Habituada a que la primera pregunta esté relacionada con su lugar de nacimiento, Venezuela, María Eugenia Mayobre, autora de una novela que recupera la esencia del realismo mágico en una época en que impera la violencia, EL mordisco de la guayaba (Plaza & Janés, México, 2018), responde:

“El tema Venezuela es complicado y triste. Si bien crecí en Francia, y llevo 11 años en Estados Unidos, estudié toda la educación secundaria y la universidad en Venezuela. Allí comenzó y se desarrolló mi carrera profesional. En total, viví más de 20 años en Caracas y voy cada año, mi mamá vive allá. Mis amigos más cercanos —algunos siguen en Venezuela, otros están regados por el mundo— son venezolanos.

“Conozco la impotencia de no encontrar medicinas para mi mamá —continúa la también finalista del premio Planeta 2017 con la novela Mamá, es que tengo hambre— o de saber que fue hospitalizada de emergencia y no poder estar con ella. He votado, he marchado, he tragado gases lacrimógenos, he tenido esperanza y la he perdido para luego recuperarla y volverla a perder. Han surgido un montón de organizaciones no gubernamentales para la alimentación, la salud, la cultura, la libertad de expresión, etc. Es admirable, pero es una lucha de David contra Goliat”.

La crisis venezolana lo afecta todo

La carrera de Mayobre también se vio afectada por la situación de su país:

“En 2010 mi cuento Terrorista por error fue seleccionado para ser publicado en una recopilación venezolana de joven narrativa urbana, pero la editorial cerró y el libro nunca fue publicado. El mordisco de la guayaba se titulaba originalmente “Ese nombre que nunca fui” y ganó la I Bienal de Novela de Ediciones B en Venezuela en 2016. El premio incluía publicación, pero esta editorial cerró también por la situación del país.

Mulatona Montiel, el alter ego

Pregunto a la simpática autora, por qué decidió que su protagonista, Primitiva Serapio, tuviera un alter ego, Mulatona Montiel, que es su perfecta antítesis, recurso utilizado en menor grado por Rosa Montero en La hija del caníbal.

“La idea me llegó un día cuando llevaba ya bastante adelantada la saga familiar, pero se instaló en mi cabeza y no me la pude sacar, así que decidí reescribir lo que llevaba de la novela para adaptarlo a esa dualidad Primitiva/Mulatona. Ese desdoblamiento me permitió explorar muchos conflictos: el querer ser versus el deber ser. El deseo de libertad versus las estrictas reglas de una sociedad conservadora y religiosa. Creo que todos tenemos un lado oscuro, una vocecita contra la que constantemente estamos luchando.

Una guayaba en vez de una manzana. Y esta es una “biblia” abreviada que aborda cuatro generaciones de mujeres cuyas vidas se ven afectadas en el instante en que Julia, la italiana, inauguradora de la estirpe, prueba una guayaba por primera vez en su vida. Podría pensarse por otro lado, que el que sea una guayaba es un discreto homenaje a Gabriel García Márquez.

Entre otras frutas, ganó la guayaba

“Elegí la guayaba porque me parece mucho más gustosa que la manzana. A mí las manzanas me parecen un poco aburridas. En segundo lugar, es muy erótica. La guayaba en Venezuela es rosada por dentro. La escena de Julia con el marinero debía ser erótica y me pasé por la guanábana, el mango, etcétera, pero la guayaba terminó ganando. Supongo que el inconsciente también ayudó, desde Rubén Blades hasta García Márquez la han mencionado, así que es una fruta también con mucha fuerza en la cultura latinoamericana.

Pregunto a María Eugenia por qué el hombre que influye en cuatro generaciones de mujeres es un Poeta, y como tal se le alude.

“Me gustó que ese personaje no tuviera nombre propio, sino que lo llamaran por su apodo. El poeta, más que un ser humano, es una manera como cada una de esas mujeres define o ve el “amor”, como cada personaje interactúa con eso que llaman o creen que es “amor” a través de la persona del poeta. El poeta por sí mismo no tiene fuerza más allá que la simbólica que le da cada una de las mujeres de esa familia. Para Yolanda, es un amor del pasado del que no se pudo nunca liberar. Para Cornelia, terminó siendo una pasión descontrolada, algo con lo que no pudo lidiar y que desordenó su ordenada vida. No está inspirado en nadie en particular”.

Aunque se reconoce por García Márquez en primer lugar, Mayobre se declara de Jorge Amado, Vargas Llosa, Julio Cortázar, Etgar Keret y Miranda July. Respeto mucho a los buenos guionistas como Billie Wilder o Charlie Kaufman, que han sido influencia en mis cuentos cortos y guiones. Y aunque se le compara reiteradamente con la autora dominicana Julia Álvarez, asegura que no ha tenido oportunidad de leerla. En este momento se encuentra absorta en Clarice Lispector.

Para finalizar, pregunto a María Eugenia Mayobre por qué eligió nombres tan feos para sus heroínas:

María es un nombre muy común

“No sé muy bien de dónde salieron los nombres, para serte sincera. Me gustan los nombres únicos, poco comunes. Tal vez porque tengo un nombre tan común como “María”, me gusta darles a mis personajes nombres raros y originales… ¡Y también quería nombres de personas a quienes no conozco!, para que nadie se diera por aludido. No conozco a ninguna Cornelia, a ninguna Primitiva, a ninguna Santa, así que pude escribir tranquilamente sobre ellas sin que me viniera a la mente nadie conocido o cercano.

María Eugenia Mayobre escribe a mano, en modo “pensamiento divergente”, y de alguna manera, explica, eso contribuye a no ejercer demasiado la autocensura. Por supuesto, muchas cosas son eliminadas cuando pasan por el filtro del pensamiento convergente (cuando pasa el cuaderno a máquina), pero muchas terminan quedando en el producto final. Actualmente trabaja en una tercera novela, sobre un chef de un restaurante muy particular.