Lo fui a visitar a su casa un año antes de su muerte. Acababa de salir publicado en La cultura en México, suplemento de la revista Siempre!, el discurso que yo había escrito para su Homenaje en Veracruz con la puesta en escena que había hecho Abraham Oceransky de Las pirañas aman en cuaresma. A petición del mismo maestro Hugo Argüelles escribí aquellas palabras porque él insistió en que se leyeran en el estreno de Las pirañas aman en cuaresma. Recorrí aquel laberinto que era su Casa Museo y llegué a su aposento donde me esperaba comiendo un yogurt. Le leí el texto que titulé “El Manantial Encarnado”, explicándole que lo había tomado del I Ching, el Libro de las Mutaciones, que es como la Biblia Oriental y que Jorge Luis Borges tradujo al castellano. “Mira, yo no sé nada del I Ching —me dijo asombrado—, pero suena muy hermoso el significado que tiene lo del Manantial Encarnado, y te agradezco que pienses eso de mí”.

Como el maestro Argüelles, mi padre también estaba luchando entonces contra el cáncer de esófago, un cáncer tremendo del que tres años atrás le habían desahuciado dándole dos semanas de vida. Mi padre se sobrepuso a tan desalentador dictamen médico y alcanzaría a vivir no dos semanas, sino dos años. Saber esto le daba muchos ánimos a Hugo Argüelles que daba batalla contra un cáncer que se había expandido hacia la columna vertebral. “El que tu papá esté bien, me da muchos ánimos y fuerza, Gonzalo”, me decía el maestro. Mi padre murió el 10 de marzo de 2003, luego de una muy angustiosa agonía (para él y para nosotros, su familia) que lo tuvo postrado en cama los últimos tres meses de su vida. Yo seguía estando al pendiente del maestro Argüelles a través del teléfono, pero evitaba darle la noticia de la muerte de mi padre previendo que esto pudiera causarle un impacto negativo en su ánimo. Para diciembre, el maestro Argüelles ya estaba muy mal y terminó en el hospital. Ahí lo cuidaban con gran esmero y amor muchos de sus alumnos, entre ellos mi hermano Guillermo. Yo fui a verlo una tarde. Cuando llegué lo encontré dormido. No quise que lo molestaran, esperaría a que despertase solo. Al poco tiempo abrió los ojos. Le dio gusto verme. Platicamos. En la charla, entre bromas y ocurrencias chistosas que venían o no a cuento, pero nos hacían pasar el rato muy agradable, le pregunté dos cosas. Primero, ¿cuál es la obra que más lo retrata como ser humano? Me respondió: Los huesos del amor y de la muerte.

—¿Por qué?

—Porque ahí está mi postura sobre el amor, la relación de pareja, el erotismo y la lealtad al ser amado que sólo la muerte puede acabar en este plano terrenal, pero que incluso se prolongará más allá… Ahí está también mi idea de lo que llamamos Patria, de lo que es la lucha por los ideales, mi amor al pueblo, a sus costumbres, al colorido de las flores de México y de su gama inconmensurable del sabor, traducido en sus dulces, en esa larga lista que doy de los dulces típicos mexicanos, como lo doy también de nuestras flores.

—¿Es su mejor obra?

—No sé. A lo mejor, sí. Tú dices que es mi obra “más personal” y tienes razón. Aunque todas mis obras son un pedazo de mí, como si de mi cuerpo desmembrado se tratase, para usar una imagen propia de mi formación como médico: la autopsia. Si haces una disección de mi teatro, encontrarás un pedazo de mí en …Cuervos, una extremidad en …Caracoles, y así… Cada una de mis obras es una parte de mí.

El pesar que me dejó la muerte del maestro fue muy grande. Aún ahora sigo extrañándolo, por sus pláticas, sus consejos, su sentido del humor, sus intemperancias (que las tenía) y su generosa amistad.

Al correr el tiempo, la leyenda de Argüelles no se ha agotado.

Desde principios de 2013 había yo propuesto a la Dirección de Literatura del INBA un Homenaje a Hugo Argüelles a diez años de su muerte. No me lo negaron, al contrario, les dio gusto hacerlo. Estuvimos en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, con la participación de los investigadores teatrales Armín Gómez Barrios y Jovita Millán que incidieron en la obra del maestro con enorme destreza expositiva, gran conocimiento y valiosos aportes al estudio del universo argüellano. El Homenaje quedó bellísimo.

Y justo ahí fue cuando comencé a imaginar este libro como Homenaje a XV años de la muerte del maestro. Y por eso mismo estamos hoy reunidos todos en este volumen para evocar al gran Hugo Argüelles, todos desde su perspectiva íntima con él. Íntima en tanto discípulos y amigos. Todos los que aquí estamos: El gran crítico Álvaro Cueva quien —conmovedoramente— nos revela la faceta de generosidad del maestro. Jovita Millán que ha hecho una cronología completísima de la vida y obra del maestro y ha nutrido esta edición con fotografías que el mismo maestro le regaló. Víctor Hugo García Rodríguez, quien nos habla de la compleja dualidad espíritu/carne en la obra del maestro Valerio Rostro, traficante en sombras y que recoge muchos de sus momentos más relevantes como autor. Luz García Martínez (dos veces Premio José Pagés Llergo) quien nos comparte la Biografía de Hugo Argüelles en una entrevista fabulosa, en el estricto sentido del término, donde al leer oímos la viva voz del maestro reconstruyendo su época como estudiante de medicina. Javier Galindo Ulloa quien lo entrevistase también poco antes de su muerte. Pablo Zuack quien nos cuenta sus experiencias como alumno del maestro en su Taller y el impacto que en su profesión como escritor ha tenido la obra de Argüelles. Y Armín Gómez Barrios quien nos expone la trascendencia del teatro del maestro en sendos estudios y rememorando los últimos estrenos que en vida tuvo el maestro Argüelles.

Les agradezco a todos que hayan atendido a mi llamado, que se hayan entusiasmado con la idea. Que me hayan entregado generosamente sus textos para armar este volumen que no es otra cosa que un canto de amor por y para nuestro maestro, por el enorme dramaturgo mexicano Hugo Argüelles, nuestro Manantial Encarnado.

Y todo para decir: Maestro, Hugo —como le queramos llamar, como nos dirígíamos cada cual a él— nos sigues haciendo falta, le sigues haciendo falta al teatro nacional y sigues faltando en el espectro de la cultura mexicana del siglo XXI.

Hugo, maestro, México está en deuda contigo, pero este libro quiere ser un avance en ese eco de justicia que tu obra entera y tu rotunda presencia en la historia de la literatura dramática nacional, reclama.

Extracto del prólogo al libro Hugo Argüelles: Manantial encarnado. XV Años de ausencia. Coordinación, edición y prólogo de Gonzalo Valdés Medellín (Ediciones Punto Fijo, México, 2018; 204 pp.), que será presentado en el marco de la XVIII Feria Internacional del Libro del Zócalo, el lunes 15 de octubre, a las 16 horas, en el Foro José Luis Martínez, con la presencia de los autores, el editor Lázaro Lucio Cruz y del diputado Alfonso Suárez del Real.