Javier Vieyra y Jacquelin Ramos

“Una herramienta con la que se puede describir lo que somos, lo que sentimos, lo que queremos, lo que nos pasa, lo que anhelamos”. De esta forma define Laura García Arroyo las palabras, esos elementos imprescindibles que decimos, leemos, pensamos, escribimos y vivimos todos los días. Para la madrileña, que reside y trabaja en México desde hace ya varios años, las palabras son también una especie de carta de presentación con la que alguien se muestra ante el mundo: a través de ellas se puede desde conquistar hasta insultar. En fin, resultan ser un arma muy poderosa a la vez que aliadas en la vida.

Así pues, bien dice alguna frase dicha muchas veces al aire que el tamaño del universo de un ser humano es directamente proporcional al de su vocabulario, y, en tal caso, encontramos en el de Laura García un mundo infinito que ha enriquecido extraordinariamente a lo largo de su vida y su obra. Por ello, no es casual que en tal compendio de riqueza se encuentren también algunas palabras fuera de lo común, extrañas, que, aunque pareciesen materia exclusiva de diccionarios, definen y expresan objetos o situaciones tan cotidianas que descubrirlas resulta en la grata sorpresa de encontrar algo buscado desde hace tiempo, aunque inconscientemente.

De hacer una festiva reunión de ellas, precisamente, la conductora de la La dichosa palabra ha creado Funderelele y más hallazgos de la lengua, un libro que bajo el sello editorial de Destino y Grupo Planeta llega a los lectores con el fin de conducirlos a una aventura en compañía de “las palabras raras”. En entrevista para Siempre!, García Arroyo explica la naturaleza del proyecto que hoy se consolida en un colorido y peculiar volumen.

Funderelele… está descrito como un compendio de palabras que son desconocidas para la mayoría de la gente. Son objetos o acciones que forman parte de nuestra vida y que me sorprendió darme cuenta que en un mundo nombrado con tantas palabras y en donde la tecnología genera nuevas constantemente, existieran cosas tan sencillas y simples que no supiéramos como se llamaban”. 

De personalidad curiosa y meticulosa, Laura García comparte que a pesar de estar inmersa constantemente en libros y lecturas, muchos de sus hallazgos no fueron hechos en los territorios del papel.

“Noté que muchas de estas singulares palabras no las había conocido en los libros o en la escuela, sino en conversaciones que había tenido con la gente, en una consulta con el doctor, en un recuerdo con una maestra de kínder, o de mi sobrina de 11 años que me regala palabras”.

A partir de ello, la también editora realizó “un acto de memoria” en el que recuperó los momentos, personas y situaciones en las que se encontró con esas palabras para poder construir alrededor de ellas pequeñas historias y reflexiones. Entonces, aunque al principio de su conformación Funderelele… pretendía definir estos términos, durante el proceso la escritora fue acompañando cada palabra seleccionada con un pequeño ensayo, un episodio o un recuerdo que la describiera, lo que tuvo como resultado poder dar a conocer los vocablos con su historia propia, es decir, su raíz, etimología y evolución, junto con la historia que la hace entrañable personalmente, el recuento de la relación afectiva con la palabra. Para Laura García no hay mejor ejemplo de ello que la palabra que le da título a su obra: Funderelele

“Funderelele es un utensilio que nos hace muy felices porque es la cuchara con la que se sirven los helados. De alguna manera implica un momento de felicidad porque nadie se compra un helado por hambre o por necesidad, se lo compra porque está de buen humor y quiere pasarla bien. Ese ruidito que hace esa cuchara, meterla tal cual a la masa congelada, ese acto de hacer la bola, a mi me pone de buenas; además, una palabra que tiene tanta sonoridad, que tiene tanto ritmo, tanta música, y que no se conociera, me daba un poquito de tristeza”.

Laura García Arroyo.

Alargarle la vida a las palabras

Junto con la maravillosa “funderelele” encontraremos en el volumen homólogo otras setenta palabras como “gulusmear”, “oblito” y “lúnula” que invitan a sus nuevos conocedores a un espléndido reto de pronunciación, tropiezos gramaticales, saltos de silabas y acentos erróneos, algo que termina siendo un divertido juego. Mas no solo palabras con un significado dichoso están presentes en este libro, pues también nos toparemos con “nomofobia” que define el miedo irracional a quedarse desconectado del celular o “coprolalia” que se refiere al instinto casi irrefrenable de decir obscenidades.

“Mi idea nunca fue decir palabras bonitas o feas, era decir palabras que expresan cosas que nos pasan: nos pasan cosas buenas y malas a lo largo del día. Mi atención no está concretamente en el significado de las palabras, me parece más atractiva la utilidad que puedan tener en mi vida y es muy útil tener también palaras malas a la mano”.

Profundizando un poco más en los alcances de Funderelele…, Laura García explica que uno de sus principales objetivos es alargar la vida de las palabras que en muchas ocasiones se encuentran dormidas u oxidadas en un “baúl del olvido” y darles, más que vida, un poco de viveza.

“Las palabras son lo menos muerto que podamos imaginar, de hecho las palabras nunca mueren porque si alguien pronuncia una palabra que se usaba en el siglo XIII la vuelve a traer a lo cotidiano, le brinda alegría y la despierta, aunque solo estén en un libro y las pronuncie una sola persona”.

La lexicógrafa indica que las palabras son en muchos casos los medios por los que una lengua extinta o en vías de extinción puede rescatarse, pues hoy en día existen en el mundo aproximadamente siete mil idiomas de los cuales 90 por ciento se encuentra en esta situación y pueden seguir respirando gracias a algunas palabras que sean recordadas por alguien que las haya escuchado. Sin embargo, es necesario no descuidar estos baluartes de cultura, historia y belleza.

“Los idiomas evidentemente hay que cuidarlos, extenderlos, hay que hacerlos evolucionar, y eso se hace mediante la literatura, las conversaciones, depende de nosotros. En la literatura, por muchos libros que tengas, si no los lees, se quedan nada más guardando polvo; las palabras, por muy bonitas que sean, si tú no las pronuncias, se quedan ahí olvidadas, aunque no muertas, las palabras pueden pasar de moda, pueden incluso salir de los diccionarios si no se usan, y pertenecen a otra época, pero ahí están siempre a nuestra disposición”.

 

Los hablantes, descuidados y flojos

Quien es además una apasionada de la literatura infantil señala, respecto de las transformaciones que ha sufrido la manera de comunicarnos en la modernidad, que no hay que preguntarnos qué les pasa a las lenguas en nuestros días, sino qué les pasa a los hablantes que se han vuelto descuidados y flojos a la hora de definir cosas, usando nombres más genéricos en lugar de acotar matices y poner más atención en las peculiaridades: “Es más fácil usar palabras que todo el mundo entiende y que no tienen que explicarse”. En cuanto a los códigos que se utilizan en las redes sociales, García dice que no es negativo en cuanto no salga del formato para el que es utilizado.

“Todavía no he oído a alguna persona que hable como escribimos en las redes, no es tan malo, lo preocupante es que ese código que se llega a usar en ese formato, se salga de él y se convierta en la manera nuestra y cotidiana de hablar en todo. Si tu hijo habla así con sus cuates en el teléfono está perfecto, todos lo hemos hecho siempre, pero si el contesta así los exámenes, no va a aprobar; si él habla así en una entrevista de trabajo, no lo van a contratar; o si va al médico y no es capaz de decir lo que le pasa, tiene consecuencias”.

Con una gran sonrisa, Laura García enumera las palabras que más le gustan, “funderelele” es la mejor posicionada en este momento, pero sin dejar de lado su preferencia por las esdrújulas como “ñáñaras” o las muy expresivas como “huácala”. Concluye con el deseo de que alguna de las 71 palabras de su libro se quede en el vocabulario de quien las conozca, está dedicado para todos aquellos que le han regalado una palabra y con ella la posibilidad del mundo que conoce.

Funderelele y más hallazgos de la lengua es una invitación a adoptar estas palabras o iniciar una historia propia con ellas. Lo que permite este libro son conversaciones con amigos, con compañeros de trabajo, con hijos, con padres, en una comida familiar, etc. Siento que hablar de palabras siempre es un tema neutro que provoca también una conversación en la que uno va aportando y me gustaba la idea de provocar conversaciones”.