez

 Al respecto de los retos a que se enfrenta el federalismo mexicano frente al proyecto lopezobradorista, el historiador Luis Ignacio Sánchez expone que no sería la primera vez que este se encuentre en una coyuntura, pues desde que se decidió su implementación en el siglo XIX, el proceso de construcción ha resultado largo y doloroso, llegando incluso a años recientes.

“El concepto del federalismo en teoría sonó muy bien a los pensadores decimonónicos: resultaba una especie de modelo utópico que encaminaría a México sobre los mismos pasos de naciones a la vanguardia, como Estados Unidos. Pero en la práctica, siempre fue difícil llevarlo a cabo por las condiciones y el contexto mexicano; por ejemplo, hacían falta redes de comunicación que no se poseían en ese momento”.

Ante tales circunstancias, aunadas a la dispersión y el importante poder de los cacicazgos una vez pasado el periodo juarista, Porfirio Díaz hubo de construir toda una red de operaciones políticas que le permitiera manejar el gobierno desde la capital y de una manera personalista: el federalismo se volvía sólo una pantalla de simulación. Los personajes centrales de este circuito de control fueron los llamados “jefes políticos”, hombres designados por el presidente que concentraban y manejan poder político y recursos financieros a escala municipal, y representaban un acicate constante de Díaz para mantener la disciplina de los gobernadores. Era un método político bastante útil, pero que atentaba completamente contra el federalismo, asegura Sánchez.

“Muchos de los jefes políticos abusaban de su poder, la corrupción era constante y la atribución que tenían de utilizar las fuerzas militares como la guardia nacional y sus respectivas partidas en caso de perturbación de la paz pública, generó constantes roces con la sociedad y los gobernadores”.

Equiparando la figura de estos lideres con la de los coordinadores que nombrará López Obrador, el historiador comenta que, debido a su discurso, no sería extraño que AMLO buscara soluciones históricas para ser aplicadas a su gobierno, por lo que estos 32 actores serán una variedad de procónsules que se moverán en el mismo espectro que el gobernador en turno. Vale decir, aclara Sánchez, que estas medidas tomadas por López Obrador encuentran un sustento y responden a las condiciones en que se han manejado en los últimos años en los gobiernos estatales.

“Los coordinadores serán un contrapeso del gobernador. En ese aspecto, posiblemente no cabría una comparación directa con Porfirio Díaz, pero sí el hecho de que López Obrador busca controlar de manera fuerte y precisa los despilfarros que algunos gobernadores han llevado a cabo en sus gestiones. De ahí que se presente a estos coordinadores como funcionarios de carácter administrativo y no político; de otra manera AMLO estaría entrando en una controversia legal y constitucional que no le conviene para nada”. 

Luis Ignacio Sánchez indica que debido a que el sexenio del tabasqueño no ha comenzado, queda en el aire la posibilidad de un retroceso no histórico, debido a que los contextos de Díaz y López Obrador han cambiado, pero sí podríamos citarlo como un retroceso político, todo depende de la implementación y las intenciones que tenga el nuevo presidente, sus propósitos, la visión y evaluación que tenga el mismo López Obrador respecto a estas medidas históricas.

“En términos estrictamente políticos estaríamos hablando de una involución, porque ese federalismo, esa libertad que se ha alcanzado a lo largo de los años, del transcurso de muchas generaciones y a costa del sufrimiento de muchas personas sería borrado, prácticamente de un plumazo. Sin embargo, si López Obrador en su afán de controlarlo todo desde su persona, sí podríamos tener en el próximo sexenio jefes políticos parecidos a los del porfiriato”.

Morena busca ser un partido único: Carmen Sáez Pueyo

Para Carmen Sáez Pueyo, historiadora y académica de la UNAM, no es una sorpresa la concentración de poder que sugiere el propósito de Andrés Manuel, pues es congruente con una fuerte tradición histórica y política en México que, aunque se ha diluido en los últimos sexenios, gira en torno a la consolidación de una figura presidencial fuerte que pueda cuadrar los gobiernos de los estados con sus objetivos, siendo instituciones como el Senado de la República un efectivo instrumento de control político sobre los gobernadores de las entidades.

“Benito Juárez, en su momento, propuso el restablecimiento del Senado, mediante una reforma constitucional, como una herramienta con la que el presidente de la república pudiera mantener bajo su poder a los gobernantes de los estados; A través del artículo 72 de la Constitución de 1857, la Cámara Alta, en caso de conflictos, que muchas veces eran urdidos deliberadamente por el presidente, podía declarar la desaparición de los poderes Ejecutivo y Legislativo en la demarcación, por lo que el gobernador era destituido y el mandatario designaba a un sustituto provisional que concentraba las atribuciones de ambos poderes. Era una solución práctica a rebeldías o fricciones por parte de los gobernadores”.

Esta atribución, asegura la doctora en filosofía por la Universidad de Oxford, ha sido utilizada por todos los presidentes desde que fue aprobada la reforma en 1874 y hasta 1974, siendo Lázaro Cárdenas uno de los que más hizo uso de ella, destronando en su sexenio a nueve gobernadores que eran leales a Plutarco Elías Calles. Así mismo, puntualiza que hoy en día esta suerte de correctivo político se encuentra vigente e incluso cuenta con mayor fuerza, pues actualmente puede desaparecer también el Poder Judicial y no solamente los poderes Ejecutivo y el Legislativo, por lo que López Obrador contará con esta pertinente arma al igual que sus antecesores, además de otros mecanismos de control financiero como el polémico Ramo 23.

El aumento de influencia que el futuro presidente tendrá en los estados de la república y la centralización del poder político, explica Sáez, tiene como principal objetivo hacer de Morena un partido político nacional, parecido al tricolor de antes de los años 70, mediante la consolidación y creación de estructuras de este tipo de organizaciones, pues hasta ahora Morena es únicamente un movimiento y no un partido político.

“Morena vendrá a sustituir al PRI en los años de su apogeo. Seguramente los 32 delegados que despliegue López Obrador tendrán como principal tarea el sentar las bases del gran partido y utilizarán los recursos de que dispongan para ello. Obviamente están pensando en quedarse en los puestos públicos mucho tiempo”.

Respecto a las semejanzas que pudiesen tener Porfirio Díaz y López Obrador, la catedrática sostiene que ambos poseen una política centralista y una personalidad óptima para ejercer de manera personalista el puesto de la silla del águila.

“A Porfirio Díaz le gustaba crear intrigas entre su gabinete, nombrar gobernadores bastante corruptos y muy impopulares: les hacía creer a todos que él era la única persona honesta y decente en el gobierno y en el que se podía confiar; López Obrador enarbola mucho argumento que al fin y al cabo solo le rinde activos a su persona”.

Sin embrago, Carmen Sáez postula que es necesario en muchos sentidos recuperar el orden en el ámbito de los gobiernos estatales, pues, desde la transición en el año 2000, los gobernadores se han comportado como auténticos “virreyes”, sin ningún tipo de limite en cuanto a corrupción y la creación de nuevos cacicazgos. Paralelamente, la autora de Juárez: el mito de la legalidad asevera que la sociedad deberá estar más activa que nunca y observar cuidadosamente las acciones de López Obrador en asuntos clave como la designación de la fiscalía y el comportamiento que tiene para con las instituciones y las organizaciones civiles.

“López Obrador es un hombre autoritario y la experiencia nos enseña que las instituciones son el escudo frente a actos de esa naturaleza. Veremos si Andrés Manuel fortalece las instituciones o las destruye para fortalecerse él. Las instituciones son fundamentales, lo que acabará con la corrupción no es López Obrador, ni su voluntad, sino una institución permanente. Las verdaderas democracias son las que crean las organizaciones civiles y son las que hay que fortificar. Ellas han sacado al país adelante”.